Definiendo
el rumbo del Socialismo del siglo XXI
5. Algo nuevo está
naciendo
Simultáneamente
con la declinación creciente del capitalismo y la desmoralización general de
las clases trabajadoras, asoman en el horizonte las señales de una
transformación.
En primer
lugar, en muchos países, comenzando por los Estados Unidos, han comenzado a
aparecer otras empresas productivas, de servicios y comerciales que son de
propiedad integral de sus trabajadores.
No es un
fenómeno muy divulgado aún, aunque sí conocido en círculos especializados. El
hecho histórico es que esas empresas existen y son exitosas[1].
Se presenta
bajo diferentes modalidades y con diversos rasgos, pero ya es posible detectar
también algunas características comunes que permiten hablar de un nuevo modelo
de empresa productiva, con todas las posibilidades de constituirse en el nuevo
modelo económico.
Será una
transformación a desarrollarse en el inmediato futuro, aunque no en un tiempo
corto sino, lo contrario, un proceso histórico prolongado, como han sido todos
los cambios de época anteriores[2].
Los principales
rasgos de este naciente modelo productivo pueden ser los siguientes:
– la propiedad
directa de los trabajadores sobre la empresa productiva, es decir, sobre los
medios de producción;
– es un modelo
que comprueba su superioridad sobre el actual modelo capitalista en áreas
fundamentales: productividad, iniciativa individual y colectiva, reinversión
del excedente para beneficio de sus propietarios en condiciones de equidad
distributiva, nuevos valores éticos, capacidad para enfrentar las crisis
capitalistas y mayor supervivencia de la empresa[3].
– asume
diversas formas estructurales: cooperativa, empresa autogestionaria, empresas
comunitarias o comunales, empresas privadas de los trabajadores, propiedad
compartida entre trabajadores e inversionistas, y alguna otras estructuras
menos definidas que entrarían en el rubro general de economía popular y
solidaria.
Lo que se puede
afirmar desde ahora es que estos embriones de nuevos tipos de empresa son, sin
lugar a duda, los brotes de una nueva formación económica que anuncia el cambio
fundamental esperado y que terminará sustituyendo al capitalismo.
Con la
anotación adicional de que este fenómeno repite lo que se dio en los anteriores
cambios de época, en el sentido de que la nueva formación se engendra en las
entrañas de la formación social que declina. Los primeros talleres instalados
por comerciantes en los burgos, a las puertas de los castillos feudales, germen
de las primeras fábricas, e incluso éstas, aparecen mucho antes de las
revoluciones liberales.
La conclusión
es clara: la revisión del desarrollo histórico de los modos de producción
converge en forma lógica, es decir, coherente, a la formulación de que la
empresa de propiedad de los trabajadores es el nuevo modelo económico
estructural sustitutivo del modelo capitalista basado en la empresa de
propiedad de los capitalistas.
En seguida, una
breve enumeración de las principales formas que han asumido las empresas de
propiedad de los trabajadores ya existentes, sin entrar en ningún nivel
adicional de análisis.
Cooperativas
Es una de las
formas que vienen de tiempo atrás y ofrece amplia diversidad en todos sus
aspectos estructurales, sus objetivos y sus resultados. Existen cooperativas de
ahorro, de producción, de consumo y para muchos otros fines. Siendo su
motivación original esencialmente solidaria e igualitaria, pueden darse y se
han dado, sin embargo, distorsiones de toda clase, hasta llegar a abusos
intolerables, que dan un giro de 180 grados a sus objetivos de beneficio social[4]. Aun
así, el modelo cooperativo tiene muchas ventajas y facilidades, dado que es una
forma de asociación más o menos universalmente aceptada, razón por la cual es
la primera en que se piensa cuando se habla de mancomunar esfuerzos en aras de
alcanzar objetivos benéficos para todos sus miembros y aun más allá, para el
entorno social.
Como paradigma
de este modelo se menciona habitualmente en primer lugar a las Cooperativas Mondragón,
de España, grupo de cooperativas y empresas fundadas en 1956 por el sacerdote
José María Arizmendi, que se extendió paulatinamente a toda España y luego a
otros países.
Una
noticia que constituye una síntesis actualizada sobre Mondragón (marca cooperativa
que el grupo adoptó el 1 de abril de 2008), es la que ofrece el Boletín del
Centro Nacional sobre Propiedad Empresarial de los Trabajadores (NCEO, National
Center for Employee Ownership) del pasado 14 de abril de 2013, dando cuenta de
algunas dificultades ocasionadas por la crisis global actual y la forma de
solucionarlas en este tipo de empresas:
«Mondragón: Las Cooperativas de trabajadores
en una economía en dificultades
Originario del País
Vasco en la costa norte de España, Mondragón es el séptimo grupo más grande de
España, con US$20 billones de ingresos y 84.000 trabajadores en todo el mundo.
La Corporación de Cooperativas Mondragón es la casa matriz de 111 negocios en
sectores que van desde la manufactura a la consultoría y a la venta al por
menor.
Mientras
la economía de España se contrae a una tasa anual de 1.9% y tiene un desempleo
del 26%, Mondragón ha cerrado, hasta ahora, solamente una de sus unidades, una
cooperativa de 30 personas que fabricaba equipos para la industria maderera. Esos
trabajadores, y cualesquiera otros cuyas cooperativas no puedan desempeñarse
productivamente por más tiempo, son redistribuidos entre otras cooperativas del
grupo MCC. La redistribución es una de las razones por las cuales las
cooperativas reclaman ser más flexibles que los negocios tradicionales. Otra,
explica Emilio Cebrián, director social del grupo de supermercados Eroski de
Mondragón, es que “Cuando los tiempos son malos, nosotros podemos recortar
costos salariales decidiéndolo entre nosotros mismos”. En conjunto, los
salarios promedio en Mondragón han caído alrededor de un 5%.» [5]
Empresas de
propiedad privada de los trabajadores
Son numerosas,
diversas y situadas en diferentes países. Muy exitosas, con la característica
de que el éxito no se mide solamente por los resultados puramente económicos,
monetarios, sino por otros valores sociales, éticos y culturales.
El mejor
ejemplo puede ser la empresa londinense John Lewis, por su origen, la toma de
conciencia de su propietario del inmenso desequilibrio entre lo que ganaban él
y su padre, fundador de la firma. Según él mismo, padre e hijo recibían 30
veces más que el conjunto de todos sus trabajadores. También es ejemplar por la
cantidad de trabajadores, hoy socios, que la integran en la actualidad –63 000
en 27 grandes tiendas– y por los resultados muy exitosos en todos los aspectos.
En su sitio en la red, www.johnlewiss.com así como en sus páginas en Facebook,
Youtube y Twitter se encuentra toda la información que se desee conocer sobre
esta empresa.
Pero existen
muchas más igualmente ejemplares, que pueden consultarse en la red. Cabe llamar
la atención sobre una formación particular, los Employee Stock Ownership Plans (ESOP), surgidos en los Estados
Unidos. Derivados del capitalismo popular, desarrollado a mediados de los años
50 del siglo XX por Louis Kelso para contrarrestar el avance de las ideas
comunistas entre los trabajadores estadounidenses, en 1974 toman un giro nuevo:
«Dejando
establecido que los ESOP's surgen como una propuesta capitalista para
solucionar problemas del capitalismo, el desenvolvimiento de este fenómeno se
abre paso con ritmo creciente y seguirá dos cursos divergentes que terminarán
por hacer evidente su intrínseca condición contradictoria.
“La propiedad de los trabajadores se empieza a
transformar en un fenómeno de relevancia en los EEUU a partir de 1974, año en
que se aprueba una legislación que entrega ciertos estímulos estatales,
principalmente subsidios tributarios, al desarrollo de la propiedad de
trabajadores. A partir de entonces, el fenómeno se ha venido desarrollando por
diferentes vías, hasta alcanzar, en la actualidad, una magnitud
significativa”.»[6]
En efecto, los
ESOP se han extendido no solamente dentro de los EE.UU. sino en muchos países
de Europa y Asia (recientemente fueron adoptados por el gobierno chino[7]), y
los datos más recientes del NCEO (National Center for Employee Ownership –
Centro Nacional de la Propiedad de los Trabajadores) y del EFES (European
Federation of Employee Share Ownership – Federación Europea de Propiedad
Compartida de los trabajadores), que publican mensualmente boletines
informativos, muestran un crecimiento continuo de la cantidad de empresas que
incluyen estos planes.
Merecen estudio
y atención porque constituyen la aproximación más cercana a la empresa de
propiedad plena de los trabajadores y comprueban la superioridad del modelo en
muchos aspectos sobre la empresa capitalista tradicional, de propiedad privada
exclusiva de los capitalistas [8].
Modelo
autogestionario
En esencia este
modelo combina la propiedad estatal de la empresa con la autogestión por parte
de sus trabajadores.
Su origen
fueron las empresas autogestionarias creadas por el presidente de la Yugoslavia
socialista, el mariscal José Broz Tito, sobre las cuales se han hecho
abundantes estudios y se ha intentado aplicar su modelo en muchos otros países
y experimentos.
El kibutz
israelita puede considerarse uno de esos intentos. En todos los casos, los
resultados son prácticamente los mismos: un comienzo entusiasta, un desarrollo
inicial exitoso y un declive inevitable hasta el fracaso final.
Se puede
generalizar la causa, aunque existan matices que diferencien unos casos de
otros: la mano del aparato burocrático del Estado, en forma directa o bajo
otras modalidades que no alcanzan a disfrazar al causante real, el estatismo y
la supeditación final de la voluntad de los trabajadores a ese poder.
Modelo
comunitario
Pueden
incluirse aquí muchas modalidades de un tipo de empresa no estatal pero tampoco
la empresa privada capitalista, sino donde la propiedad aparece diluida en
algún grupo social, como una comunidad étnica, religiosa, o de índole similar.
Suelen tener
sus fundamentos teóricos en concepciones culturales ancestrales, como pueden
ser las de las comunidades indígenas americanas (Zumak Kawsay), o en concepciones humanitarias como algunos
monasterios religiosos, o las de los movimientos humanistas o las masónicas,
etc.
En estas
asociaciones suele haber un piso sólido de valores éticos que, por una parte,
tienen como denominador común las relaciones de solidaridad y equidad, y por la
otra, riñen con los valores fundamentales de la empresa capitalista que se
anudan todos en torno a la lógica de la ganancia individual de los propietarios
del capital.
Al mismo tiempo
son liberadoras pero vulnerables, sobre todo teniendo en cuenta el entorno
dominante que es el de la propiedad privada capitalista[9], que
las cerca y las somete a los ataques y las maniobras de la competencia,
conduciéndolas con frecuencia al fracaso por simple imposibilidad de subsistir
sin suficiente fuerza financiera.
Es más, en caso
de que estas empresas alcancen algún éxito, no tardarán en convertirse en
bocado muy apetecible para el capital financiero que no puede permitir la
coexistencia con rivales. El capital, en general, tiende al monopolio, a la
eliminación del competidor aunque no aparezca más que como una pequeña empresa
creciendo dentro del mismo espacio de mercado[10].
La experiencia
de las Empresas Recuperadas Argentinas
La crisis
económica que vivió Argentina en 2001 tuvo una respuesta ejemplarizante de
parte de los trabajadores de las empresas que iban a la quiebra: las
recuperaron, oponiéndose firmemente a su cierre. Se conoció como el de las
Empresas Recuperadas Argentinas, pero el desenvolvimiento de los hechos llevó a
rebautizarlas simplemente como Empresas Autogestionarias.
Numerosos
análisis se han realizado sobre este “fenómeno”, y un libro publicado por una
de las imprentas recuperadas recoge un buen número de testimonios de lo que fue
esta gesta obrera, bajo un título muy diciente: “Sin patrón”[11].
Otro estudio
llevado a cabo por profesores y estudiantes de la Universidad de Buenos Aires[12]
calificó a este experimento como “el más esperanzador”. Hoy, en pleno vórtice
de la crisis global del capitalismo, tal calificativo adquiere pleno valor. No
cabe duda de que este “modelo” de solución será una de las formas como los
trabajadores que van cayendo implacablemente en el desempleo y en el paro
forzoso, especialmente en la Europa del euro, encontrarán la vía hacia el nuevo
modelo económico: la empresa de los trabajadores.
Los casos o
“modelos” presentados hasta aquí no agotan ni de lejos la exploración de las
formas que puede asumir la empresa de propiedad de los trabajadores. Se hace
indispensable una profundización de este aspecto, orientada a una definición
tan precisa como sea posible de la manera como debe estructurarse el nuevo
modelo empresarial. En mi trabajo ya citado Trabajadores
y Empresarios intenté aproximarse a esta definición, pero es evidente que
se requiere una labor mucho más profunda y amplia, de equipo, para llegar a
resultados firmes y viables. Y sobre todo, se debe apelar y confiar en la
iniciativa y creatividad de los propios trabajadores, de manera especial los
que laboran en las empresas estructuralmente más evolucionadas del capitalismo.
La nueva
formación social no puede tomar como punto de partida las del pasado remoto,
tendencia más o menos extendida que se expresa en la idealización y la
glorificación de las épocas supuestamente bucólicas e idílicas de la comunidad
simple, primitiva. Por el contrario, el socialismo o la formación social que
debe suceder al capitalismo, tiene que arrancar de los máximos desarrollos de
éste, y avanzar de allí hacia adelante, hacia el futuro, no hacia el pasado. Lo
contrario es caer en el idealismo ingenuo y en el utopismo idílico, no en el
propositivo y constructor.
6. ¿Fin del capitalismo?
¿Quiere decir
todo esto que estamos ante la crisis final del capitalismo? ¿Se acaba el
capitalismo? Cada cierto tiempo, ante estos cataclismos, la academia se embarca
en divagaciones acerca de si se trata ya de la última crisis del sistema
capitalista, si éste se acaba o muere.
Los sistemas
sociales, los modos de producción no se acaban, no finalizan, no mueren ni
desaparecen como sucede con los individuos de la especie humana: a este
antropomorfismo tendencial debemos tales visiones apocalípticas que no aclaran
nada.
Los sistemas
sociales que podemos reconocer en la historia no han desaparecido totalmente.
Llegaron a su decadencia y dejaron de ser sistemas dominantes, pero aún existen
aunque sea en condiciones minoritarias y subordinadas: hoy en día se encuentran
todavía casos de esclavitud, sin esclavismo, y relaciones feudales, sin
feudalismo; incluso hay formaciones que podrían equipararse a la comunidad
primitiva, aunque esta desapareció hace muchos siglos. El sistema capitalista
no escapará al mismo proceso. De hecho, lo que estamos viendo y viviendo en el
presente, es el comienzo de su declinación definitiva, pero ese ocaso tomará
todavía un largo tramo de historia.
El capitalismo
financiero todavía es terriblemente poderoso. Dispone de recursos acumulados de
toda índole, monetarios y financieros en primer lugar, los que esconde en sus
caletas globales.
En segundo
lugar, recursos técnicos, tecnológicos y materiales inmensos y que constituyen
la vanguardia de las fuerzas productivas materiales, pero generando más
conflictividad y desequilibrios que bienestar común debido a las relaciones de
producción que las atenazan.
En tercer
lugar, recursos bélicos aterradores y distribuidos estratégicamente sobre la
superficie del planeta precisamente previendo su desmoronamiento inminente bajo
el empuje del movimiento social mundial.
En cuarto
lugar, cuenta con el poderosísimo aparato de distorsión y de manipulación del
pensamiento humano que se haya conocido jamás, todos los medios de
“información” y de comunicación de todas las modalidades tecnológicas,
enganchados todos a los grandes grupos y corporaciones del capital financiero
mundial. Desde luego, son los grandes defensores del statu quo en el mundo, y todavía pueden hacer daño inmenso porque
emplean a fondo ese enorme poder para denigrar cualquier intento de liberación
de la verdadera información.
Pese a toda esa
maquinaria, este capitalismo hiper concentrador y elitista, especulativo,
expoliador e improductivo, es altamente vulnerable, como lo estamos viendo,
precisamente por las mega dimensiones de sus acaparamientos que no sólo afectan
vitalmente cada vez más a más sectores sociales y económicos en todo el mundo,
sino que pasan a ser cada vez más virtuales, más deleznables.
Ya se ha dicho:
si desaparecen estos bancos inundados de “activos tóxicos” y otras bazofias
económicas, la economía real no se afectará sustancialmente[13]. Más bien puede ser la puerta de salida
de la crisis: suprimir esas abultadas caletas, despojar de su deleznable poder
de maniobra a los magnates que hoy se muestran tan poderosos.
Y revitalizar
la producción real, la economía real, reestructurarla, reconvertirla sobre
nuevas bases: sobre nuevas fuerzas, las fuerzas del gran torrente
anticapitalista que en algún momento va a terminar por desbordarse.
7. La empresa de los trabajadores
La empresa de
los trabajadores es la empresa de propiedad de todos los trabajadores que
laboran en ella.
Esta es la
definición básica del nuevo modelo. Una vez más es necesario recordar que un
modelo económico no es más que una propuesta teórica, y que esta es apenas una
aproximación a la realidad bajo la forma de un esquema simplificador: un mapa,
una carta de navegación.
Lo que el
modelo económico intenta establecer es el norte de este mapa, para orientar las
vías de acceso, la dirección de las acciones requeridas para llegar a los
objetivos buscados.
El modelo no
define detalles, particularidades, métodos ni acciones concretas. Una vez
establecido el norte, cada caso concreto debe desarrollarse de acuerdo con sus
condiciones y características particulares, que cubren una amplia gama de
posibilidades. Pero lo esencial no debe perderse de vista en ningún momento: lo
esencial es la propiedad de los trabajadores sobre la nueva empresa productiva,
y por esta vía, el traspaso del manejo de la economía de la clase capitalista a
la clase trabajadora. Traspaso que no es un movimiento de un objeto de aquí
allá, sino el proceso histórico de transformación de la estructura social
fundamental, o sea, un largo trayecto que la humanidad tomará mucho tiempo en
recorrer.
Cuando se dice
que lo esencial del capitalismo es la propiedad privada de los medios de
producción por parte de los capitalistas, no es están explicitando todas las
formas particulares que puede tener ese mismo modelo de empresa. Empresa
familiar, pequeña empresa, pequeño taller artesanal, empresa constituida por un
sólo propietario o por varios o por muchos propietarios, sociedad limitada (de
responsabilidad civil limitada), sociedad anónima, mixta, cooperativa, local,
regional, internacional, multinacional, corporación de empresas, competitiva o
monopólica, etc., sin mencionar las que se camuflan bajo antifaces como muchas
“fundaciones”, organizaciones no gubernamentales (ONG’s), organizaciones “de
caridad” o asistenciales y otras.
En forma
similar, la empresa de los trabajadores puede asumir infinidad de modalidades:
empresa privada (de propiedad no estatal), cooperativa, comunal, comunitaria,
autogestionaria, mixta y tantas variaciones como iniciativas individuales
puedan desplegarse.
La única forma
que no es posible en este modelo es la propiedad individual: si es empresa
presupone la actividad de varios trabajadores, y en este modelo el objetivo es
llegar a que toda empresa sea de propiedad de todos los trabajadores que
trabajan en ella.
Si es el
trabajo individual, como puede ser el de un artesano o el de ciertos
profesionales o trabajos agrícolas, se asimila a lo que se denomina trabajo por
cuenta propia, pero no es empresa propiamente dicha. O lo es en grado
incipiente como pequeña empresa, caso en el cual es posible establecer un
límite máximo de trabajadores asalariados no propietarios mientras la empresa
se afianza y crece.
La empresa
productiva moderna, desde la revolución industrial, debe crecer. No es posible
concebir una empresa que se mantenga eternamente en el mismo punto, toda
pequeña empresa debe crecer, desarrollarse. Si no crece, la alternativa, en el
capitalismo, es ser absorbida por otra empresa más grande, o morir, desaparecer
por inepta e ineficiente.
Una pequeña
empresa naciente seguramente no puede repartirse al principio entre sus trabajadores.
Debe fijarse, por tanto, la cantidad mínima y la máxima para considerarse
pequeña empresa o empresa incipiente. A partir de allí, debe transformarse en
empresa de todos los trabajadores que trabajan en ella, pero más que normas o
cantidades rigurosas, deben contemplarse las condiciones particulares de cada
caso, seguir criterios antes que normas estrictamente preestablecidas.
Sin embargo, es
posible estimar que una empresa naciente puede formarse con tres, cinco
trabajadores mínimo, y mantenerse bajo el esquema de trabajo asalariado no
asociado hasta los quince o veinte trabajadores. Todo dependerá de muchas
condiciones propias de cada empresa, y por tanto, será cada legislación,
concebida por los propios trabajadores, la que establezca parámetros mínimos y
máximos.
Principios fundamentales de la empresa de los
trabajadores.
La empresa de
los trabajadores como nuevo modelo económico es mucho más que la simple
creación de asociaciones de trabajadores en una unidad productiva enteramente
de su propiedad. Mucho más que entregar a los trabajadores la empresa
productiva.
Necesariamente
se transformarán del mismo modo las normativas básicas de gestión.
Un colectivo
para aunar esfuerzos orientados a objetivos comunes, por definición tiene que
trabajar mancomunadamente. Esto significa en forma solidaria y equitativa.
Equidad no es lo mismo que igualitarismo. Equidad significa igualdad de
derechos, deberes y oportunidades para todos sus integrantes. Igualitarismo
significa dar trato igual a todos sin tener en cuenta sus méritos y sus
responsabilidades, su desempeño real.
Los principios
éticos fundamentales de la nueva empresa son: solidaridad, equidad,
comunicación horizontal, democracia participativa. Sin ellos la nueva empresa
no es viable, del mismo modo que la empresa capitalista no lo es dentro de
tales principios.
Esto es así
porque estos principios son inherentes a la estructura económica de la empresa
de los trabajadores, en la que la propiedad es, a la vez y por definición,
individual y colectiva, donde el colectivo es el conjunto de los trabajadores.
En cuanto a los
principios económicos, pueden señalarse algunos ineludibles: la prohibición
absoluta de transferir esa propiedad. En el caso del retiro voluntario o
forzoso de un trabajador, su parte de propiedad debe reintegrarse a la empresa,
no puede ser vendido o cedido a otros trabajadores o a compradores externos.
Como criterios
básicos de gestión deben contemplarse el diálogo, el debate abierto y
participativo, el consenso, la mediación en casos de conflicto irresoluble.
La nueva
empresa también debe incorporar a sus hábitos de gestión la diversificación
productiva, así como la flexibilidad para la reconversión ante la vertiginosa
evolución de las nuevas tecnologías que fácilmente vuelven obsoleto un producto
o un proceso productivo.
Aparece otra
condición objetiva de la empresa de los trabajadores, determinada por el
contexto en que esta nace: la coexistencia con la empresa capitalista
tradicional. Esta condición impone, en primer lugar, la necesidad de crear
desde la estructura misma de la nueva empresa las salvaguardas que la blinden
contra la absorción por los grupos y corporaciones del capital financiero.
En segundo
lugar, significa que la competencia que rige el mercado capitalista subsistirá
por un periodo histórico prolongado. La nueva empresa de los trabajadores no
podrá eludir este entorno, pero en cambio su fortaleza estará en la competencia
por el bienestar –el enriquecimiento material y cultural– de sus trabajadores y
el de sus familias[14], y por
extensión, el de la sociedad.
En la
correlación de fuerzas vigente, la empresa de los trabajadores no podrá
trabajar inicialmente para el mercado internacional, donde será prácticamente
imposible competir con el capital financiero. Tendrá que hacerlo en principio
para el mercado local y regional, como de hecho lo están haciendo muchas
pequeñas y medianas empresas en la actualidad[15].
En esta
perspectiva, adquiere toda su trascendencia la urgencia de la integración
latinoamericana. El mercado latinoamericano es el espacio natural de la
génesis, el desarrollo y la expansión de la empresa de los trabajadores de esta
región.
En este
contexto se hace necesario contemplar otra situación: la empresa mixta, de
propiedad compartida entre trabajadores y capitalistas. En esta época en que la
contradicción fundamental es la que enfrenta al capital financiero especulador
(economía ficticia) de un lado y del otro, al aparato productivo de la economía
real (economía real), no es aventurado prever alianzas entre empresarios
capitalistas y trabajadores empresarios, e incluso muchas empresas productivas
pueden encontrar la forma de sobrevivir convirtiendo en socios a sus
asalariados.
En cuanto a la
estructuración de la nueva empresa, deberá ser definida y reglamentada por los
propios trabajadores, pues no puede ser de otro modo. Toda intervención externa
será una interferencia, salvo la establecida en una nueva legalidad y, por
tanto, en un nuevo Estado que también tendrán que modificarse en la dirección
de garantizar la existencia, desarrollo y crecimiento de la nueva empresa,
defendiéndola del asedio de los tentáculos del capital financiero, pero sin
pretensión alguna de inmiscuirse en su gestión.
En esta
dirección, los Estados y las respectivas constituciones que han comenzado a
aparecer en diversos países, como los que caracterizan en este momento la
tendencia progresista latinoamericana, se enfrentan al reto de ser al mismo
tiempo proteccionistas en relación con las nuevas empresas de los trabajadores,
y respetuosos de su iniciativa individual que requiere autonomía real y
efectiva para desplegarse sin las trabas y exigencias de la burocracia estatal.
Los consumidores
Una breve
referencia a la participación activa de los consumidores en la construcción de
la nueva empresa de los trabajadores. La propuesta básica es que los
consumidores accedan a la propiedad de la empresa de los trabajadores en
proporción a la cuantía de sus consumos de los productos de esa empresa.
Esta propuesta
es, por ahora, menos fácil de comprender. El capitalismo nos ha acostumbrado a
ver en los consumidores solamente a entes pasivos que se manipulan a través de
los mecanismos del mercadeo y la publicidad capitalistas, como verdaderos
zombies dopados por el consumismo.
La empresa de
los trabajadores, al incorporarlos en su propiedad y, por esa vía, en su
gestión, les otorgará el reconocimiento como actores fundamentales de la
economía, como que es de sus bolsillos de donde sale el financiamiento básico
de la empresa productiva: sin consumo no hay producción.
Por lo demás,
el mecanismo para la inclusión de los consumidores en el engranaje de la
empresa ya lo ha creado el capitalismo, aunque bajo la figura de amarrarlos con
los engaños de “promociones” que les prometen obsequios, descuentos que no lo
son, en la medida en que sus costos están minuciosamente calculados e
incorporados al precio del producto en el mercado, y otros mil anzuelos
parecidos.
Un ejemplo
actual que ofrece interesantes posibilidades para la nueva empresa, es el de
las aerolíneas que ofrecen millas a aquellos viajeros que utilizan con
frecuencia sus vuelos. El instrumento tangible es una tarjeta de plástico que
identifica al pasajero y registra sus recorridos, convirtiéndolos en puntos
canjeables por millas para viajes futuros. Estas tarjetas se usan hoy en muchos
otros casos y para otros fines, y se han convertido en el icono de las
transacciones de intercambio “sin dinero”, con “dinero plástico”: de hecho,
dinero virtual, ficticio, puramente simbólico y, en esa medida y bajo el capitalismo,
incierto. Pero abre interesantes perspectivas como instrumento básico monetario
para una nueva visión del intercambio en una nueva economía.
¿Obsequian las
aerolíneas al usuario esas millas adicionales? Naturalmente no. El auge de las
comunicaciones en nuestro mundo actual ha elevado la demanda de sus servicios
de tal manera que las aerolíneas pueden imponer a sus clientes las condiciones
que quieran, y así estas empresas, otrora dechados de atención y cortesías con
los pasajeros –época cumbre del capitalismo competitivo–, hoy, concentradas
cada vez más en verdaderos imperios multinacionales, los someten a normas
inflexibles y arbitrarias de toda índole para asegurar su cuota de ganancia, de
manera que permita todos estos trucos de mercadeo.
Otro ejemplo
puede ser el de establecimientos comerciales que “afilian” a sus compradores
mediante la misma tarjeta mágica, a “clubs” de consumidores favorecidos con
“descuentos” especiales por comprar siempre allí, así como “ofertas
especiales”, rifas de automóviles, de electrodomésticos, de cruceros, etc. en
determinadas fechas del año (la Navidad, la más gigantesca promoción comercial
de este mundo globalizado). Todo pagado por el conjunto de compradores,
miembros o no del privilegiado “club”.
Estos ejemplos
abundan. La diferencia con la empresa de los trabajadores es que ésta
incorporará a los consumidores con un ofrecimiento real: incluirlos como socios
reales en la propiedad de la empresa, no sólo como usuarios sino, lo más
importante, como sujetos activos de la gestión empresarial.
Esto desde
luego tiene que ser definido en todos sus aspectos de manera conjunta entre
trabajadores y consumidores, teniendo en cuenta que ahora les une un objetivo
común, que la empresa sea exitosa, eficiente, creadora de riqueza material al
mismo tiempo que distribuidora de beneficios sociales reales para todos. Esto
quiere decir que, tanto trabajadores como consumidores asociados, comprenderán
la necesidad de incluir en la planificación las reservas (acumulación,
capitalización) que aseguren tanto la permanencia de la empresa como su
crecimiento –que ahora será el crecimiento de todos, no sólo de un grupo
minúsculo de personas como sucede en la empresa capitalista.
Viabilidad de la empresa de los trabajadores
Los argumentos
que pueden esgrimirse contra el nuevo modelo económico se resumen en el de su
aparente condición utópica: idealismo, ensoñaciones, no correspondencia con la
realidad. Además se alega la imposibilidad de luchar contra el poder de los
gigantes grupos y corporaciones que absorben, engulléndolas literalmente, a
toda empresa que pretenda mantenerse independiente en este torbellino
concentrador.
¿Acaso será
posible enfrentarse a ese turbión?
Con seguridad
sí, pero esto es un capítulo que merece estudio aparte. Digamos por lo pronto
lo que ya está visto, que es precisamente ese gigantismo el que hundirá
finalmente al capital financiero.
La creación de
empresas de los trabajadores puede incluso llevarse a cabo sin violentar la
vigencia del modelo capitalista: un grupo de trabajadores (cinco, diez,
cualquier número) que se unan en un proyecto debidamente estructurado de
empresa productiva, pueden hacerlo dentro de la normatividad de la propiedad
privada. No se requiere la revolución política previa, como lo postulaba el socialismo
estatista, y de hecho la figura de la expropiación de las empresas del
capitalismo ya no aparece prácticamente en ningún programa político, ni
siquiera de las izquierdas más recalcitrantes.
Fuentes de
financiamiento pueden ser las propias instituciones del capital financiero,
aunque, desde luego, resultarán más favorables las de financiamiento popular y
solidario que ya existen y que han comenzado a proliferar en diversos países.
También deben serlo los gobiernos progresistas, abriendo programas similares a
los que existen actualmente para las PYME, sólo que con la condición ineludible
de la propiedad de los trabajadores sobre la empresa.
Lo que sí es
una condición fundamental y que requiere todo el esfuerzo de los sectores
trabajadores y populares en todo el mundo, es la toma de conciencia de estas
fuerzas, de que son ellas las que deben llevar a cabo la sustitución definitiva
del modelo explotador y concentrador del capitalismo, por el nuevo modelo
económico solidario, equitativo, popular, la empresa de los trabajadores.
En especial,
este debe ser el eje de los movimientos sociales en todo el mundo, con
particular énfasis en los procesos progresistas de América Latina, bajo las
banderas del Socialismo del siglo XXI, y con formas fundacionales como Unasur,
CELAC, ALBA.
Es el eje y el
norte del torbellino revolucionario de hoy.
Conclusiones
El punto de
partida de este análisis fueron los resultados de la elección de Nicolás Maduro
para suceder en la presidencia de Venezuela al fallecido líder Hugo Chávez
Frías, resultados que pusieron en evidencia el delgado filo sobre el que avanza
la Revolución Bolivariana mientras su principal soporte sean los deleznables
pilares de la democracia electoral burguesa.
Este proceso,
por otra parte, no está circunscrito solamente a este país. Su amplio contexto
está delimitado por las fronteras geográficas de Argentina, Uruguay, Paraguay,
Brasil, Ecuador, Guyana, Nicaragua y Cuba, mientras que su delimitación
temporal se remonta a la Revolución Cubana, triunfante, al intento
revolucionario chileno abortado por el imperio estadounidense y al interrumpido
fraudulentamente en Paraguay.
Puestas las
cosas en esta perspectiva, la primera conclusión de este análisis es la de que
estos movimientos históricos necesitan definir en forma clara y firme el rumbo,
la dirección hacia dónde deben orientarse todos estos esfuerzos y luchas
sociales. Esta exigencia se concreta mejor si se expresa como la imprescindible
definición de cuál es la meta histórica del Socialismo del siglo XXI, concepto
proclamado por Hugo Chávez como la propuesta para iluminar ese horizonte,
aunque sin ir más allá de esa proclamación general.
El suceso
electoral del 14 de abril en Venezuela mostró con toda claridad la urgencia de
precisar ese objetivo histórico y los riesgos de no hacerlo.
Se requiere con
igual urgencia organizar y estructurar la fuerza colectiva que garantice la
continuidad y el éxito de estos procesos. Pasados ya varios meses de la
desaparición de Hugo Chávez, también surge otra evidencia: no estamos en el
punto cero. No es correcta tampoco la visión de que todo se ha venido abajo y
de que no hay ninguna construcción de esa fuerza colectiva, organizada y
disciplinada que lleve adelante lo iniciado por el líder. Lo que hace falta es claridad y exactitud en
la definición de la meta.
La segunda
conclusión responde a la pregunta de quién debe ser el sujeto de esta
transformación.
No solamente se
trata del asunto del papel del líder, cuya importancia no se desconoce, pero
después de la contundente experiencia de Venezuela, la conclusión es
inobjetable: no puede ser solamente un líder, una persona, quien lleve a cabo
un cambio de época como el que se está gestando. Pero ni siquiera un Estado. La
segunda conclusión es que este cambio tiene que ser obra de los trabajadores.
Siempre se
habló en el movimiento socialista del papel histórico de la clase trabajadora,
de su función como vanguardia de todo el proceso revolucionario anti
capitalista. Curiosamente, sin embargo, cuando se trata de reconocer a los trabajadores
la posición directriz en la empresa productiva, brotan como flores silvestres
todas las prevenciones, las desconfianzas, las reservas, el escepticismo, en
una palabra, todos los prejuicios de clase más arraigados.
En el terreno
del presente análisis, la experiencia histórica del socialismo soviético es
inobjetable: los trabajadores nunca tuvieron efectivamente las posiciones de
mando ni en la empresa ni en la economía ni en la política ni en la dirección
del Estado. Fueron sus “representantes” quienes asumieron, en la práctica, esas
posiciones. Y esto explica el estruendoso fracaso de ese experimento heroico.
Cuando esto se quiso enmendar, reestructurar (perestroika = reestructuración),
ya los buitres directivos de las empresas estatales lo habían previsto todo,
ocupaban las posiciones de comando y habían resguardado las reservas
financieras para comprarle a los trabajadores la parte de propiedad que les
correspondía en las empresas que se quería reestructurar.
Es la clase
trabajadora, el conjunto de las clases asalariadas de la sociedad,
directamente, sin intermediarios ni representantes, quienes deben llevar a cabo
la tarea histórica de poner fin a la división de la sociedad en clases
explotadoras y clases explotadas.
Un peligro
concreto que amenaza a los procesos transformadores latinoamericanos se
encuentra en este punto. Dirigidos por sectores esclarecidos de la sociedad,
impulsado por ellos, no por los trabajadores, su perfil es el de revoluciones
“desde arriba”.
Esta figura
desorienta el conjunto del proceso. El cambio “desde arriba” recibe su impulso
de un jefe, de un gobernante ilustrado, elegido por el voto de las mayorías
políticas (democracia burguesa) e inspirado por las mejores intenciones. Sin el
combustible del movimiento auténticamente popular, de abajo hacia arriba, la
primera necesidad de estos procesos es forjar un aparato estatal fuerte para
realizar los cambios. Este aparato es la burocracia estatal. Y la burocracia es
un monstruo de rostro amable pero de entrañas perversas: termina devorando al
proceso. La corrupción engendrada por los multimillonarios contratos del Estado
llega al punto en que se vuelve incontrolable. La coima es todopoderosa. El
argumento del soborno es más convincente que todas las proclamas filosóficas, sociales,
éticas.
La corrupción
es un fenómeno creciente en el mundo, porque los Estados, de todas las
vertientes ideológicas, crecen sin límites. Los procesos reformistas
progresistas (que no revolucionarios: no todavía) de Latinoamérica están, en
general, expuestos a este virus, cuyo único antídoto es que los intereses del
sector social que pase a las posiciones de comando se identifiquen y se
confundan con los de la mayoría, la más amplia posible, de la sociedad. Esa
sector no puede ser otro que la clase trabajadora. Las clases explotadoras
llegan con intereses distintos, por fuerza minoritarios, al poder, y en estas
circunstancias el Estado pasa a ser un instrumento de esos intereses, sin
escrúpulos de ninguna índole: el poder es para utilizarlo.
La cuarta
conclusión proviene del análisis realizado del presente –el estado actual del
modelo capitalista–, el pasado desarrollo histórico de los modelos
anteriores–, y el futuro –qué formaciones nuevas pueden identificarse como
señales de lo que debe ser el modelo que sustituya al capitalista. La
conclusión es la de que el nuevo modelo es la empresa de los trabajadores como
expresión de la nueva forma de propiedad sobre los medios de producción
fundamentales. Es, por tanto, la nueva estructura para construir la nueva
sociedad.
Este análisis
coherente de la evolución de los modelos previos muestra que la eliminación de
la explotación del hombre, que es el ideal del socialismo, sólo se puede
alcanzar transformando las condiciones que han permitido que, en los modelos
anteriores, haya un sector de la sociedad que vive del trabajo de los demás.
Esas condiciones las define la estructura de propiedad de los medios de
producción fundamentales.
El socialismo
debe ser ese otro tipo de sociedad en que cada uno vive de su propio trabajo
porque nadie más se lo apropia para sí, es decir, nadie se lo expropia, es
decir, nadie explota el trabajo del otro. Esto solamente se puede lograr cuando
los productores directos, los trabajadores, sean los propietarios reales de los
medios de producción.
Por último, la
definición del rumbo del Socialismo del siglo XXI hacia la empresa de los
trabajadores como eje de las transformaciones estructurales profundizará el
carácter revolucionario de estos cambios, en varios aspectos:
- facilitará y estimulará
la movilización, unificándolos y fortaleciéndolos, de los trabajadores
asalariados que en la actualidad todavía no ven con claridad el objetivo de sus
luchas;
- ayudará a
establecer las prioridades, los medios y los métodos para cada uno de los pasos,
cada una de las medidas que deben tomarse en cada momento, como ayuda la
brújula a dar los golpes de timón que lleven el navío al puerto deseado;
- fortalecerá
igualmente al conjunto de los procesos nacionales, convirtiéndose en la
amalgama más sólida de la integración latinoamericana, uno de los objetivos más
claros de la Revolución Bolivariana y tal vez el mejor acogido por la región,
lo que señala, de paso, que es la primer prioridad;
- conferirá al
movimiento latinoamericano el lugar paradigmático de modelo para las
transformaciones revolucionarias que impondrá la necesidad de encontrar una
salida a la crisis global en que se debate la economía mundial –una salida
aunque no una solución: esta crisis no tiene solución. El mundo no podrá evitar
las grandes conmociones que ya han comenzado a lo largo y ancho del planeta,
entre las que aparece como la principal la lucha creciente por un cambio de
época radical. El nuevo modelo no tiene como meta solucionar inmediatamente,
como si se tratara de una medicina milagrosa, los problemas sociales que ha
generado la economía capitalista.
Esto debe
quedar claro. La economía tiene como objeto el manejo y la administración
eficiente de la riqueza producida por la sociedad humana. Esta no es tarea
fácil. No lo es bajo el capitalismo, no lo ha sido bajo ningún régimen social,
no lo será en el futuro socialista.
El nuevo modelo
no va a cambiar esto por medio de una receta mágica. Lo que sí es seguro,
con seguridad absoluta, es que bajo el
nuevo modelo el manejo de la economía se hará de manera radicalmente distinta.
La base de esta afirmación es que ese manejo de la economía, que es el manejo
de la producción y de la distribución de la riqueza producida, estará en manos
de los propios productores de esa riqueza, por los trabajadores.
Nacerá una
nueva economía. La economía será una verdadera ciencia, distinta radicalmente
de lo que hoy se entiende por economía, que no pasa de ser una macro
contabilidad construida sobre sus tres columnas axiales: debe, haber, saldo. Lo
impone la lógica del capital es la lógica de la ganancia.
La nueva
economía tendrá que construirse sobre bases científicas y por el método
científico, aplicado a la compleja realidad de la sociedad humana para
beneficio de esta sociedad en conjunto.
Esta nueva
economía determinará una nueva época histórica. Si debemos llamar a esta época
socialismo u otra denominación, es secundario[16].
Pero hasta el momento, el hecho de colocar como objetivo supremo el bienestar
de la sociedad para beneficio de cada uno y de todos los individuos que la
integran, justifica hablar de un nuevo socialismo, el socialismo del siglo XXI.
La empresa de
los trabajadores es el norte de este socialismo
EPÍLOGO
El punto de
partida de este trabajo fue la casi derrota sufrida por el “chavismo” (que no
debe ser lo mismo que la Revolución Bolivariana) en las elecciones del 14 de
abril en Venezuela, y el abanico de análisis que se abrió en la red en la
tónica general de exigir definiciones sobre la dirección o a falta de dirección
de este proceso y la necesidad de profundizarlo, sin que se precisara
claramente en qué sentido debía darse esa profundización.
Pasados cinco
meses de esa fecha clave, un conjunto de sucesos en Latinoamérica –los
sorpresivos levantamientos multitudinarios en Brasil, el inaudito atropello
contra Bolivia en la persona de su presidente Evo Morales de parte de países de
una Europa dominada por el capital financiero (Troika), el franquismo español
encarnado en el Opus Dei y su diligente activista José María Aznar, otras
elecciones desfavorables para la tendencia progresista en Argentina, los
rápidos movimientos estratégicos del principal aliado del capital financiero
estadounidense en la región, el presidente colombiano Juan Manual Santos, en la
senda de hacer de ese país un enclave gemelo del que representa Israel en el
Medio Oriente, mediante su generosa oferta del territorio colombiano a la OTAN
y de los mercados de la Alianza Pacífica a los emproblemados EE.UU y Europa, la
de la eurozona, su provocadora entrevista con Henrique Capriles así como la de
éste con Sebastián Piñera, las visitas del Vicepresidente Joe Biden y del
Secretario de Estado John Kerry de EE.UU. a Colombia y Brasil sin claras
justificaciones– parece corroborar lo que ya en esos pronunciamientos se mencionó:
que el efecto desmoralizador de los resultados de aquellas elecciones
venezolanas podría propagarse a la región, con la amenaza consiguiente del
fortalecimiento de las fuerzas reaccionarias internas y externas alentadas por
el remezón venezolano para intentar golpes de fondo al movimiento
Latinoamericano en su conjunto.
Añádase a este
panorama un aspecto de detalle pero diciente: el olvido o la renuencia a la
mención del Socialismo del siglo XXI en el discurso del progresismo
latinoamericano, después de la desaparición de su mentor.
Es inobjetable
que cada una de estas situaciones exige análisis y debates profundos, y que,
aparte de registrar el carácter contrarrevolucionario general que los unifica,
no se pueden hacer generalizaciones simplistas.
Teniendo en
cuenta esta observación de fondo, cabe señalar que el planteamiento central del
presente trabajo, la urgencia de definir hacia dónde se dirigen todos estos
procesos nacionales latinoamericanos, y
que esa definición tiene como punto central el nuevo modelo económico, es
completamente válido. Esa definición será un paso fundamental para clarificar
estrategias, caminos y metas, de manera que se logre la tan reclamada
profundización de todo el proceso en conjunto.
Como queda más
preciso aún, la propuesta teórica resultante consiste en definir como base del
nuevo modelo la propiedad plena de los trabajadores sobre la empresa
productiva, lo que representa el cambio de propiedad de los medios de
producción actualmente en manos de los capitalistas a manos de los
trabajadores, por caminos distintos de la expropiación (que debe contemplarse
únicamente como excepción extrema ante acciones del capital abiertamente
hostiles y obstruccionistas) y de las formas estatales de propiedad.
Si esta
propuesta, que presento con plena convicción pero también con la profunda
disposición a reconocer que puede y debe ser analizada críticamente, encuentra
acogida, no abrigo ninguna duda de que contribuirá de manera sustancial a
clarificar muchas de las confusiones, incertidumbres y equivocaciones que en
este momento adquieren las dimensiones de graves amenazas para el éxito de
estos proyectos transformadores que son la esperanza de millones de
latinoamericanos, y aun de los trabajadores en todo el mundo.
Alfonso Monsalve Ramírez
Cumbayá, octubre
15 de 2013
[1] Ver Alfonso Monsalve Ramírez, Trabajadores
Empresarios, Segunda parte, Empresas de los trabajadores en la actualidad,
Ediciones Aurora, 2012, Bogotá-Quito, págs. 129 a 253. Allí hago una reseña y
un análisis bastante amplios de estas empresas, y cito varios ejemplos de los
muchos que hay y que operan exitosamente en diferentes países. También se
incluyen fracasos y errores que resultan igualmente didácticos.
[2] Es de la mayor
importancia comprender cabalmente esto, por lo cual debo prevenir contra las
interpretaciones del presente trabajo como un programa de gobierno para
ejecutarse en cuatro o seis años de un período presidencial. No es eso ni nada
similar. Es una visión histórica que señala una meta histórica, lo cual tampoco
significa que deba postergarse para un futuro lejano. Es una visión de larga
proyección pero útil para el hoy, para el presente inmediato, porque, como ya
lo he dicho y establecido, señala el rumbo que debe seguirse desde hoy mismo:
las empresas de trabajadores pueden y deben crearse desde este momento: de
hecho ya han comenzado a existir. Esta es la esencia de este trabajo.
[3] Alfonso Monsalve Ramírez, Op. Cit., págs. 181-183.
[5] Ver
http://www.nceo.org/employee-ownership-update/2013-04-15
[6] Paola Parra, La propiedad de los trabajadores, Introducción a la Economía del Nuevo
Humanismo, citada en Trabajadores
Empresarios, pág. 167. La profesora Paola Parra, del Movimiento Humanista
Siloísta, fue la primera persona en proponer, juntamente con su colega y
correligionario, Manuel Riesco, la empresa de propiedad de los trabajadores,
como alternativa a la empresa capitalista.
[7] «China considera ESOPs
de amplia base. – El 5 de agosto (de 2012) la Agencia China Xinhua anunció que
la Comisión Reguladora de Seguridades de China publicó un prospecto de
regulaciones que permitirían a los trabajadores de las empresas públicas
utilizar una pare de sus compensaciones para adquirir acciones en sus empresas.
Esto significaría un significativo cambio para China, donde los planes
existentes solo aplicaban para altos ejecutivos. Los nuevos planes se denominan
planes de propiedad accionaria de los trabajadores, o ESOPs, pero se
diferenciarían de los ESOPs de Estados Unidos en muchos aspectos…», boletín
informativo mensual del NCEO, agosto 2012.
http://www.nceo.org/employee-ownership-update/2012-08-15o
[8] Informes más
actualizados parecen indicar una tendencia a desvirtuar los ESOP por parte de
los gobiernos norteamericanos y europeos, reduciéndolos a planes de ahorro para
garantizar al trabajador retirado una pensión de jubilación, y otras formas y
normas ambiguas y confusas que han debilitado el concepto de propiedad real de
los trabajadores. Por otra parte, las cifras globales que en los años 90 se
situaban en los 20 millones de trabajadores usufructuarios de estos planes
(Movimiento Humanista), veinte años después los reducían a entre 11 y 15
millones (Wikipedia) y no ha sido posible hallar cifras más recientes
confiables. La información más reciente y segura es la que ofrece el Boletín
electrónico del NCEO de la primera quincena de septiembre de 2013, con la lista
de las 100 empresas con ESOP’s en donde los trabajadores tienen mínimo el 50%
de la propiedad accionaria. Ver en
https://snt148.mail.live.com/default.aspx?id=64855#n=1256056242&fid=&qvid=7&mid=bb1bb2f4-1582-11e3-8628-002264c24a08&fv=1
[9] Puede aplicárseles el
análisis crítico del marxismo a los falansterios y otras formaciones propias
del socialismo utópico, cuya esencia es la de no estar dirigidas a transformar
al capitalismo, sino que se reducen a islotes que no pretenden modifican la
sociedad a la que pertenecen.
[10] Un ejemplo en el
Ecuador lo ofrece la cadena de supermercados Supermaxi, pertenecientes a un
grupo poderoso de inversionistas dueños de muchas otras empresas, que van
engullendo cada vez con mayor voracidad a cuanto proveedor entra en relaciones
comerciales con ella. A la vista de los consumidores, todos los productos “de
la competencia” terminan borrando la marca original y reemplazándola por la
firma monopólica: Supermaxi.
[11] Sin patrón, Lavaca Editora,
1ª edición, Buenos Aires, 2007, www.lavaca.org
[12] Ver O. Bayer, Las nobles búsquedas, www.lavaca.com
y
http//www.recuperadasdos.com.ar/relevamiento2010.html
[13] «El problema para
producir esto es que se ha creado el mito de que sin el sistema financiero nada
puede funcionar. Se cree que es la profunda interconexión del sistema
financiero la que facilita la vida en la Tierra y que sin una banca funcionando
las 24 horas del día volveríamos a la edad de piedra. Eso es falso. Si Goldman
Sachs, JP Morgan, Deutsche Bank o Credit Suisse desaparecieran de la faz de la
Tierra todo seguiría exactamente igual… La riqueza real se mide por la
capacidad productiva de una economía y no por la capacidad de hacer fraudes
financieros.
Es cierto que un cese
total de la banca generaría ondas de choque en términos de aumento en las tasas
de interés y caída en el valor de las acciones. Pero este shock transitorio no
duraría más de un año…»- Marco Antonio
Moreno, ¿Por qué no aumentamos la deuda pública y dejamos caer a la banca?, Blog Salmon, octubre 25, 2011,
elblogsalmon.com/…/por-que-no-aumentamos-la-deuda-publica-y-dejamos-caer-a-la-banca
[14] Es absolutamente
indispensable superar y desterrar la sacralización de la pobreza y de la
humildad que caracteriza a ideologías como el cristianismo primario y elemental
y otras afines.
[15] Esta orientación que ya
se ha esbozado por diversos economistas, resulta fundamental y muy oportuna
para las empresas de los trabajadores en su etapa inicial. Coincidentemente, en
sus más recientes previsiones para la superación de la crisis actual, la UNCTAD
la incluye entre sus recomendaciones primordiales: «…las economías
emergentes se hicieron fuertemente dependientes de sus exportaciones. La caída
del comercio obligará a estas economías a tener un rol más centrado en la
demanda interna y regional. Dice el informe: A diferencia del crecimiento impulsado por las
exportaciones, las estrategias de demanda dirigidas pueden ser realizadas por
todos los países al mismo tiempo y sin efectos de empobrecer al vecino… si
muchos países en desarrollo logran coordinadamente ampliar su demanda interna,
sus economías podrían convertirse en los mercados de la otra y estimular el
comercio regional… Por lo tanto, cambiar el enfoque de las estrategias de
desarrollo de los mercados internos no significa minimizar la importancia del
papel de las exportaciones… La creación y
redistribución de ingresos para las familias de ingresos medios es fundamental
para esta estrategia de desarrollo, ya que los hogares tienden a gastar una
mayor proporción de sus ingresos en el consumo, en bienes y servicios
producidos en la región. El aumento de la demanda
agregada que generaría este desarrollo interno, podría proporcionar
un incentivo para invertir en la expansión de la capacidad productiva y en la
adaptación a los nuevos patrones de demanda local…». Marco Antonio Moreno, Caída del comercio
mundial marca el fin del modelo basado en las exportaciones, boletín cibernético
del Blog Salmón, 14 de septiembre de 2013
http://www.elblogsalmon.com/economia/caida-del-comercio-mundial-marca-el-fin-del-modelo-basado-en-las-exportaciones?utm_source=feedburner&utm_medium=email&utm_campaign=Feed%3A+elblogsalmon2+%28El+Blog+Salm%C3%B3n%29
[16] Largos amaneceres
reflexionando sobre la conveniencia y los inconvenientes de la denominación de
“socialismo” me han llevado a vislumbrar ciertas opciones. En sana lógica, esta
denominación es la correcta. Pero los avatares de la historia la han
desvirtuado en tal forma que en lugar de aclarar, confunde: a esta confusión le
trabajan exhaustivamente los medios de “información” (de desinformación)
capitalistas, y su poder de engaño y de corrupción es todavía demasiado grande.
Ante estas realidades,
quizá la denominación que mejor se ajustaría al nuevo modo de producción sería
“laboralismo”: no laborismo, otro término desacreditado por la cultura
recónditamente capitalista de los ingleses. Laboralismo expresa mejor la
contraposición con capitalismo: laboralismo, predominio del trabajo (labor),
capitalismo, predominio del capital. Pero una decisión tan comprometedora exige
más aportes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario