Hasta donde sabemos, no hay nada eterno en el universo,
salvo el universo mismo.
Todo cambia, todo se mueve, todo pasa, lo que ayer era hoy
ya no es. Lo pequeño o lo grande. Las costumbres domésticas o las grandes
civilizaciones.
Sin embargo, cuando se trata del capitalismo y la honda
crisis que lo afecta desde 2008, todos los analistas, de cualquier corriente
filosófica, ideológica, política o económica, tratan el tema como si este
sistema económico nunca fuera a desaparecer. Todas las soluciones que se
proponen o se sugieren, ofrecen fórmulas que explícita o tácitamente están
dentro de las normas y leyes que rigen al capitalismo. Nada que se aproxime
siquiera a otra concepción de la organización social y que aluda o suponga un
cambio radical, es decir, en las raíces, en los fundamentos de este modo de
producción.
De manera protuberante, las búsquedas se realizan desde
enfoques esencialmente monetaristas, más o menos ortodoxos, más o menos
heterodoxos, pero esencialmente basados en políticas monetarias de menor o
mayor alcance, más o menos novedosas pero sin llegar jamás al fondo del
problema.
¿Acaso el capitalismo existirá y persisitrá para siempre,
hasta la eternidad?
La lógica más elemental nos dice que no puede ser así. Todos
los sistemas económicos o modos de producción que han existido siguen pasos o
etapas similares: surgen del sistema anterior –de sus entrañas–, se desarrollan
hasta tornarse en el sistema dominante sobre cualquier otro, alcanzan un
período de esplendor y luego comienzan su decadencia, dando paso a un nuevo
sistema que seguirá recorrido similar.
Los sistemas económicos no desaparecen, no “mueren”. Decaen,
se distorsionan, se tornan ineficaces para solucionar las necesidades y los
anhelos de la sociedad. Es equivocado pensar que un sistema llega a un final
absoluto, por el contrario, los diversos modos de producción subsisten y
coexisten. Lo que se impone es el nuevo sistema que compruebe en la práctica su
mayor eficiencia productiva y distributiva: el nuevo sistema dominante, que
relega a los demás a la categoría de subordinados o dependientes.
El capitalismo no es una excepción. Se habla en los medios
profesionales y académicos de una época dorada del capitalismo que corresponde
aproximadamente a la segunda posguerra mundial del siglo pasado hasta
aproximadamente los años 70 u 80 (John Harrison, Eric Hobsbawm).
Hoy el capitalismo atraviesa la crisis más profunda y más
extensa en el tiempo y en el espacio, la que desató la quiebra de Lehmann
Brothers en 2008 y todavía nadie puede comprobar que se ha superado. En la
realidad de las cifras se prolonga y se profundiza, pese a momentáneas señales
de mejoramiento tanto en Europa y la Eurozona en particular, como en los
Estados Unidos y su órbita, con momentos y cifras de recuperación nada sólidas,
desalentadoramente precarias.
¿Finaliza la era del capitalismo? Si es así, ¿qué viene
después?
alfonso-monsalver@hotmail.com
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