Definiendo
el rumbo del Socialismo del siglo XXI
Por Alfonso Monsalve Ramírez
4. El gran torrente
anticapitalista
En suma, la crisis
global que padece el capitalismo, la imposibilidad de encontrarle solución real
dentro del modelo vigente y la pretensión de descargar sus peores consecuencias
sobre grandes masas que no tienen ninguna culpabilidad ni responsabilidad sobre
esta situación, antes bien, son sus verdaderas víctimas, se unen en el más
vasto torrente que clama transformación. En el centro de esta caudal están los
partidos políticos socialistas, comunistas (o sus afines[1])
y de izquierda en general. A lado y lado, en una gama que va desde los muy
moderados hasta los muy radicales, lo ensanchan movimientos sociales que
emergieron en la segunda mitad del siglo 20. La totalidad es una amalgama cuyo
eje es el sentimiento y un grado creciente de conciencia anticapitalistas.
Las nuevas
sensibilidades
La progresiva
unificación del mundo bajo el impulso del capitalismo ha conferido fuerza de
movimientos globales a ciertas reivindicaciones que anteriormente parecían
características solamente de pequeños sectores de la sociedad. La inasible
retórica postmodernista las ha denominado nuevas sensibilidades. En ellas se
amalgaman, invertebradamente, el movimiento ecologista, los movimientos
humanistas, la liberación femenina y la visibilización de la sexualidad humana
en toda su diversidad y complejidad, la defensa fundamental de la vida, la
irrupción protagónica de la juventud especialmente a partir del movimiento
conocido como el Mayo del 68, en Francia, los encendidos reclamos por los
derechos de información y comunicación.
- Movimiento ecologista.
Con raíces en actitudes
y acciones individuales precedentes[2],
importantes pero todavía aisladas, el movimiento ecologista o ambientalista
cobra fuerza como expresión social hacia mitad del siglo XX al impulso del
desarrollo de tecnologías basadas, primero, en la energía del petróleo, y
luego, en la atómica y nuclear al finalizar la Guerra Mundial II. Pero su
eclosión como movimiento que se amplía internacionalmente se da por los años 70
y 80, cuando aparecen los primeros partidos verdes.
La explicación puede
estar en la aceleración del desarrollo industrial post bélico que
paulatinamente se ha globalizado, y en diferentes accidentes y eventualidades
como el descubrimiento del agujero –creciente– en la capa de ozono, el cambio
climático, la lluvia ácida, la contaminación genética y otros factores que
rápidamente muestran la relación existente entre el modelo de desarrollo
económico vigente cuyo motor es la exigencia cada vez más intransigente de
ganancias privadas a toda costa, pasando por encima de los evidentes perjuicios
ya no sólo sociales y económicos, sino en la preservación de la naturaleza, la
protección de la vida vegetal, animal y humana, y los riesgos crecientes de
extinción de especies vivas, de recursos vitales y de condiciones
indispensables para la vida humana y aun para su propia supervivencia como especie.
Zigzagueante y
contradictorio, en unos frentes se fortalece mientras en otro se desvirtúa,
bien por el desconocimiento de qué es lo que hay que combatir y qué lo que se
debe proponer, bien por acción confusionista y entorpecedora de los propios
responsables del deterioro ambiental. No deja de ser altamente sospechoso, por
ejemplo, el énfasis con que algunas fuerzas han levantado las banderas “contra
el extractivismo”, justamente en el momento histórico en que las riquezas
naturales de los países proveedores de materias primas, de las “commodities”,
de valiosos recursos naturales en una palabra, adquieren valor económico como
nunca antes lo tuvieron, debido a la sed urgente que de ellos padecen las
naciones desarrolladas debido al nuevo impulso al desarrollo industrial por el
aumento global del consumo y por las nuevas tecnologías.
Pese a estos tropiezos,
es un movimiento que ha crecido y se fortalece, cobrando consciencia de que es
el modelo económico capitalista el gran generador de contaminación y deterioro
ambiental.
- Movimiento Humanista
El humanismo como
concepción filosófica y ontológica de la existencia humana es de hecho un
movimiento universal del pensamiento humano que ha tenido expresiones diversas,
individuales o grupales, teóricas lo mismo que condensadas en organizaciones y
grupos activistas sociales, académicos y políticos desde tiempo atrás,
particularmente desde el renacentismo y el iluminismo.
Se incluyen aquí dos de
estas expresiones concretas, el Movimiento Humanista Siloísta y al Humanismo
secular, por cuanto son las que tienen mayor presencia en la actualidad, el
primero más orientado a la participación activa e incluso militante en las
grandes luchas sociales del presente (si no mayor cuantitativamente sí con
influencia en diferentes regiones y países), una de cuyas banderas, la no
violencia, adquiere especial trascendencia ante la inclinación capitalista a
resolver sus crisis por medio de la guerra; el segundo con manifestaciones y
tomas de posición filosóficas y doctrinales de mayor consistencia y coherencia
intelectual, teórica y conceptual, aunque más limitado en expresiones políticas
y sociales prácticas.
Sin entrar a ningún
debate entre unos y otros enfoques y acciones concretas, es posible destacar
que, tanto uno como otro movimiento, coinciden en su posición severamente
crítica de las prácticas del capitalismo en general, y en particular, del
capitalismo financiero, concentrador, especulador, expoliador de los esfuerzos
de la humanidad laboriosa.
Este capitalismo
financiero recibe todas las expresiones de rechazo y condena de estos
Movimientos humanistas, y tanto uno como otro expresan su requerimiento de una
nueva civilización, acorde con las concepciones más avanzadas de su humanismo.
Sus ejes doctrinario y operativo los unen y los integran a este torrente
anticapitalista.
- La liberación femenina
Federico Engels expresó
en alguna parte la idea de que las condiciones en que vive la mujer revelan el
atraso o el avance de una sociedad.
Es por esto que la
liberación femenina va más allá de la conquista progresiva de la igualdad de
género para la mujer, con las secuelas positivas de reconocimiento, ya no
solamente de las fortalezas naturales que le confiere la maternidad, sino de
sus valores intrínsecos para desempeñarse igual o mejor que el varón en casi
todos los frentes de la actividad humana.
Podría hablarse también
de la revolución sexual, queriendo indicar con ello la superación paulatina de
muchos de los tabúes oscurantistas que distorsionaron secularmente las nociones
más elementales sobre la sexualidad humana.
Luchas como los derechos
tanto a la concepción como al aborto, a la libertad de elección de las
preferencias sexuales, contra el celibato sacerdotal obligatorio y las
denuncias de prácticas pederastas, derivaron de las batallas liberadas por
millones de mujeres contra la aberrante situación en que ellas simplemente
vivían en condiciones de marginamiento sexual, cultural, social, laboral y
político, mientras que ni siquiera se planteaba como tema de debate la permisividad
absoluta para el varón en las mismas áreas.
Las condiciones
materiales y sociales en que la mujer tiene que desempeñar las funciones de la
maternidad condensan la división de la sociedad en clases antagónicas.
Dependiendo de esas condiciones, la mujer de las clases dominantes tendrá todas
las garantías y gozará de todos los cuidados para convertirse en madre cuando
lo decida y como lo decida, y dispondrá de todos los recursos y aprobaciones para
abortar cuando su embarazo sea involuntario o accidental.
No así la de las clases
dominadas. Las condiciones de sus embarazos son radicalmente distintas,
comenzando por la precariedad material y cultural, sin el acceso a una
educación mínima y a facilidades de salubridad tanto para sus partos como para
sus abortos. Son millones de mujeres jóvenes y pobres las que mueren en el
mundo debido a esta situación. Esta es una de las causas sociales derivadas de
la liberación femenina que ha tomado más fuerza y que a la vez encuentra mayor
oposición de los sectores dominantes, cuyas muchachas pueden esconderabortos en
largos e imaginarios “viajes al exterior” y otros ceremoniales de ocultación.
Dos corrientes
principales impulsaron el cambio radical de esta visión oscurantista y
discriminadora. La primera fue la lucha de la mujer trabajadora, proletaria,
que de hecho laboraba en condiciones de igualdad al lado de su compañero varón,
y en la misma medida combatía por las reivindicaciones propias de su clase
social, oprimida y explotada en condiciones infrahumanas bajo el capitalismo en
su etapa fundacional[3].
Contra estas condiciones
de opresión secular, el socialismo, como ideología de las clases trabajadoras,
reivindicó lo que ya era una práctica obligada de la mujer del trabajador, de
la trabajadora: la igualdad entre hombres y mujeres. Dos siglos más tarde, con
la instauración del Estado socialista tras la revolución de octubre de 1917 en
Rusia, esta condición igualitaria de la mujer se transformó en una de las
grandes conquistas que alcanzó el socialismo, pues no todo fueron errores y
fracasos.
Por su parte el
capitalismo más desarrollado, segunda corriente, aportó lo suyo a la nueva
concepción del ser mujer: es en los EE.UU. donde la fuerza reestructuradora del
capitalismo (bien descrita en el Manifiesto
Comunista: «La burguesía ha destruido las relaciones feudales, patriarcales,
idílicas… ha desgarrado el velo de emocionante sentimentalismo que encubría las
relaciones familiares, y las ha reducido a simples relaciones de dinero…»[4])
derriba otros tabúes oscurantistas relacionados con el sexo y la sexualidad. La
liberación femenina asume allí desde mediados del siglo 20 rasgos
revolucionarios en las relaciones amorosas de los jóvenes que se dan en un
entorno familiar de amplitud y libertad aceptados rápidamente como
paradigmáticos gracias al poder del nuevo instrumento cultural, el cine, que
los divulga al mundo.
También hay que incluir
en este punto la reivindicación del reconocimiento de la homosexualidad tanto
masculina como femenina –lesbianismo–, que antes de la liberación femenina y su
derivado, la liberación sexual, hubieran sido inconcebibles.
Hoy este conjunto de
traumatismos culturales se alinea naturalmente contra los valores
mercantilistas del capitalismo y del lado de las aspiraciones liberadoras de
una nueva civilización. No hay nada casual, pues, en que estas luchas asuman
las banderas anticapitalistas, sumándose así a la gran corriente contra el
presente statu quo capitalista
mundial.
- El derecho a la
información y la comunicación social libres.
No es un movimiento
organizado e institucionalizado todavía, pero sí una corriente que crece con
poderoso impulso la que denuncia el tremendo poder oscurantista y reaccionario
de los medios de información y de comunicación capitalistas, que dominan y
manipulan sin escrúpulo alguno el pensamiento de la humanidad en esta era de la
globalización.
Las denuncias que se han
hecho en este espacio han logrado algunas de las más espectaculares victorias
contra esa maquinaria de engaño y de dominación cultural y mental. Los casos Julian Assange, Bradley Manning y Edward
Snowden son solamente los más estruendosos, pero hay
muchos más. Las leyes de la comunicación que se han promulgado en diversos
países, especialmente en Latinoamérica, la multiplicación de medios
alternativos que aprovechan las facilidades ofrecidas por las nuevas
tecnologías, de sitios, de blogs y de voces de todas partes del mundo, son
otras señales de este capitalismo agonizante, que boquea a través de sus
periódicos y canales televisivos y radiales.
- Los indignados
Un movimiento que
reviste algunos de los rasgos que distinguen a los tiempos que vive el mundo.
Entre esos rasgos están, precisamente, esta condición predominantemente juvenil
de sus actores y de sus métodos entre iconoclastas e innovadores, el espacio
simbólico, no solamente mediático sino cibernético, donde escenifican sus
pronunciamientos y acciones, su espontaneidad, sus formas imaginativas de lucha
social, el eclecticismo doctrinario patente en sus llamados a desconocer y a
revisar, con razón o sin ella, los conocimientos y el saber establecidos.
Dentro de marcos tan
amplios y por lo mismo, indefinidos, es posible reconocer, en el centro del
movimiento social (entendida esta designación en el sentido amplio que le daba
Lenin) que expresan, un núcleo que puede condensarse en dos conceptos: anticapitalistas
y culturalmente renovadores, entendiendo por esto último la búsqueda de una
nueva civilización.
Son abundantes los
testimonios que podrían aportarse, pero los siguientes apartes del Manifiesto
del 15-M condensan bien sus reivindicaciones anticapitalistas:
«Nosotros los desempleados, los
mal remunerados, los subcontratados, los precarios, los jóvenes… queremos un
cambio y un futuro digno. Estamos hartos de reformas antisociales, de que nos
dejen en el paro, de que los bancos que han provocado la crisis nos suban las
hipotecas o se queden con nuestras viviendas, de que nos impongan leyes que
limitan nuestra libertad en beneficio de los poderosos. Acusamos a los poderes
políticos y económicos de nuestra precaria situación y exigimos un cambio de
rumbo.
La inmensa mayoría de los políticos, periodistas
y tertulianos no han querido oír en los últimos tiempos a los jóvenes con tasas
de paro del 45%; ni a los miles de personas que reclamaban al Banco de
España y los tribunales que los defiendan de las estafas de los bancos en
forma de contratos de swaps, clips y demás engaños; ni a los cientos de miles
de familias que han perdido la vivienda; ni a las docenas de miles de pequeños
y medianos empresarios que cierran sus empresas porque no reciben ni un euro de
bancos que usan las ayudas públicas para seguir especulando; ni a los padres y
madres de familia que tienen cada vez más dificultades para llegar a fin de mes
mientras los beneficios de las grandes empresas y bancos se disparan; ni a
quienes decíamos que las medidas que se estaban tomando no eran para resolver
la crisis, sino para que quienes la habían provocado salieran de ella con más
poder y más beneficios; ni a quienes empezaban a sentirse indignados porque el
gobierno llamara a La Moncloa para crear empleo a los grandes directivos de las
empresas y bancos que más puestos de trabajo han destruido en los últimos
años.»[5]
Proclamas que no se
quedan en palabras, sino que están corroboradas por acciones. Las más
difundidas transmiten el inequívoco simbolismo de su mensaje: los plantones de
grupos de jóvenes ante Wall Street y los señalamientos a los bancos en general.
Está claro: esta juventud indignada sabe bien dónde están los puntos
neurálgicos del sistema al que rechazan y al que quieren cambiar.
- El complejo modelo
chino
Es imposible
caracterizar en un plumazo al proceso transformador y constructor que vive el
gran gigante asiático. Cabe destacar aquí dos elementos centrales que
incorporan ese proceso en el gran caudal mundial anticapitalista de hoy.
En primer lugar, su
dirección y mentalizador es el Partido Comunista Chino, que no ha abandonado ni
negado sus principios ideológicos y políticos socialistas y comunistas, así nos
resulte difícil comprender a ratos la intrincada estrategia y las tácticas de
su línea política que incluye alianzas funcionales con el gran capital
financiero internacional, en las expresiones de las grandes agrupaciones de
empresas y conglomerados multinacionales y trasnacionales de vanguardia de ese
capitalismo, como medio para arrastrar al inmenso país las grandes cantidades
de recursos financieros y estructurales que sus programas sociales y económicos
requieren.
En segundo lugar, la
comprobación en la práctica de que los objetivos y metas de este proceso están
dirigidos a superar las condiciones materiales, tanto como las culturales en la
medida de las posibilidades reales actuales, de una población de 1 339 724 852
habitantes[6], de los cuales una inmensa mayoría vivía en condiciones de
extrema pobreza antes de la gran reforma iniciada en 1978 bajo la visión
renovadora de su líder histórico Den Xiao Ping, y hoy –2013– alcanza la
posición de segundo país (si no el primero) más rico del mundo con la
perspectiva percibida de que en 2016 sobrepasará al que hoy ocupa ese primer
lugar, los Estados Unidos de Norteamérica.
Sin necesidad de entrar en ninguna otra particularidad,
estas son realidades incontrovertibles que colocan a China como uno de los más
importantes componentes del gran torrente anticapitalista de hoy, y seguramente
también uno de los que brindan mayor fuerza a este caudal renovador y
revolucionario.
- Proceso
latinoamericano
En este marco global
destaca con fuerza propia el proceso de cambios de sello progresista y
pre-revolucionario que se vive en toda la región latinoamericana, desde México
hasta la Patagonia, con diversas tonalidades.
Sin embargo, ¿es éste un
proceso claramente anticapitalista?
Pese a la bandera
chavista del Socialismo del siglo XXI con la que se identifica a estos
movimientos, aquí se han expresado posiciones como la de la presidenta
Argentina, Cristina Fernández, quien manifestó explícitamente que lo que
reclama es un “capitalismo en serio”[7],
y que este es “el modelo que nada ni nadie nos va a hacer cambiar”[8].
En el caso del Brasil,
el liderazgo de Luis Inacio Lula da Silva, antiguo sindicalista y dirigente
máximo nada menos que del Partido de los Trabajadores, parecería no requerir de
una declaración explícita anti-capitalista. Pero no es así. Por el contrario,
en el 2006, en la campaña para su reelección, Lula da Silva dijo con todas sus
letras que no habría cambio de modelo económico[9].
Bolivia, por su parte,
proclama como meta anticapitalista el Buen
Vivir, Sumak Kausay, que, como
ideario tiene muchos postulados y banderas afines a los del socialismo, pero
como proposición de un nuevo modelo económico parece insuficiente para
enfrentar el poderío real del capital financiero actual, enredado en una crisis
global sin precedentes, es cierto, pero también con recursos monetarios y
políticos para eternizar un estado de cosas en que las víctimas serán siempre
las grandes mayorías de proletarios, trabajadores y pobres que no ven cómo
movilizarse para cambiar esa situación[10].
Todos estos líderes
respaldaron integralmente los planteamientos y las declaraciones de Hugo Chávez
a favor del Socialismo del siglo XXI. Y en muchas otras manifestaciones, se
expresa de hecho el rechazo al capitalismo y en todo caso, los postulados de
justicia social que constituyen la negación de este modelo explotador y concentrador
de la riqueza creada por los trabajadores.
Se hace indispensable
observar otros aspectos del movimiento.
Es un movimiento que se
gesta de dos impulsos raizales: el primero, la aspiración secular de los
sectores más ilustrados de la región de integrarse en una sola unidad nacional,
la integración latinoamericana; el segundo, la convicción creciente de que esa
integración no puede concretarse en el marco del modelo capitalista, sino en
algún otro, sustitutivo del actual.
Los dos impulsos avanzan
reforzándose cada vez más, pero sin la fuerza suficiente todavía para derrotar
a las fuerzas exógenas interesadas en perpetuar la fragmentación que se dio al
finalizar la lucha emancipadora de la colonia española.
Tanto para uno como para
el otro objetivo, precisar el nuevo modelo tendrá el efecto de soldar
indisolublemente las dos corrientes y la resultante será un incalculable
robustecimiento del proceso unificado.
Visto desde otro ángulo:
las oscilaciones y sacudimientos señalados en el caso de la Revolución Bolivariana
una vez desaparecido Chávez, que no son exclusivas de ella sino, todo lo
contrario, inherentes a las características de indefinición de los procesos que
se viven en las demás naciones del proclamado Socialismo del siglo XXI, serían
reemplazados por una consolidación monolítica que le conferiría una nueva,
revitalizadora y aceleradora energía a la totalidad de los esfuerzos que hoy aparecen aislados y hasta divergentes en
algunos y no pocos casos.
Esa perspectiva se
iluminó promisoriamente en el poderoso sentimiento expresado ante su féretro,
no sólo a nivel continental sino incluso global, de pesar y de respaldo a todo
lo que llegó a proclamar y a representar el Comandante de la Revolución
Bolivariana, este sorpresivo líder que se levantó en Venezuela como una
prolongación y una réplica del otro gran líder latinoamericano, Fidel Castro, y
con los mismos ideales y bajo las mismas banderas.
Se percibió,
ciertamente, toda la fuerza potencial del proceso latinoamericano en conjunto,
pero al mismo tiempo mostró su debilidad intrínseca: no puede ser un líder, no
puede ser al rededor de una persona, por vigorosa que sea su personalidad, como
se consolide ese impulso recóndito que asomó con tanta claridad y fuerza en
esta ocasión.
Tiene que ser en torno a
un proyecto perfectamente delimitado y definido, comprendido y aceptado, de
construcción de una nueva sociedad, una nueva civilización, como se ha pedido.
Y esa nueva sociedad, esta nueva época histórica sólo la define el nuevo modelo
económico, siempre que corresponda objetivamente al desenvolvimiento de las
fuerzas que producen estos cambios.
Este nuevo modelo se ha
definido en la teoría, pero adicionalmente, y como último argumento del
presente análisis, descubriremos que ya ha comenzado a existir en la realidad
del mundo actual.
El espectro de las
contradicciones del capitalismo y el socialismo de hoy
La
exploración de la situación del modelo capitalista nos llevó a encontrar la contradicción
fundamental del capitalismo actual.
Esta
categoría de la «contradicción fundamental» es una herramienta del análisis
marxista que resulta de gran utilidad a condición de no absolutizar ninguno de
sus resultados. Como sucedió, por ejemplo, cuando el movimiento obrero y sus
partidos políticos determinaron que la contradicción fundamental del
capitalismo a partir de la instauración del capital financiero como forma
imperialista del capital y, según Lenin, su etapa superior, era la que lo
contraponía a todas las otras formaciones económicas y sociales de hoy y, de
modo particular, a los países en vías de desarrollo. El imperialismo se
convirtió así en un parámetro rígido que todo lo explicaba con la respuesta
mecánica del “imperialismo yanqui” como el gran culpable de cualquier asunto
social que mostrara algún viso de conflictividad.
Utilizada
con la prudencia de la sindéresis, dicha herramienta puede ser el tomógrafo que
revela matices y tonalidades en las contradicciones que presenta el organismo
social y, por tanto, los puntos neurálgicos más afectados por esas
contradicciones, orientando así los tratamientos que deben darse a las crisis
respectivas.
La
contradicción fundamental del mundo capitalista actual es la que enfrenta al
capital financiero especulador, en tanto economía ficticia, a la economía real,
productiva, en su conjunto, empujando a un mismo polo opositor tanto al
empresario productivo como a sus trabajadores asalariados, y amalgamándolos
objetivamente en torno a su interés vital que es el avance de la producción. El
capitalismo financiero especulador se ha desentendido completamente de ella,
dedicado a la especulación monetarista, a la acumulación, mediante maniobras
bursátiles (burbujas) monedas cada vez más ilegítimas, las monedas falsas de
los “activos tóxicos”, que naturalmente lo han conducido al desplome que tenía
que producirse cuando la pirámide construida con esas burbujas, la burbuja de
las burbujas, estalló en 2008, sobre inflada por la saturación de sus balances
contables con tales activos.
Esa
explosión dejó al descubierto que, ya no los sectores menos protegidos de la
sociedad, ya no las capas sociales de las clases trabajadoras, sino hasta las
capas superiores donde se ubica el capitalismo productivo, la economía real,
quedaron tendidas en el campo, heridas de muerte, reclamando el oxígeno de los
recursos financieros que se habían olvidado de su función económica
fundamental, dotar de combustible al aparato productivo, para dedicarse al
falso crecimiento de las maniobras “en bolsa”, esa efervescencia sin
consistencia de las burbujas.
Pero
esta ampliación del espectro de estas contradicciones no es simplemente un
ensanchamiento de las franjas sociales, sino una entreverada trama en la que
esta tomografía revela manchas y nódulos con una amplia gama de malignidad.
Esta
visión nos permite comprender mejor, por ejemplo, fenómenos como los que hoy se
dan en China, en Brasil o en la India y tal vez en otras regiones
socioeconómicas como el Oriente medio y, sobre todo, para nuestro interés y
nuestras prioridades, en Latinoamérica.
¿Qué
expresa el surgimiento del kirchnerismo argentino, progresista en un costado y
antipopular en otro? ¿Qué significa el reclamo de Cristina Fernández de volver
a un «capitalismo serio», «a ese capitalismo que crea empleo»[11]? ¿Cómo se pueden entender
las posiciones ya mencionadas de un líder obrero, de izquierda y de
incuestionable honestidad intelectual como Lula da Silva, al declarar sin
rodeos que en su gobierno no habría cambio de modelo económico y sí la adopción
sin ocultamientos de las políticas neoliberales y de las imposiciones del FMI?
A
último momento, viene a respaldar este enfoque una manifestación especialmente
diciente, la sorpresiva e inesperada posición del presidente uruguayo Lugo de
Uruguay en su reciente discurso ante la Asamblea General de las Naciones Unidas
(octubre, 2013), en el que se soltó en un despliegue de elogios al «capitalismo productivo, francamente
productivo, que está medio prisionero en la caja de los grandes bancos», «poniéndolo
en contraposición del capital bancario», según el autor de una nota publicada
en la red[12]?
¿No
son éstas, objetiva y claramente, las expresiones de los sectores de la
economía real, frente al capitalismo dedicado a recalentar la economía apostándole a las fabulosas ganancias que
pueden dejarle sus burbujas?
En
resumen: el daño que el capital financiero especulador ha infringido a la
economía mundial globalizada y, por tanto, a la sociedad humana a lo largo y
ancho del planeta es de tal magnitud, que exacerba las ansiedades objetivas que
asfixian a países como el Brasil sobre cuyo mapa se extienden como manchas
malignas los focos de supervivencia de esclavitud real o el cáncer de las
favelas, esos cinturones de miseria que forman parte del paisaje “natural” y
“típico” de casi todas las capitales y las mayores ciudades del continente
latinoamericano. O las multitudes indescriptiblemente inmensas de masas humanas
famélicas que eran el rasgo característico de la China hasta “la reforma”, como
es conocido allá el gran viraje introducido por Den Xiao Ping en la orientación
revolucionaria del gran gigante asiático. Estas y otras realidades similares
(India, la África que emigra diariamente hacia playas europeas…) requieren
antes que todo y sin ninguna otra consideración procrastinadora atraer recursos
financieros urgentes, urgentísimos, para, por lo menos, sacarlas de esa pobreza
que ya no es esclavista o feudal o semifeudal o proletaria, sino la suma de
todas esas malformaciones.
La
reivindicación inaplazable en todas esas regiones es la de acabar con la
pobreza, a como dé lugar, cueste lo que cueste, y esto quiere decir costos tan
dolorosos como los que representa aceptar la ayuda de ese mismo capitalismo que
ha acumulado tal cantidad de esos recursos financieros, que puede destinarlos
en grandes cantidades para la especulación monetaria pero también le alcanzan
para invertir en programas de desarrollo basados en la explotación de inmensas
cantidades vacantes de mano de obra extremadamente barata, lo que también puede
reconocerse como abrir fuentes de trabajo para millones de seres humanos que no
tenían o no tienen otra esperanza. Como en los severos tratamientos
quimioterapéuticos a que ha llegado la ciencia médica para combatir el cáncer,
en estas monumentales crisis globales surgen las consideraciones que vacilan
entre los padecimientos que causa la terapia o los que origina la enfermedad, a
sabiendas de que estos son fatales. Para concluir que realmente no hay en lo
inmediato otra alternativa, sino la de aceptar la dolorosa terapia.
La
identificación de la contradicción fundamental del momento histórico ayuda a
reconocer los aliados y las alianzas potenciales que pueden llegar a
establecerse con esos sectores, “compañeros de viaje” pro capitalistas pero
progresistas en la medida en que se ven forzados a resistir al depredador
capitalismo especulador. No solamente cuáles alianzas sino en qué grado y en
qué condiciones. Esto, en el caso latinoamericano, se está viendo a diario.
Unasur no es solamente el proyecto que da cuerpo al viejo anhelo de la
integración continental real: es también el campo de batalla donde igualmente
se corporizan esas contradicciones y donde es más imprescindible identificar
tendencias, matices, tonos y medios tonos.
(PRÓXIMA PUBLICACIÓN Parte IV y última, con los temas: Algo nuevo está naciendo, ¿Fin del capitalismo?, La empresa de los trabajadores y Conclusiones).
[1] Es difícil, en el
momento actual, identificar a estos partidos políticos como tales. El vendaval
del derrumbe del socialismo los ha relegado a rincones de la realidad, bien
porque han perdido la mayoría de sus efectivos militantes, bien porque se han
recluido en el estudio de lo que sucedió y se mantienen discretamente semi
ocultos, o bien por el poder de los medios capitalistas para invisibilizarlos
en el imaginario común. O están los que perdieron radicalmente su rumbo pero
que mantienen el nombre para engañar a sectores populares, cuyo arquetipo es el
socialismo francés: esos no entran en este recuento. Pero los otros no han
desaparecido todos ni del todo, y por
último, subsisten y están presentes en individualidades de pensadores que no se
han rendido y continúan su actividad como defensores de los principios y
objetivos básicos del pensamiento revolucionario.
[2] El presidente de los
Estados Unidos Theodore Roosevelt fue conservacionista y el primero en tratar
el tema en la agenda política de su país. Los libros Primavera Silenciosa (Silent
Spring) de Rachel Carson, así como La
bomba demográfica (The Population
Bomb) de Paul Ehrlich son ejemplos de esas acciones (Wikipedia).
[3] Es obligatorio hacer
aquí el reconocimiento (el pago aunque sea tardío de la deuda que todos tenemos
contraída con la mujer) de que los primeros obreros del capitalismo no fueron
obreros sino obreras, las hilanderas a las que reunió Richard Arckwright en
torno al molino hidráulico instalado por él en 1770 en Cromford, Inglaterra, para
accionar la máquina hiladora de alta velocidad inventada por él mismo, en lo
que fue calificado luego como “la primera verdadera fábrica” que “marcó el
inicio de la revolución industrial”. Y, claro está, fueron ellas las primeras
en manifestarse contra sus precarias condiciones de trabajo. Roger Bridman en asociación con el
Museo de Ciencias, 1000 inventos y
descubrimientos (1000 Inventions
& Discoveries), DK, Londres, Nueva York, Munich, Melbourne y Delhi,
publicado en fascículos por el diario El
Comercio, Quito, 2007.
[4] Carlos Marx y Federico
Engels, Manifiesto del partido
comunista, pág. 25, Libresa, Quito, 1999.
[5] Manifiesto del 15-M Democracia real YA, consultado el 21 de
mayo de 2011 (Wikipedia)
[7] «Cristina sigue siendo peronista, con sus más y sus menos. Con ese
bagaje ideológico fue a La Habana en enero de 2009, a entrevistarse con los
hermanos Fidel y Raúl Castro. Y con el mismo sello aterrizó en la Riviera
francesa, donde pidió un "capitalismo en serio" (…) Es que al hablar
de un "capitalismo en serio" y de la necesidad de que la gente
consuma "para que ustedes tengan ganancias", no lo hacía frente a
cooperativas, pymes ni empresas argentinas medianas y algunas grandes. Sus
interlocutores, en el Business 20, eran los máximos ejecutivos de Coca-Cola,
Unilever, Techint, Carrefour, Repsol, Telefónica, Crédit Suisse, BNP Paribas,
Usiminas y otros "pesos pesados" internacionales…», Emilio Marín, Táctica
cristinista ante Estados Unidos y sapos difíciles de tragar, publicado por La Arena,
http://www.argenpress.info/2011/11/tactica-cristinista-ante-estados-unidos.html
[8] «…la Presidenta reafirma su credo a favor de un “capitalismo serio”…
Cristina Fernández se ha dedicado a apostrofar a las organizaciones de los
trabajadores. Primero pidió a los laburantes que no boicoteen el modelo que
nada ni nadie nos va a hacer cambiar”», Juan Carlos Giuliani, Paren la mano,
http://www.argenpress.info/2011/12/argentina-paren-la-mano.html
[9] «En la campaña
para las elecciones presidenciales de 2006 en Brasil, el presidente Luis Inacio
Lula da Silva (conocido como Lula), líder del Partido de los Trabajadores (PT),
fue entrevistado en profundidad por el Financial
Times, el 11 de julio de 2006. En dos puntos en la entrevista el Financial Times preguntó directamente si
Lula estaba mirando en dirección a un 'cambio radical en el modelo'… Lula les
dio la respuesta que ellos querían: “No hay cambio radical en el modelo… lo que
nosotros necesitamos ahora, en lo económico y en lo político, es fortalecer la
seguridad interna y externa del Brasil”. No
Radical Change in the Model by John
Bellamy Foster, Monthly Review Volume 58, Number 9 (February 2007) (Traducción
de AMR).
[10] La cosmovisión de las
culturas originarias americanas tienden a ser idealizadas como un proyecto
posible para la superación de las concepciones y valores de la burguesía
impuestas por el capitalismo. No es nada sencillo establecer las limitaciones
que presentan esos idearios correspondientes a estadios del desarrollo
histórico y cultural más próximos a la comunidad primitiva que al rudo
mercantilismo del capitalismo. Por el contrario, es fácil salir del paso con
tomas de posición ambiguas, que alaban tanto como confunden. Otra cosa es
precisar una posición clara y concreta acerca de lo que realmente es el
fenómeno del capitalismo financiero especulativo pero poderosamente
concentrador de hoy, capaz de infiltrar a los movimientos indígenas o a los
ambientalistas, como parece claro que los ha infiltrado al amparo de sus
propias banderas, para debilitar los procesos concretos que se están dando en
América Latina. ¿Ayudan o enturbian, por ejemplo, manifestaciones como estas
acerca del Zumak Kawsay?:
«Es un debate de
diferentes cosmovisiones, de diferentes concepciones de desarrollo, de
diferentes concepciones del Estado pero que están intentando dialogar. Es un
diálogo muy difícil, pero no es el choque de civilizaciones de Samuel
Huntington, es otra cosa. Es la posibilidad de un diálogo nuevo, difícil, pero
que tiene que hacerse porque las constituciones nuevas, este constitucionalismo
transformador del continente, dan cuenta ya de estas posibilidades de diálogo.
Es lo que está en la Constitución de Bolivia, es lo que está en la Constitución
de Ecuador. ¿Cómo podríamos nosotros pensar que los pueblos olvidados, los
pobres ignorantes, inferiores, como eran los indígenas, tendrían una presencia
conceptual en esta Constitución de Ecuador tan fuerte que es orgullo de todos
los ecuatorianos, que es orgullo de todos los progresistas del mundo? ¿De dónde
viene la palabra Pachamama, de dónde viene el Sumak Kawsay que nosotros nos
apropiamos? Estamos aprendiendo de ellos y esa es la gran riqueza de este
debate civilizatorio. Por eso yo les digo que no hay una transición en el
continente, hay dos. La transición del capitalismo al socialismo y la
transición del colonialismo a la autodeterminación, al fin del racismo, a la
posibilidad que tenemos de la convivencia de diferentes nacionalidades dentro
del mismo Estado. Y aquí empiezan los problemas de la soberanía (…) no basta
con criticar la teoría. Hay que criticar esas teorías, pero también hay que
crear otras. Yo acostumbro decir que ya no necesitamos teorías de vanguardia,
necesitamos de teorías de retaguardia para acompañar la riqueza del movimiento
social. Pero les digo otra cosa: es necesario desaprender algunas cosas que
aprendimos para poder crear espacios, porque mucha gente esta hablando de Sumak
Kawsay pero después combina Sumak Kawsay con neoextractivismo, con
productivismo selvático, no se puede. Las dos cosas no van juntas. Entonces,
tenemos que desaprender y ver cómo se puede crear un futuro que tiene que
recoger lo ancestral. La modernidad occidental nunca supo: el futuro siempre
está adelante, nunca atrás. Nosotros estamos rescatando el pasado como forma de
futuro, más respetuoso de la diversidad de este continente. Y ésta es la
riqueza a mi juicio del Socialismo del Buen Vivir, que quizás es una expresión
más linda que del Siglo XXI. Porque a veces cuando oigo hablar del socialismo
del Siglo XXI, se parece mucho al Socialismo del siglo XX. Cuando hablamos del
Socialismo del Buen Vivir no hay confusión posible, es otra cosa nueva que está
surgiendo.».
El autor, profundamente respetable, de estas palabras, Boaventura de
Sousa Santos
es sociólogo portugués, catedrático de la Universidad de Coimbra (Portugal), y
de la University of Wisconsin-Madison (Estados Unidos), y estas citas fueron
tomadas del extracto de la exposición presentada en el Foro Internacional “Los
nuevos retos de América Latina: Socialismo y Sumak Kawsay”, organizado por la
Secretaría Nacional de Planificación y el Ministerio de Coordinación de la
Política del Ecuador, Quito 18-19 de enero 2009.
Pregunto solamente: ¿es cierto que no hay confusión posible? ¿No sería
más acertado llevar a cabo un análisis desprevenido pero profundo para precisar
las afinidades y coincidencias con el socialismo, así como las divergencias
manejables? Nota de último momento:
Cuando daba los últimos retoques al presente trabajo llegó a mis manos el
documento Buen Vivir. Plan Nacional
2013-2017, del SENPLADES (Secretaría Nacional de Planificación y Desarrollo),
en el que se plasman en forma más concreta tanto el ideario del Buen Vivir como
los logros alcanzados dentro de esta orientación. Valioso documento que
confirma tanto las afinidades como los vacíos entre la concepción marxista de socialismo
y esta cosmovisión del Buen Vivir que se dice indígena ancestral americana: y
la necesidad inaplazable, para un mutuo fortalecimiento, del análisis propuesto.
[11] Argenpress:
http://www.argenpress.info/2011/11/tactica-cristinista-ante-estados-unidos.html
Blog
Salmón: http://www.elblogsalmon.com/economia/cfk-y-lo-mejor-del-g20-la-culpa-de-todo-esto-la-tiene-el-anarcocapitalismo-financiero-donde-nadie-controla-a-nadie
[12] Ver Juan Luis Berterretche, Mujica, discurso en la ONU: Una versión
inútilmente más extensa y menos poética que Cambalache, ARGENPRESS, octubre
2 de 2013, donde este autor también señala que, «en Punta del Este, al inicio de su gobierno,
frente a un público de empresarios dijo "comprender al capitalismo" y
al alentar las inversiones externas agregó "no tengo que pedirle al
capitalismo altruismo, está para multiplicar riqueza y reproducirse". Y en
una reunión con la central que agrupa todos los sindicatos del país, llamó a
los trabajadores a aceptar los "límites del capitalismo». http://www.argenpress.info/2013/10/uruguay-mujica-discurso-en-la-onu-una.html
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