Se
considera la primera fábrica de la era industrial a la edificación construida
hacia 1770 por Richard Arkwright y sus socios Samuel Need y Jedehiah Strutt, en
Cromford, Derbyshyre, Inglaterra, destinada a albergar a las hilanderas de su
empresa de hilados de manera que trabajaran al lado del molino hidráulico que
también él había construido como fuente de energía para su último invento, la máquina
de hilar hidráulica que inmediatamente comenzó a rendir rápidos y elevados
beneficios, como todas sus empresas anteriores.
Arkwright
fue un personaje típico de ese gran momento que fue la revolución idustrial.
Inquieto, siempre explorando oficios, desde peluquero como su padre hasta
inventor de tinturas para pelucas que luego aplicó a la industria textil,
buscando nuevas formas de aprovechar mejor la proliferación de máquinas y
métodos de producción que surgían por todas partes, y patentando a su nombre
mecanismos y dispositivos de diversa índole. No solamente sus rasgos físicos,
corpulento, algo obeso, ostentando la sonrisa del hombre satisfecho consigo
mismo, también su personalidad, debieron contribuir en buena proporción a la
imagen arquetípica del burgués: inquieto, imaginativo, ambicioso, ligero de
escrúpulos, incluso tramposo, varias de esas patentes le fueron anuladas más
tarde por su dudosa autoría cuando
fueron reclamadas por los socios a quienes había suplantado. Lo cual no impidió
que, cuando ya era poseedor de una apreciable fortuna, fuera enaltecido con
título de nobleza, Sir Richard Arkwriht.
Su
nueva hilandería reunía las máquinas, las técnicas, la energía hidráulica, los depósitos
de almacenamieno y el espacio para la fuerza de trabajo conformada por un
número de mujeres reclutadas como hilanderas: una verdadera fábrica moderna, y
de ahí su significado como primer modelo de empresa industrial de la era capitalista.
Pues
bien, si estas características le confirieron esa posición, no menos simbólico
resulta el hecho de que aquellas mujeres puedan ser consideradas las primeras figuras
de la nueva fuerza laboral de esta nueva era: es el sentido de subrayar que los
primeros obreros fueron obreras. No trabajadores varones sino mujeres
trabajadoras. Aunque no se mencionan datos de la cantidad, ni de las
condiciones en que desempeñaban su oficio, no es ilegítimo pensar que lo hacían
en hacinamiento y sin ninguna consideración a circunstancias de edad, de
comodidad, de fortaleza o debilidad física, como era corriente entonces.
Ciertamente
obreros y obreras existieron desde mucho antes en todas partes y en diversas
labores. El reconocimiento no es simplemente a su condición como primeros
trabajadores industriales sino en cuanto emblemas de la nueva clase,
complementaria de la otra también inaugural de esta nueva época, de la
modernidad que así nacía, la burguesía.
Sea
este nuevo 1 de Mayo ocasión válida para rendirles este sencillo homenaje.
alfonso-monsalver@hotmail.com
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