¿Hacia dónde? (IV y final)

Definiendo el rumbo del Socialismo del siglo XXI

5.  Algo nuevo está naciendo
Simultáneamente con la declinación creciente del capitalismo y la desmoralización general de las clases trabajadoras, asoman en el horizonte las señales de una transformación.
En primer lugar, en muchos países, comenzando por los Estados Unidos, han comenzado a aparecer otras empresas productivas, de servicios y comerciales que son de propiedad integral de sus trabajadores.
No es un fenómeno muy divulgado aún, aunque sí conocido en círculos especializados. El hecho histórico es que esas empresas existen y son exitosas[1].
Se presenta bajo diferentes modalidades y con diversos rasgos, pero ya es posible detectar también algunas características comunes que permiten hablar de un nuevo modelo de empresa productiva, con todas las posibilidades de constituirse en el nuevo modelo económico.
Será una transformación a desarrollarse en el inmediato futuro, aunque no en un tiempo corto sino, lo contrario, un proceso histórico prolongado, como han sido todos los cambios de época anteriores[2].
Los principales rasgos de este naciente modelo productivo pueden ser los siguientes:
– la propiedad directa de los trabajadores sobre la empresa productiva, es decir, sobre los medios de producción;
– es un modelo que comprueba su superioridad sobre el actual modelo capitalista en áreas fundamentales: productividad, iniciativa individual y colectiva, reinversión del excedente para beneficio de sus propietarios en condiciones de equidad distributiva, nuevos valores éticos, capacidad para enfrentar las crisis capitalistas y mayor supervivencia de la empresa[3].
– asume diversas formas estructurales: cooperativa, empresa autogestionaria, empresas comunitarias o comunales, empresas privadas de los trabajadores, propiedad compartida entre trabajadores e inversionistas, y alguna otras estructuras menos definidas que entrarían en el rubro general de economía popular y solidaria.
Lo que se puede afirmar desde ahora es que estos embriones de nuevos tipos de empresa son, sin lugar a duda, los brotes de una nueva formación económica que anuncia el cambio fundamental esperado y que terminará sustituyendo al capitalismo.
Con la anotación adicional de que este fenómeno repite lo que se dio en los anteriores cambios de época, en el sentido de que la nueva formación se engendra en las entrañas de la formación social que declina. Los primeros talleres instalados por comerciantes en los burgos, a las puertas de los castillos feudales, germen de las primeras fábricas, e incluso éstas, aparecen mucho antes de las revoluciones liberales.
La conclusión es clara: la revisión del desarrollo histórico de los modos de producción converge en forma lógica, es decir, coherente, a la formulación de que la empresa de propiedad de los trabajadores es el nuevo modelo económico estructural sustitutivo del modelo capitalista basado en la empresa de propiedad de los capitalistas.
En seguida, una breve enumeración de las principales formas que han asumido las empresas de propiedad de los trabajadores ya existentes, sin entrar en ningún nivel adicional de análisis.

Cooperativas
Es una de las formas que vienen de tiempo atrás y ofrece amplia diversidad en todos sus aspectos estructurales, sus objetivos y sus resultados. Existen cooperativas de ahorro, de producción, de consumo y para muchos otros fines. Siendo su motivación original esencialmente solidaria e igualitaria, pueden darse y se han dado, sin embargo, distorsiones de toda clase, hasta llegar a abusos intolerables, que dan un giro de 180 grados a sus objetivos de beneficio social[4]. Aun así, el modelo cooperativo tiene muchas ventajas y facilidades, dado que es una forma de asociación más o menos universalmente aceptada, razón por la cual es la primera en que se piensa cuando se habla de mancomunar esfuerzos en aras de alcanzar objetivos benéficos para todos sus miembros y aun más allá, para el entorno social.
Como paradigma de este modelo se menciona habitualmente en primer lugar a las Cooperativas Mondragón, de España, grupo de cooperativas y empresas fundadas en 1956 por el sacerdote José María Arizmendi, que se extendió paulatinamente a toda España y luego a otros países.
Una noticia que constituye una síntesis actualizada sobre Mondragón (marca cooperativa que el grupo adoptó el 1 de abril de 2008), es la que ofrece el Boletín del Centro Nacional sobre Propiedad Empresarial de los Trabajadores (NCEO, National Center for Employee Ownership) del pasado 14 de abril de 2013, dando cuenta de algunas dificultades ocasionadas por la crisis global actual y la forma de solucionarlas en este tipo de empresas:
«Mondragón: Las Cooperativas de trabajadores en una economía en dificultades
Originario del País Vasco en la costa norte de España, Mondragón es el séptimo grupo más grande de España, con US$20 billones de ingresos y 84.000 trabajadores en todo el mundo. La Corporación de Cooperativas Mondragón es la casa matriz de 111 negocios en sectores que van desde la manufactura a la consultoría y a la venta al por menor.
Mientras la economía de España se contrae a una tasa anual de 1.9% y tiene un desempleo del 26%, Mondragón ha cerrado, hasta ahora, solamente una de sus unidades, una cooperativa de 30 personas que fabricaba equipos para la industria maderera. Esos trabajadores, y cualesquiera otros cuyas cooperativas no puedan desempeñarse productivamente por más tiempo, son redistribuidos entre otras cooperativas del grupo MCC. La redistribución es una de las razones por las cuales las cooperativas reclaman ser más flexibles que los negocios tradicionales. Otra, explica Emilio Cebrián, director social del grupo de supermercados Eroski de Mondragón, es que “Cuando los tiempos son malos, nosotros podemos recortar costos salariales decidiéndolo entre nosotros mismos”. En conjunto, los salarios promedio en Mondragón han caído alrededor de un 5%.» [5]

Empresas de propiedad privada de los trabajadores
Son numerosas, diversas y situadas en diferentes países. Muy exitosas, con la característica de que el éxito no se mide solamente por los resultados puramente económicos, monetarios, sino por otros valores sociales, éticos y culturales.
El mejor ejemplo puede ser la empresa londinense John Lewis, por su origen, la toma de conciencia de su propietario del inmenso desequilibrio entre lo que ganaban él y su padre, fundador de la firma. Según él mismo, padre e hijo recibían 30 veces más que el conjunto de todos sus trabajadores. También es ejemplar por la cantidad de trabajadores, hoy socios, que la integran en la actualidad –63 000 en 27 grandes tiendas– y por los resultados muy exitosos en todos los aspectos. En su sitio en la red, www.johnlewiss.com así como en sus páginas en Facebook, Youtube y Twitter se encuentra toda la información que se desee conocer sobre esta empresa.
Pero existen muchas más igualmente ejemplares, que pueden consultarse en la red. Cabe llamar la atención sobre una formación particular, los Employee Stock Ownership Plans (ESOP), surgidos en los Estados Unidos. Derivados del capitalismo popular, desarrollado a mediados de los años 50 del siglo XX por Louis Kelso para contrarrestar el avance de las ideas comunistas entre los trabajadores estadounidenses, en 1974 toman un giro nuevo:
«Dejando establecido que los ESOP's surgen como una propuesta capitalista para solucionar problemas del capitalismo, el desenvolvimiento de este fenómeno se abre paso con ritmo creciente y seguirá dos cursos divergentes que terminarán por hacer evidente su intrínseca condición contradictoria.
 “La propiedad de los trabajadores se empieza a transformar en un fenómeno de relevancia en los EEUU a partir de 1974, año en que se aprueba una legislación que entrega ciertos estímulos estatales, principalmente subsidios tributarios, al desarrollo de la propiedad de trabajadores. A partir de entonces, el fenómeno se ha venido desarrollando por diferentes vías, hasta alcanzar, en la actualidad, una magnitud significativa”.»[6]
En efecto, los ESOP se han extendido no solamente dentro de los EE.UU. sino en muchos países de Europa y Asia (recientemente fueron adoptados por el gobierno chino[7]), y los datos más recientes del NCEO (National Center for Employee Ownership – Centro Nacional de la Propiedad de los Trabajadores) y del EFES (European Federation of Employee Share Ownership – Federación Europea de Propiedad Compartida de los trabajadores), que publican mensualmente boletines informativos, muestran un crecimiento continuo de la cantidad de empresas que incluyen estos planes.
Merecen estudio y atención porque constituyen la aproximación más cercana a la empresa de propiedad plena de los trabajadores y comprueban la superioridad del modelo en muchos aspectos sobre la empresa capitalista tradicional, de propiedad privada exclusiva de los capitalistas [8].

Modelo autogestionario
En esencia este modelo combina la propiedad estatal de la empresa con la autogestión por parte de sus trabajadores.
Su origen fueron las empresas autogestionarias creadas por el presidente de la Yugoslavia socialista, el mariscal José Broz Tito, sobre las cuales se han hecho abundantes estudios y se ha intentado aplicar su modelo en muchos otros países y experimentos.
El kibutz israelita puede considerarse uno de esos intentos. En todos los casos, los resultados son prácticamente los mismos: un comienzo entusiasta, un desarrollo inicial exitoso y un declive inevitable hasta el fracaso final.
Se puede generalizar la causa, aunque existan matices que diferencien unos casos de otros: la mano del aparato burocrático del Estado, en forma directa o bajo otras modalidades que no alcanzan a disfrazar al causante real, el estatismo y la supeditación final de la voluntad de los trabajadores a ese poder.

Modelo comunitario
Pueden incluirse aquí muchas modalidades de un tipo de empresa no estatal pero tampoco la empresa privada capitalista, sino donde la propiedad aparece diluida en algún grupo social, como una comunidad étnica, religiosa, o de índole similar.
Suelen tener sus fundamentos teóricos en concepciones culturales ancestrales, como pueden ser las de las comunidades indígenas americanas (Zumak Kawsay), o en concepciones humanitarias como algunos monasterios religiosos, o las de los movimientos humanistas o las masónicas, etc.
En estas asociaciones suele haber un piso sólido de valores éticos que, por una parte, tienen como denominador común las relaciones de solidaridad y equidad, y por la otra, riñen con los valores fundamentales de la empresa capitalista que se anudan todos en torno a la lógica de la ganancia individual de los propietarios del capital.
Al mismo tiempo son liberadoras pero vulnerables, sobre todo teniendo en cuenta el entorno dominante que es el de la propiedad privada capitalista[9], que las cerca y las somete a los ataques y las maniobras de la competencia, conduciéndolas con frecuencia al fracaso por simple imposibilidad de subsistir sin suficiente fuerza financiera.
Es más, en caso de que estas empresas alcancen algún éxito, no tardarán en convertirse en bocado muy apetecible para el capital financiero que no puede permitir la coexistencia con rivales. El capital, en general, tiende al monopolio, a la eliminación del competidor aunque no aparezca más que como una pequeña empresa creciendo dentro del mismo espacio de mercado[10].

La experiencia de las Empresas Recuperadas Argentinas
La crisis económica que vivió Argentina en 2001 tuvo una respuesta ejemplarizante de parte de los trabajadores de las empresas que iban a la quiebra: las recuperaron, oponiéndose firmemente a su cierre. Se conoció como el de las Empresas Recuperadas Argentinas, pero el desenvolvimiento de los hechos llevó a rebautizarlas simplemente como Empresas Autogestionarias.
Numerosos análisis se han realizado sobre este “fenómeno”, y un libro publicado por una de las imprentas recuperadas recoge un buen número de testimonios de lo que fue esta gesta obrera, bajo un título muy diciente: “Sin patrón”[11].
Otro estudio llevado a cabo por profesores y estudiantes de la Universidad de Buenos Aires[12] calificó a este experimento como “el más esperanzador”. Hoy, en pleno vórtice de la crisis global del capitalismo, tal calificativo adquiere pleno valor. No cabe duda de que este “modelo” de solución será una de las formas como los trabajadores que van cayendo implacablemente en el desempleo y en el paro forzoso, especialmente en la Europa del euro, encontrarán la vía hacia el nuevo modelo económico: la empresa de los trabajadores.
Los casos o “modelos” presentados hasta aquí no agotan ni de lejos la exploración de las formas que puede asumir la empresa de propiedad de los trabajadores. Se hace indispensable una profundización de este aspecto, orientada a una definición tan precisa como sea posible de la manera como debe estructurarse el nuevo modelo empresarial. En mi trabajo ya citado Trabajadores y Empresarios intenté aproximarse a esta definición, pero es evidente que se requiere una labor mucho más profunda y amplia, de equipo, para llegar a resultados firmes y viables. Y sobre todo, se debe apelar y confiar en la iniciativa y creatividad de los propios trabajadores, de manera especial los que laboran en las empresas estructuralmente más evolucionadas del capitalismo.
La nueva formación social no puede tomar como punto de partida las del pasado remoto, tendencia más o menos extendida que se expresa en la idealización y la glorificación de las épocas supuestamente bucólicas e idílicas de la comunidad simple, primitiva. Por el contrario, el socialismo o la formación social que debe suceder al capitalismo, tiene que arrancar de los máximos desarrollos de éste, y avanzar de allí hacia adelante, hacia el futuro, no hacia el pasado. Lo contrario es caer en el idealismo ingenuo y en el utopismo idílico, no en el propositivo y constructor.

6.  ¿Fin del capitalismo?
¿Quiere decir todo esto que estamos ante la crisis final del capitalismo? ¿Se acaba el capitalismo? Cada cierto tiempo, ante estos cataclismos, la academia se embarca en divagaciones acerca de si se trata ya de la última crisis del sistema capitalista, si éste se acaba o muere.
Los sistemas sociales, los modos de producción no se acaban, no finalizan, no mueren ni desaparecen como sucede con los individuos de la especie humana: a este antropomorfismo tendencial debemos tales visiones apocalípticas que no aclaran nada.
Los sistemas sociales que podemos reconocer en la historia no han desaparecido totalmente. Llegaron a su decadencia y dejaron de ser sistemas dominantes, pero aún existen aunque sea en condiciones minoritarias y subordinadas: hoy en día se encuentran todavía casos de esclavitud, sin esclavismo, y relaciones feudales, sin feudalismo; incluso hay formaciones que podrían equipararse a la comunidad primitiva, aunque esta desapareció hace muchos siglos. El sistema capitalista no escapará al mismo proceso. De hecho, lo que estamos viendo y viviendo en el presente, es el comienzo de su declinación definitiva, pero ese ocaso tomará todavía un largo tramo de historia.
El capitalismo financiero todavía es terriblemente poderoso. Dispone de recursos acumulados de toda índole, monetarios y financieros en primer lugar, los que esconde en sus caletas globales.
En segundo lugar, recursos técnicos, tecnológicos y materiales inmensos y que constituyen la vanguardia de las fuerzas productivas materiales, pero generando más conflictividad y desequilibrios que bienestar común debido a las relaciones de producción que las atenazan.
En tercer lugar, recursos bélicos aterradores y distribuidos estratégicamente sobre la superficie del planeta precisamente previendo su desmoronamiento inminente bajo el empuje del movimiento social mundial.
En cuarto lugar, cuenta con el poderosísimo aparato de distorsión y de manipulación del pensamiento humano que se haya conocido jamás, todos los medios de “información” y de comunicación de todas las modalidades tecnológicas, enganchados todos a los grandes grupos y corporaciones del capital financiero mundial. Desde luego, son los grandes defensores del statu quo en el mundo, y todavía pueden hacer daño inmenso porque emplean a fondo ese enorme poder para denigrar cualquier intento de liberación de la verdadera información.
Pese a toda esa maquinaria, este capitalismo hiper concentrador y elitista, especulativo, expoliador e improductivo, es altamente vulnerable, como lo estamos viendo, precisamente por las mega dimensiones de sus acaparamientos que no sólo afectan vitalmente cada vez más a más sectores sociales y económicos en todo el mundo, sino que pasan a ser cada vez más virtuales, más deleznables.
Ya se ha dicho: si desaparecen estos bancos inundados de “activos tóxicos” y otras bazofias económicas, la economía real no se afectará sustancialmente[13]. Más bien puede ser la puerta de salida de la crisis: suprimir esas abultadas caletas, despojar de su deleznable poder de maniobra a los magnates que hoy se muestran tan poderosos.
Y revitalizar la producción real, la economía real, reestructurarla, reconvertirla sobre nuevas bases: sobre nuevas fuerzas, las fuerzas del gran torrente anticapitalista que en algún momento va a terminar por desbordarse.

7.  La empresa de los trabajadores
La empresa de los trabajadores es la empresa de propiedad de todos los trabajadores que laboran en ella.
Esta es la definición básica del nuevo modelo. Una vez más es necesario recordar que un modelo económico no es más que una propuesta teórica, y que esta es apenas una aproximación a la realidad bajo la forma de un esquema simplificador: un mapa, una carta de navegación.
Lo que el modelo económico intenta establecer es el norte de este mapa, para orientar las vías de acceso, la dirección de las acciones requeridas para llegar a los objetivos buscados.
El modelo no define detalles, particularidades, métodos ni acciones concretas. Una vez establecido el norte, cada caso concreto debe desarrollarse de acuerdo con sus condiciones y características particulares, que cubren una amplia gama de posibilidades. Pero lo esencial no debe perderse de vista en ningún momento: lo esencial es la propiedad de los trabajadores sobre la nueva empresa productiva, y por esta vía, el traspaso del manejo de la economía de la clase capitalista a la clase trabajadora. Traspaso que no es un movimiento de un objeto de aquí allá, sino el proceso histórico de transformación de la estructura social fundamental, o sea, un largo trayecto que la humanidad tomará mucho tiempo en recorrer.
Cuando se dice que lo esencial del capitalismo es la propiedad privada de los medios de producción por parte de los capitalistas, no es están explicitando todas las formas particulares que puede tener ese mismo modelo de empresa. Empresa familiar, pequeña empresa, pequeño taller artesanal, empresa constituida por un sólo propietario o por varios o por muchos propietarios, sociedad limitada (de responsabilidad civil limitada), sociedad anónima, mixta, cooperativa, local, regional, internacional, multinacional, corporación de empresas, competitiva o monopólica, etc., sin mencionar las que se camuflan bajo antifaces como muchas “fundaciones”, organizaciones no gubernamentales (ONG’s), organizaciones “de caridad” o asistenciales y otras.
En forma similar, la empresa de los trabajadores puede asumir infinidad de modalidades: empresa privada (de propiedad no estatal), cooperativa, comunal, comunitaria, autogestionaria, mixta y tantas variaciones como iniciativas individuales puedan desplegarse.
La única forma que no es posible en este modelo es la propiedad individual: si es empresa presupone la actividad de varios trabajadores, y en este modelo el objetivo es llegar a que toda empresa sea de propiedad de todos los trabajadores que trabajan en ella.
Si es el trabajo individual, como puede ser el de un artesano o el de ciertos profesionales o trabajos agrícolas, se asimila a lo que se denomina trabajo por cuenta propia, pero no es empresa propiamente dicha. O lo es en grado incipiente como pequeña empresa, caso en el cual es posible establecer un límite máximo de trabajadores asalariados no propietarios mientras la empresa se afianza y crece.
La empresa productiva moderna, desde la revolución industrial, debe crecer. No es posible concebir una empresa que se mantenga eternamente en el mismo punto, toda pequeña empresa debe crecer, desarrollarse. Si no crece, la alternativa, en el capitalismo, es ser absorbida por otra empresa más grande, o morir, desaparecer por inepta e ineficiente.
Una pequeña empresa naciente seguramente no puede repartirse al principio entre sus trabajadores. Debe fijarse, por tanto, la cantidad mínima y la máxima para considerarse pequeña empresa o empresa incipiente. A partir de allí, debe transformarse en empresa de todos los trabajadores que trabajan en ella, pero más que normas o cantidades rigurosas, deben contemplarse las condiciones particulares de cada caso, seguir criterios antes que normas estrictamente preestablecidas.
Sin embargo, es posible estimar que una empresa naciente puede formarse con tres, cinco trabajadores mínimo, y mantenerse bajo el esquema de trabajo asalariado no asociado hasta los quince o veinte trabajadores. Todo dependerá de muchas condiciones propias de cada empresa, y por tanto, será cada legislación, concebida por los propios trabajadores, la que establezca parámetros mínimos y máximos.

Principios fundamentales de la empresa de los trabajadores.
La empresa de los trabajadores como nuevo modelo económico es mucho más que la simple creación de asociaciones de trabajadores en una unidad productiva enteramente de su propiedad. Mucho más que entregar a los trabajadores la empresa productiva.
Necesariamente se transformarán del mismo modo las normativas básicas de gestión.
Un colectivo para aunar esfuerzos orientados a objetivos comunes, por definición tiene que trabajar mancomunadamente. Esto significa en forma solidaria y equitativa. Equidad no es lo mismo que igualitarismo. Equidad significa igualdad de derechos, deberes y oportunidades para todos sus integrantes. Igualitarismo significa dar trato igual a todos sin tener en cuenta sus méritos y sus responsabilidades, su desempeño real.
Los principios éticos fundamentales de la nueva empresa son: solidaridad, equidad, comunicación horizontal, democracia participativa. Sin ellos la nueva empresa no es viable, del mismo modo que la empresa capitalista no lo es dentro de tales principios.
Esto es así porque estos principios son inherentes a la estructura económica de la empresa de los trabajadores, en la que la propiedad es, a la vez y por definición, individual y colectiva, donde el colectivo es el conjunto de los trabajadores.
En cuanto a los principios económicos, pueden señalarse algunos ineludibles: la prohibición absoluta de transferir esa propiedad. En el caso del retiro voluntario o forzoso de un trabajador, su parte de propiedad debe reintegrarse a la empresa, no puede ser vendido o cedido a otros trabajadores o a compradores externos.
Como criterios básicos de gestión deben contemplarse el diálogo, el debate abierto y participativo, el consenso, la mediación en casos de conflicto irresoluble.
La nueva empresa también debe incorporar a sus hábitos de gestión la diversificación productiva, así como la flexibilidad para la reconversión ante la vertiginosa evolución de las nuevas tecnologías que fácilmente vuelven obsoleto un producto o un proceso productivo.
Aparece otra condición objetiva de la empresa de los trabajadores, determinada por el contexto en que esta nace: la coexistencia con la empresa capitalista tradicional. Esta condición impone, en primer lugar, la necesidad de crear desde la estructura misma de la nueva empresa las salvaguardas que la blinden contra la absorción por los grupos y corporaciones del capital financiero.
En segundo lugar, significa que la competencia que rige el mercado capitalista subsistirá por un periodo histórico prolongado. La nueva empresa de los trabajadores no podrá eludir este entorno, pero en cambio su fortaleza estará en la competencia por el bienestar –el enriquecimiento material y cultural– de sus trabajadores y el de sus familias[14], y por extensión,  el de la sociedad.
En la correlación de fuerzas vigente, la empresa de los trabajadores no podrá trabajar inicialmente para el mercado internacional, donde será prácticamente imposible competir con el capital financiero. Tendrá que hacerlo en principio para el mercado local y regional, como de hecho lo están haciendo muchas pequeñas y medianas empresas en la actualidad[15].
En esta perspectiva, adquiere toda su trascendencia la urgencia de la integración latinoamericana. El mercado latinoamericano es el espacio natural de la génesis, el desarrollo y la expansión de la empresa de los trabajadores de esta región.
En este contexto se hace necesario contemplar otra situación: la empresa mixta, de propiedad compartida entre trabajadores y capitalistas. En esta época en que la contradicción fundamental es la que enfrenta al capital financiero especulador (economía ficticia) de un lado y del otro, al aparato productivo de la economía real (economía real), no es aventurado prever alianzas entre empresarios capitalistas y trabajadores empresarios, e incluso muchas empresas productivas pueden encontrar la forma de sobrevivir convirtiendo en socios a sus asalariados.
En cuanto a la estructuración de la nueva empresa, deberá ser definida y reglamentada por los propios trabajadores, pues no puede ser de otro modo. Toda intervención externa será una interferencia, salvo la establecida en una nueva legalidad y, por tanto, en un nuevo Estado que también tendrán que modificarse en la dirección de garantizar la existencia, desarrollo y crecimiento de la nueva empresa, defendiéndola del asedio de los tentáculos del capital financiero, pero sin pretensión alguna de inmiscuirse en su gestión.
En esta dirección, los Estados y las respectivas constituciones que han comenzado a aparecer en diversos países, como los que caracterizan en este momento la tendencia progresista latinoamericana, se enfrentan al reto de ser al mismo tiempo proteccionistas en relación con las nuevas empresas de los trabajadores, y respetuosos de su iniciativa individual que requiere autonomía real y efectiva para desplegarse sin las trabas y exigencias de la burocracia estatal.

Los consumidores
Una breve referencia a la participación activa de los consumidores en la construcción de la nueva empresa de los trabajadores. La propuesta básica es que los consumidores accedan a la propiedad de la empresa de los trabajadores en proporción a la cuantía de sus consumos de los productos de esa empresa.
Esta propuesta es, por ahora, menos fácil de comprender. El capitalismo nos ha acostumbrado a ver en los consumidores solamente a entes pasivos que se manipulan a través de los mecanismos del mercadeo y la publicidad capitalistas, como verdaderos zombies dopados por el consumismo.
La empresa de los trabajadores, al incorporarlos en su propiedad y, por esa vía, en su gestión, les otorgará el reconocimiento como actores fundamentales de la economía, como que es de sus bolsillos de donde sale el financiamiento básico de la empresa productiva: sin consumo no hay producción.
Por lo demás, el mecanismo para la inclusión de los consumidores en el engranaje de la empresa ya lo ha creado el capitalismo, aunque bajo la figura de amarrarlos con los engaños de “promociones” que les prometen obsequios, descuentos que no lo son, en la medida en que sus costos están minuciosamente calculados e incorporados al precio del producto en el mercado, y otros mil anzuelos parecidos.
Un ejemplo actual que ofrece interesantes posibilidades para la nueva empresa, es el de las aerolíneas que ofrecen millas a aquellos viajeros que utilizan con frecuencia sus vuelos. El instrumento tangible es una tarjeta de plástico que identifica al pasajero y registra sus recorridos, convirtiéndolos en puntos canjeables por millas para viajes futuros. Estas tarjetas se usan hoy en muchos otros casos y para otros fines, y se han convertido en el icono de las transacciones de intercambio “sin dinero”, con “dinero plástico”: de hecho, dinero virtual, ficticio, puramente simbólico y, en esa medida y bajo el capitalismo, incierto. Pero abre interesantes perspectivas como instrumento básico monetario para una nueva visión del intercambio en una nueva economía.
¿Obsequian las aerolíneas al usuario esas millas adicionales? Naturalmente no. El auge de las comunicaciones en nuestro mundo actual ha elevado la demanda de sus servicios de tal manera que las aerolíneas pueden imponer a sus clientes las condiciones que quieran, y así estas empresas, otrora dechados de atención y cortesías con los pasajeros –época cumbre del capitalismo competitivo–, hoy, concentradas cada vez más en verdaderos imperios multinacionales, los someten a normas inflexibles y arbitrarias de toda índole para asegurar su cuota de ganancia, de manera que permita todos estos trucos de mercadeo.
Otro ejemplo puede ser el de establecimientos comerciales que “afilian” a sus compradores mediante la misma tarjeta mágica, a “clubs” de consumidores favorecidos con “descuentos” especiales por comprar siempre allí, así como “ofertas especiales”, rifas de automóviles, de electrodomésticos, de cruceros, etc. en determinadas fechas del año (la Navidad, la más gigantesca promoción comercial de este mundo globalizado). Todo pagado por el conjunto de compradores, miembros o no del privilegiado “club”.
Estos ejemplos abundan. La diferencia con la empresa de los trabajadores es que ésta incorporará a los consumidores con un ofrecimiento real: incluirlos como socios reales en la propiedad de la empresa, no sólo como usuarios sino, lo más importante, como sujetos activos de la gestión empresarial.
Esto desde luego tiene que ser definido en todos sus aspectos de manera conjunta entre trabajadores y consumidores, teniendo en cuenta que ahora les une un objetivo común, que la empresa sea exitosa, eficiente, creadora de riqueza material al mismo tiempo que distribuidora de beneficios sociales reales para todos. Esto quiere decir que, tanto trabajadores como consumidores asociados, comprenderán la necesidad de incluir en la planificación las reservas (acumulación, capitalización) que aseguren tanto la permanencia de la empresa como su crecimiento –que ahora será el crecimiento de todos, no sólo de un grupo minúsculo de personas como sucede en la empresa capitalista.

Viabilidad de la empresa de los trabajadores
Los argumentos que pueden esgrimirse contra el nuevo modelo económico se resumen en el de su aparente condición utópica: idealismo, ensoñaciones, no correspondencia con la realidad. Además se alega la imposibilidad de luchar contra el poder de los gigantes grupos y corporaciones que absorben, engulléndolas literalmente, a toda empresa que pretenda mantenerse independiente en este torbellino concentrador.
¿Acaso será posible enfrentarse a ese turbión?
Con seguridad sí, pero esto es un capítulo que merece estudio aparte. Digamos por lo pronto lo que ya está visto, que es precisamente ese gigantismo el que hundirá finalmente al capital financiero.
La creación de empresas de los trabajadores puede incluso llevarse a cabo sin violentar la vigencia del modelo capitalista: un grupo de trabajadores (cinco, diez, cualquier número) que se unan en un proyecto debidamente estructurado de empresa productiva, pueden hacerlo dentro de la normatividad de la propiedad privada. No se requiere la revolución política previa, como lo postulaba el socialismo estatista, y de hecho la figura de la expropiación de las empresas del capitalismo ya no aparece prácticamente en ningún programa político, ni siquiera de las izquierdas más recalcitrantes.
Fuentes de financiamiento pueden ser las propias instituciones del capital financiero, aunque, desde luego, resultarán más favorables las de financiamiento popular y solidario que ya existen y que han comenzado a proliferar en diversos países. También deben serlo los gobiernos progresistas, abriendo programas similares a los que existen actualmente para las PYME, sólo que con la condición ineludible de la propiedad de los trabajadores sobre la empresa.
Lo que sí es una condición fundamental y que requiere todo el esfuerzo de los sectores trabajadores y populares en todo el mundo, es la toma de conciencia de estas fuerzas, de que son ellas las que deben llevar a cabo la sustitución definitiva del modelo explotador y concentrador del capitalismo, por el nuevo modelo económico solidario, equitativo, popular, la empresa de los trabajadores.
En especial, este debe ser el eje de los movimientos sociales en todo el mundo, con particular énfasis en los procesos progresistas de América Latina, bajo las banderas del Socialismo del siglo XXI, y con formas fundacionales como Unasur, CELAC, ALBA.
Es el eje y el norte del torbellino revolucionario de hoy.

Conclusiones
El punto de partida de este análisis fueron los resultados de la elección de Nicolás Maduro para suceder en la presidencia de Venezuela al fallecido líder Hugo Chávez Frías, resultados que pusieron en evidencia el delgado filo sobre el que avanza la Revolución Bolivariana mientras su principal soporte sean los deleznables pilares de la democracia electoral burguesa.
Este proceso, por otra parte, no está circunscrito solamente a este país. Su amplio contexto está delimitado por las fronteras geográficas de Argentina, Uruguay, Paraguay, Brasil, Ecuador, Guyana, Nicaragua y Cuba, mientras que su delimitación temporal se remonta a la Revolución Cubana, triunfante, al intento revolucionario chileno abortado por el imperio estadounidense y al interrumpido fraudulentamente en Paraguay.
Puestas las cosas en esta perspectiva, la primera conclusión de este análisis es la de que estos movimientos históricos necesitan definir en forma clara y firme el rumbo, la dirección hacia dónde deben orientarse todos estos esfuerzos y luchas sociales. Esta exigencia se concreta mejor si se expresa como la imprescindible definición de cuál es la meta histórica del Socialismo del siglo XXI, concepto proclamado por Hugo Chávez como la propuesta para iluminar ese horizonte, aunque sin ir más allá de esa proclamación general.
El suceso electoral del 14 de abril en Venezuela mostró con toda claridad la urgencia de precisar ese objetivo histórico y los riesgos de no hacerlo.
Se requiere con igual urgencia organizar y estructurar la fuerza colectiva que garantice la continuidad y el éxito de estos procesos. Pasados ya varios meses de la desaparición de Hugo Chávez, también surge otra evidencia: no estamos en el punto cero. No es correcta tampoco la visión de que todo se ha venido abajo y de que no hay ninguna construcción de esa fuerza colectiva, organizada y disciplinada que lleve adelante lo iniciado por el líder.  Lo que hace falta es claridad y exactitud en la definición de la meta.
La segunda conclusión responde a la pregunta de quién debe ser el sujeto de esta transformación.
No solamente se trata del asunto del papel del líder, cuya importancia no se desconoce, pero después de la contundente experiencia de Venezuela, la conclusión es inobjetable: no puede ser solamente un líder, una persona, quien lleve a cabo un cambio de época como el que se está gestando. Pero ni siquiera un Estado. La segunda conclusión es que este cambio tiene que ser obra de los trabajadores.
Siempre se habló en el movimiento socialista del papel histórico de la clase trabajadora, de su función como vanguardia de todo el proceso revolucionario anti capitalista. Curiosamente, sin embargo, cuando se trata de reconocer a los trabajadores la posición directriz en la empresa productiva, brotan como flores silvestres todas las prevenciones, las desconfianzas, las reservas, el escepticismo, en una palabra, todos los prejuicios de clase más arraigados.
En el terreno del presente análisis, la experiencia histórica del socialismo soviético es inobjetable: los trabajadores nunca tuvieron efectivamente las posiciones de mando ni en la empresa ni en la economía ni en la política ni en la dirección del Estado. Fueron sus “representantes” quienes asumieron, en la práctica, esas posiciones. Y esto explica el estruendoso fracaso de ese experimento heroico. Cuando esto se quiso enmendar, reestructurar (perestroika = reestructuración), ya los buitres directivos de las empresas estatales lo habían previsto todo, ocupaban las posiciones de comando y habían resguardado las reservas financieras para comprarle a los trabajadores la parte de propiedad que les correspondía en las empresas que se quería reestructurar.
Es la clase trabajadora, el conjunto de las clases asalariadas de la sociedad, directamente, sin intermediarios ni representantes, quienes deben llevar a cabo la tarea histórica de poner fin a la división de la sociedad en clases explotadoras y clases explotadas.
Un peligro concreto que amenaza a los procesos transformadores latinoamericanos se encuentra en este punto. Dirigidos por sectores esclarecidos de la sociedad, impulsado por ellos, no por los trabajadores, su perfil es el de revoluciones “desde arriba”.
Esta figura desorienta el conjunto del proceso. El cambio “desde arriba” recibe su impulso de un jefe, de un gobernante ilustrado, elegido por el voto de las mayorías políticas (democracia burguesa) e inspirado por las mejores intenciones. Sin el combustible del movimiento auténticamente popular, de abajo hacia arriba, la primera necesidad de estos procesos es forjar un aparato estatal fuerte para realizar los cambios. Este aparato es la burocracia estatal. Y la burocracia es un monstruo de rostro amable pero de entrañas perversas: termina devorando al proceso. La corrupción engendrada por los multimillonarios contratos del Estado llega al punto en que se vuelve incontrolable. La coima es todopoderosa. El argumento del soborno es más convincente que todas las proclamas filosóficas, sociales, éticas.
La corrupción es un fenómeno creciente en el mundo, porque los Estados, de todas las vertientes ideológicas, crecen sin límites. Los procesos reformistas progresistas (que no revolucionarios: no todavía) de Latinoamérica están, en general, expuestos a este virus, cuyo único antídoto es que los intereses del sector social que pase a las posiciones de comando se identifiquen y se confundan con los de la mayoría, la más amplia posible, de la sociedad. Esa sector no puede ser otro que la clase trabajadora. Las clases explotadoras llegan con intereses distintos, por fuerza minoritarios, al poder, y en estas circunstancias el Estado pasa a ser un instrumento de esos intereses, sin escrúpulos de ninguna índole: el poder es para utilizarlo.
La cuarta conclusión proviene del análisis realizado del presente –el estado actual del modelo capitalista–, el pasado ­desarrollo histórico de los modelos anteriores–, y el futuro –qué formaciones nuevas pueden identificarse como señales de lo que debe ser el modelo que sustituya al capitalista. La conclusión es la de que el nuevo modelo es la empresa de los trabajadores como expresión de la nueva forma de propiedad sobre los medios de producción fundamentales. Es, por tanto, la nueva estructura para construir la nueva sociedad.
Este análisis coherente de la evolución de los modelos previos muestra que la eliminación de la explotación del hombre, que es el ideal del socialismo, sólo se puede alcanzar transformando las condiciones que han permitido que, en los modelos anteriores, haya un sector de la sociedad que vive del trabajo de los demás. Esas condiciones las define la estructura de propiedad de los medios de producción fundamentales.
El socialismo debe ser ese otro tipo de sociedad en que cada uno vive de su propio trabajo porque nadie más se lo apropia para sí, es decir, nadie se lo expropia, es decir, nadie explota el trabajo del otro. Esto solamente se puede lograr cuando los productores directos, los trabajadores, sean los propietarios reales de los medios de producción.
Por último, la definición del rumbo del Socialismo del siglo XXI hacia la empresa de los trabajadores como eje de las transformaciones estructurales profundizará el carácter revolucionario de estos cambios, en varios aspectos:
- facilitará y estimulará la movilización, unificándolos y fortaleciéndolos, de los trabajadores asalariados que en la actualidad todavía no ven con claridad el objetivo de sus luchas;
- ayudará a establecer las prioridades, los medios y los métodos para cada uno de los pasos, cada una de las medidas que deben tomarse en cada momento, como ayuda la brújula a dar los golpes de timón que lleven el navío al puerto deseado;
- fortalecerá igualmente al conjunto de los procesos nacionales, convirtiéndose en la amalgama más sólida de la integración latinoamericana, uno de los objetivos más claros de la Revolución Bolivariana y tal vez el mejor acogido por la región, lo que señala, de paso, que es la primer prioridad;
- conferirá al movimiento latinoamericano el lugar paradigmático de modelo para las transformaciones revolucionarias que impondrá la necesidad de encontrar una salida a la crisis global en que se debate la economía mundial –una salida aunque no una solución: esta crisis no tiene solución. El mundo no podrá evitar las grandes conmociones que ya han comenzado a lo largo y ancho del planeta, entre las que aparece como la principal la lucha creciente por un cambio de época radical. El nuevo modelo no tiene como meta solucionar inmediatamente, como si se tratara de una medicina milagrosa, los problemas sociales que ha generado la economía capitalista.
Esto debe quedar claro. La economía tiene como objeto el manejo y la administración eficiente de la riqueza producida por la sociedad humana. Esta no es tarea fácil. No lo es bajo el capitalismo, no lo ha sido bajo ningún régimen social, no lo será en el futuro socialista.
El nuevo modelo no va a cambiar esto por medio de una receta mágica. Lo que sí es seguro, con  seguridad absoluta, es que bajo el nuevo modelo el manejo de la economía se hará de manera radicalmente distinta. La base de esta afirmación es que ese manejo de la economía, que es el manejo de la producción y de la distribución de la riqueza producida, estará en manos de los propios productores de esa riqueza, por los trabajadores.
Nacerá una nueva economía. La economía será una verdadera ciencia, distinta radicalmente de lo que hoy se entiende por economía, que no pasa de ser una macro contabilidad construida sobre sus tres columnas axiales: debe, haber, saldo. Lo impone la lógica del capital es la lógica de la ganancia.
La nueva economía tendrá que construirse sobre bases científicas y por el método científico, aplicado a la compleja realidad de la sociedad humana para beneficio de esta sociedad en conjunto.
Esta nueva economía determinará una nueva época histórica. Si debemos llamar a esta época socialismo u otra denominación, es secundario[16]. Pero hasta el momento, el hecho de colocar como objetivo supremo el bienestar de la sociedad para beneficio de cada uno y de todos los individuos que la integran, justifica hablar de un nuevo socialismo, el socialismo del siglo XXI.
La empresa de los trabajadores es el norte de este socialismo


EPÍLOGO

El punto de partida de este trabajo fue la casi derrota sufrida por el “chavismo” (que no debe ser lo mismo que la Revolución Bolivariana) en las elecciones del 14 de abril en Venezuela, y el abanico de análisis que se abrió en la red en la tónica general de exigir definiciones sobre la dirección o a falta de dirección de este proceso y la necesidad de profundizarlo, sin que se precisara claramente en qué sentido debía darse esa profundización.
Pasados cinco meses de esa fecha clave, un conjunto de sucesos en Latinoamérica –los sorpresivos levantamientos multitudinarios en Brasil, el inaudito atropello contra Bolivia en la persona de su presidente Evo Morales de parte de países de una Europa dominada por el capital financiero (Troika), el franquismo español encarnado en el Opus Dei y su diligente activista José María Aznar, otras elecciones desfavorables para la tendencia progresista en Argentina, los rápidos movimientos estratégicos del principal aliado del capital financiero estadounidense en la región, el presidente colombiano Juan Manual Santos, en la senda de hacer de ese país un enclave gemelo del que representa Israel en el Medio Oriente, mediante su generosa oferta del territorio colombiano a la OTAN y de los mercados de la Alianza Pacífica a los emproblemados EE.UU y Europa, la de la eurozona, su provocadora entrevista con Henrique Capriles así como la de éste con Sebastián Piñera, las visitas del Vicepresidente Joe Biden y del Secretario de Estado John Kerry de EE.UU. a Colombia y Brasil sin claras justificaciones– parece corroborar lo que ya en esos pronunciamientos se mencionó: que el efecto desmoralizador de los resultados de aquellas elecciones venezolanas podría propagarse a la región, con la amenaza consiguiente del fortalecimiento de las fuerzas reaccionarias internas y externas alentadas por el remezón venezolano para intentar golpes de fondo al movimiento Latinoamericano en su conjunto.
Añádase a este panorama un aspecto de detalle pero diciente: el olvido o la renuencia a la mención del Socialismo del siglo XXI en el discurso del progresismo latinoamericano, después de la desaparición de su mentor.
Es inobjetable que cada una de estas situaciones exige análisis y debates profundos, y que, aparte de registrar el carácter contrarrevolucionario general que los unifica, no se pueden hacer generalizaciones simplistas.
Teniendo en cuenta esta observación de fondo, cabe señalar que el planteamiento central del presente trabajo, la urgencia de definir hacia dónde se dirigen todos estos procesos nacionales  latinoamericanos, y que esa definición tiene como punto central el nuevo modelo económico, es completamente válido. Esa definición será un paso fundamental para clarificar estrategias, caminos y metas, de manera que se logre la tan reclamada profundización de todo el proceso en conjunto.
Como queda más preciso aún, la propuesta teórica resultante consiste en definir como base del nuevo modelo la propiedad plena de los trabajadores sobre la empresa productiva, lo que representa el cambio de propiedad de los medios de producción actualmente en manos de los capitalistas a manos de los trabajadores, por caminos distintos de la expropiación (que debe contemplarse únicamente como excepción extrema ante acciones del capital abiertamente hostiles y obstruccionistas) y de las formas estatales de propiedad.
Si esta propuesta, que presento con plena convicción pero también con la profunda disposición a reconocer que puede y debe ser analizada críticamente, encuentra acogida, no abrigo ninguna duda de que contribuirá de manera sustancial a clarificar muchas de las confusiones, incertidumbres y equivocaciones que en este momento adquieren las dimensiones de graves amenazas para el éxito de estos proyectos transformadores que son la esperanza de millones de latinoamericanos, y aun de los trabajadores en todo el mundo.

Alfonso Monsalve Ramírez
 alfonso-monsalver@hotmail.com

Cumbayá, octubre 15 de 2013





[1] Ver Alfonso Monsalve Ramírez, Trabajadores Empresarios, Segunda parte, Empresas de los trabajadores en la actualidad, Ediciones Aurora, 2012, Bogotá-Quito, págs. 129 a 253. Allí hago una reseña y un análisis bastante amplios de estas empresas, y cito varios ejemplos de los muchos que hay y que operan exitosamente en diferentes países. También se incluyen fracasos y errores que resultan igualmente didácticos.
[2] Es de la mayor importancia comprender cabalmente esto, por lo cual debo prevenir contra las interpretaciones del presente trabajo como un programa de gobierno para ejecutarse en cuatro o seis años de un período presidencial. No es eso ni nada similar. Es una visión histórica que señala una meta histórica, lo cual tampoco significa que deba postergarse para un futuro lejano. Es una visión de larga proyección pero útil para el hoy, para el presente inmediato, porque, como ya lo he dicho y establecido, señala el rumbo que debe seguirse desde hoy mismo: las empresas de trabajadores pueden y deben crearse desde este momento: de hecho ya han comenzado a existir. Esta es la esencia de este trabajo.
[3] Alfonso Monsalve Ramírez, Op. Cit., págs. 181-183.
[4] Alfonso Monsalve Ramírez, Las Cooperativas de Trabajo Asociado, Op. Cit., págs. 146-151.
[5] Ver http://www.nceo.org/employee-ownership-update/2013-04-15
[6] Paola Parra, La propiedad de los trabajadores, Introducción a la Economía del Nuevo Humanismo, citada en Trabajadores Empresarios, pág. 167. La profesora Paola Parra, del Movimiento Humanista Siloísta, fue la primera persona en proponer, juntamente con su colega y correligionario, Manuel Riesco, la empresa de propiedad de los trabajadores, como alternativa a la empresa capitalista.
[7] «China considera ESOPs de amplia base. – El 5 de agosto (de 2012) la Agencia China Xinhua anunció que la Comisión Reguladora de Seguridades de China publicó un prospecto de regulaciones que permitirían a los trabajadores de las empresas públicas utilizar una pare de sus compensaciones para adquirir acciones en sus empresas. Esto significaría un significativo cambio para China, donde los planes existentes solo aplicaban para altos ejecutivos. Los nuevos planes se denominan planes de propiedad accionaria de los trabajadores, o ESOPs, pero se diferenciarían de los ESOPs de Estados Unidos en muchos aspectos…», boletín informativo mensual del NCEO, agosto 2012.
http://www.nceo.org/employee-ownership-update/2012-08-15o
[8] Informes más actualizados parecen indicar una tendencia a desvirtuar los ESOP por parte de los gobiernos norteamericanos y europeos, reduciéndolos a planes de ahorro para garantizar al trabajador retirado una pensión de jubilación, y otras formas y normas ambiguas y confusas que han debilitado el concepto de propiedad real de los trabajadores. Por otra parte, las cifras globales que en los años 90 se situaban en los 20 millones de trabajadores usufructuarios de estos planes (Movimiento Humanista), veinte años después los reducían a entre 11 y 15 millones (Wikipedia) y no ha sido posible hallar cifras más recientes confiables. La información más reciente y segura es la que ofrece el Boletín electrónico del NCEO de la primera quincena de septiembre de 2013, con la lista de las 100 empresas con ESOP’s en donde los trabajadores tienen mínimo el 50% de la propiedad accionaria. Ver en  https://snt148.mail.live.com/default.aspx?id=64855#n=1256056242&fid=&qvid=7&mid=bb1bb2f4-1582-11e3-8628-002264c24a08&fv=1
[9] Puede aplicárseles el análisis crítico del marxismo a los falansterios y otras formaciones propias del socialismo utópico, cuya esencia es la de no estar dirigidas a transformar al capitalismo, sino que se reducen a islotes que no pretenden modifican la sociedad a la que pertenecen.
[10] Un ejemplo en el Ecuador lo ofrece la cadena de supermercados Supermaxi, pertenecientes a un grupo poderoso de inversionistas dueños de muchas otras empresas, que van engullendo cada vez con mayor voracidad a cuanto proveedor entra en relaciones comerciales con ella. A la vista de los consumidores, todos los productos “de la competencia” terminan borrando la marca original y reemplazándola por la firma monopólica: Supermaxi.
[11] Sin patrón,  Lavaca Editora, 1ª edición, Buenos Aires, 2007, www.lavaca.org
[12] Ver O. Bayer, Las nobles búsquedas, www.lavaca.com
y http//www.recuperadasdos.com.ar/relevamiento2010.html
[13] «El problema para producir esto es que se ha creado el mito de que sin el sistema financiero nada puede funcionar. Se cree que es la profunda interconexión del sistema financiero la que facilita la vida en la Tierra y que sin una banca funcionando las 24 horas del día volveríamos a la edad de piedra. Eso es falso. Si Goldman Sachs, JP Morgan, Deutsche Bank o Credit Suisse desaparecieran de la faz de la Tierra todo seguiría exactamente igual… La riqueza real se mide por la capacidad productiva de una economía y no por la capacidad de hacer fraudes financieros.
Es cierto que un cese total de la banca generaría ondas de choque en términos de aumento en las tasas de interés y caída en el valor de las acciones. Pero este shock transitorio no duraría más de un año…»- Marco Antonio Moreno, ¿Por qué no aumentamos la deuda pública y dejamos caer a la banca?, Blog Salmon, octubre 25, 2011, elblogsalmon.com/…/por-que-no-aumentamos-la-deuda-publica-y-dejamos-caer-a-la-banca
[14] Es absolutamente indispensable superar y desterrar la sacralización de la pobreza y de la humildad que caracteriza a ideologías como el cristianismo primario y elemental y otras afines.
[15] Esta orientación que ya se ha esbozado por diversos economistas, resulta fundamental y muy oportuna para las empresas de los trabajadores en su etapa inicial. Coincidentemente, en sus más recientes previsiones para la superación de la crisis actual, la UNCTAD la incluye entre sus recomendaciones primordiales:  «…las economías emergentes se hicieron fuertemente dependientes de sus exportaciones. La caída del comercio obligará a estas economías a tener un rol más centrado en la demanda interna y regional. Dice el informe: A diferencia del crecimiento impulsado por las exportaciones, las estrategias de demanda dirigidas pueden ser realizadas por todos los países al mismo tiempo y sin efectos de empobrecer al vecino… si muchos países en desarrollo logran coordinadamente ampliar su demanda interna, sus economías podrían convertirse en los mercados de la otra y estimular el comercio regional… Por lo tanto, cambiar el enfoque de las estrategias de desarrollo de los mercados internos no significa minimizar la importancia del papel de las exportacionesLa creación y redistribución de ingresos para las familias de ingresos medios es fundamental para esta estrategia de desarrollo, ya que los hogares tienden a gastar una mayor proporción de sus ingresos en el consumo, en bienes y servicios producidos en la región. El aumento de la demanda agregada que generaría este desarrollo interno, podría proporcionar un incentivo para invertir en la expansión de la capacidad productiva y en la adaptación a los nuevos patrones de demanda local…». Marco Antonio Moreno, Caída del comercio mundial marca el fin del modelo basado en las exportaciones, boletín cibernético del Blog Salmón, 14 de septiembre de 2013
http://www.elblogsalmon.com/economia/caida-del-comercio-mundial-marca-el-fin-del-modelo-basado-en-las-exportaciones?utm_source=feedburner&utm_medium=email&utm_campaign=Feed%3A+elblogsalmon2+%28El+Blog+Salm%C3%B3n%29
[16] Largos amaneceres reflexionando sobre la conveniencia y los inconvenientes de la denominación de “socialismo” me han llevado a vislumbrar ciertas opciones. En sana lógica, esta denominación es la correcta. Pero los avatares de la historia la han desvirtuado en tal forma que en lugar de aclarar, confunde: a esta confusión le trabajan exhaustivamente los medios de “información” (de desinformación) capitalistas, y su poder de engaño y de corrupción es todavía demasiado grande.
Ante estas realidades, quizá la denominación que mejor se ajustaría al nuevo modo de producción sería “laboralismo”: no laborismo, otro término desacreditado por la cultura recónditamente capitalista de los ingleses. Laboralismo expresa mejor la contraposición con capitalismo: laboralismo, predominio del trabajo (labor), capitalismo, predominio del capital. Pero una decisión tan comprometedora exige más aportes.

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