Otro nuevo Marx

Por Alfonso Monsalve Ramírez
Mayo 22 de 2014

La revista colombiana Semana publicó, en las páginas culturales de su edición del 17 de mayo pasado, una nota titulada La revolución del debate económico, en la que reseñaba el libro “El capital en el siglo XXI”, del autor francés Thomas Piketty, presentándolo como “el libro de moda en materia económica” y “la sensación entre los economistas de la Élite intelectual de Europa y Estados Unidos” (Élite, así, con reverente E mayúscula), “el Marx moderno” (cada tanto tiempo estos medios, esta vez The Economist, coronan un nuevo Marx) y anticipando que “Lo han comentado premios nobel como Paul Krugman y Joseph Stiglitz”.
Sin conocer ni al libro ni al autor, cualquier juicio es inapropiado. Pero uno puede olfatear los ingredientes de este plato y reconocer algunos que pueden darle una buena consistencia alimentaria, así como otros que son condimentos suficientemente identificables como para temer que el resultado no sea tan apetitoso como promete el ostentoso menú.
Sólo me interesa tratar aquí* un anuncio: “…Piketty está aportando al debate económico un profundo análisis de más de 20 países durante tres siglos. Tras millones de datos y estadísticas, llega a la conclusión de que el crecimiento de la desigualdad es inherente al capitalismo”, (el subrayado es mío).
Esto es lo que quiero glosar, y un par de anotaciones más: “Piketty, quien se opone a cualquier postulado marxista, sugiere que el control no puede venir del propio mercado (¿sugiere que el control por el mercado es idea de Marx?, pregunto yo). Para disminuir la desigualdad, recomienda subir impuestos a los grandes patrimonios. Su propuesta es uno de los puntos de mayor controversia de su libro. Algunos la consideran la parte más floja de su argumentación, y otros afirman que es tremendamente difícil de concretar.”
Y:  “Ante las críticas de quienes lo ven como el Marx moderno, señala que no ha leído la obra completa del filósofo alemán (caso típico de oscurantismo ilustrado, anoto). El solo quiere enviar un mensaje de que si no se hace nada, la desigualdad supondrá un peligro muy grave para las democracias”.
En cuanto a lo primero, su genial descubrimiento de que “el crecimiento de la desigualdad es inherente al capitalismo”, me permito señalar que ese hallazgo es el eje de mi libro Trabajadores Empresarios (Ediciones Aurora, Bogotá, 1912), y que yo lo hice hacia mediados de la década 70-80 del siglo pasado, en uno de esos grupos de estudio que realizábamos entonces y donde seguramente leímos algunas páginas más de Marx que su moderno doble francés, y aquella vez con la guía de nuestro inolvidable compañero Nicolás Buenaventura, que hoy ya descansa sonriendo, con su sempiterno humor, de tantas genialidades.
Mi libro comienza con estas palabras:
El problema más acuciante de la economía mundial en la actualidad, primera década del siglo XXI, es la concentración sin precedentes, en manos de una minoría absoluta de empresarios y de inversionistas financieros, de la riqueza producida socialmente. Esto es más inaceptable en un mundo que genera cada vez más riqueza. La concentración de la riqueza es inherente al capitalismo, como lo veremos en el desarrollo de este análisis.” (Introducción. Concentración de la riqueza, problema central del capitalismo actual, pág.13).
Que no es siplemente una expresión enfática, sino el resultado de muchos años de observaciones, lecturas y reflexiones, lo comprueba el apartado Consumo de subsistencia y consumo productivo (págs. 52 a 58), donde en realidad trato de explicar en términos comprensibles al lector medio lo que en la literatura marxista se denomina reproducción ampliada del capital y del cual ofrezco a continuación algunas citas que sintetizan mi exposición (los subrayados son originales del libro, no de hoy):

«Consumo de subsistencia y consumo productivo
Como hemos visto, tanto el trabajador como el capitalista utilizan la parte que reciben en la distribución del plus producto en consumo de subsistencia, o sea, en todo aquello que tanto el uno como el otro requieren para la producción y reproducción de sus existencias, no solo como individuos sino como clases sociales.
El consumo de subsistencia está conformado por: alimento, abrigo (ropa, techo), salud, educación. Como tal, este consumo agota el ciclo productivo. Lo consume, es decir, lo destruye. Los productos de consumo finalizan su vida una vez son consumidos.
Pero hay otro consumo perfectamente definido por la ciencia económica, el consumo productivo
Es el consumo de bienes de producción (que se capitalizan durante el ciclo productivo, preciso hoy, AMR): tierra, semillas, abonos y otros insumos (en la producción agropecuaria); materias primas, maquinarias y equipos de producción, tecnología, servicios, papelería y demás insumos de oficina, terrenos e instalaciones (en la producción industrial).
(…) La tela que adquiere el fabricante para confeccionar prendas de vestir, es consumo de tela, pero esta tela no desaparece en este consumo, sino que continúa su vida como insumo de las prendas fabricadas. Es consumo e insumo al mismo tiempo, y es el que determina el crecimiento de la empresa… También es consumo productivo la ampliación de las actividades productivas…
(…) Toda la inversión que el capitalista realiza en estos rubros tiene por fin no solamente hacer posible la producción, asegurar la continuidad productiva, sino además lograr el crecimiento de la empresa.
Este crecimiento es obligación de toda empresa productiva.
(…) Como es claro, es un tipo de consumo al cual tiene acceso solamente el capitalista. El trabajador no tiene ninguna participación en este consumo productivo. Él accede exclusivamente al consumo de subsistencia.
(…) El trabajador no recibe nada de esta participación. No tiene ningún derecho sobre este consumo. Él tiene que limitarse, una vez más, al consumo de subsistencia.
Este es el mecanismo intrínseco de la concentración de la riqueza en la forma de producción capitalista, puesto que el único que participa en este consumo productivo es el capitalista, el capital, mientras que el trabajador no tiene la oportunidad de participar en ese consumo y, por tanto, tampoco participa en la nueva riqueza producida. No participa del crecimiento económico.
(…) Este mecanismo no sólo explica la desproporción entre la participación del capitalista y la del trabajador en la distribución de la riqueza producida por el sistema capitalista.
Explica algo más de fondo: el por qué el capitalismo concentra la riqueza inevitablemente. Porque esa concentración se produce como resultado y en el interior del mecanismo productivo mismo, es uno de los piñones fundamentales, si no el principal de todos, del engranaje interno de la empresa capitalista. Por eso se afirma que la concentración de la riqueza es inherente al capitalismo.
Es en el interior del ciclo productivo donde se oculta este engranaje concentrador. Por eso nada valen todas las medidas coercitivas, fiscales, las leyes, los regímenes tributarios más avanzados, para frenar este proceso concentrador de la riqueza en manos de unos pocos capitalistas…».
Quisiera limitarme a estas observaciones y citas, anotando que, para mi asombro, no es solamente el señor Piketty sino varios y tal vez muchos economistas de todas las tallas los que no han visto o se niegan a ver y a comprender lo que significa calificar de inherente a este mecanismo concentrador de la riqueza de la economía capitalista.
Pero debo incluir todavía dos puntualizaciones más. En primer lugar, que el propio Marx señala esa condición inherente, es decir, intrínseca, implícita y por tanto sistémica, de la concentración capitalista de la riqueza, aunque, me parece a mí y tengo que decirlo, él mismo no parece otorgarle esa condición de variable fundamental del modo de producción capitalista, lo que abona a favor del descubridor francés Piketty. En el marxismo ortodoxo se ha dado hasta hoy más trascendencia al proceso de creación y apropiación de plusvalía (explotación) que al de cocentración de la riqueza (dos aspectos de una misma realidad productiva), y esto también está dicho en mi libro. Veamos estas palabras de Marx (Tomo II de El Capital, crítica de la economía política, capítulo II, Sección II, Acumulación y reproducción ampliada, págs. 72 a 74 en la tercera edición del Fondo de Cultura Económica, cuarta reimpresión, 2010):
“…el atesoramiento aparece aquí como un factor que va implícito en el proceso capitalista de acumulación, como un factor inherente a él (…) la acumulación o producción en escala ampliada, que, como medio para una producción más extensa de plusvalía y, por tanto, para el enriquecimiento del capitalista, aparece como la finalidad personal de éste y va implícitamente en la tendencia general de la producción capitalista, se convierte, al desarrollarse –como hemos demostrado en el Libro I–, en una necesidad para todo capitalista individual. El acrecentamiento constante de su capital pasa a ser condición para que este capital siga existiendo” (los subrayados son míos).
Hasta aquí lo relativo al genial descubrimiento de este “Marx moderno”. Sólo voy a agregar, y con esto termino mis glosas, un breve comentario sobre la también genial receta para contrarrestar esta voracidad concentradora de la riqueza del capitalismo, la de gravar con impuestos progresivos y por esta vía redistribuir la riqueza que el capitalismo ha llegado a producir en cantidades nunca antes vistas, lo cual subraya su inobjetable eficiencia productiva, pero también tan escandalosamente concentrada en unas pocas personas, que devela su aspecto negativo, su también inocultable –¡inherente!– incapacidad de justicia social.
Esa receta, en todas sus modalidades, fiscales, impositivas, redistributivas, etc., ha fracasado rotundamente donde quiera se la ha aplicado, incluyendo claro está a los regímenes social demócratas y al tan ponderado modelo del Estado del Bienestar: incluyendo el estruendoso y doloroso derrumbe, bajo el embate de la actual crisis global, del socialismo español, con la caída de Rodríguez Zapatero y del PSOE que tantas ilusiones despertaron y tantos elogios merecieron de los más diversos analistas económicos de todas las corrientes.
Se mencionan como pruebas contrarias algunos países nórdicos donde ciertamente se han desarrollado sociedades donde se ha alcanzado una evidente equidad social (Suecia, Holanda, Noruega…). Pero, en primer lugar, con la presente crisis han comenzado a aparecer fisuras en esa tersa superficie, ya un tanto arrugada por índices tan preocupantes como el alto porcentaje de suicidios por ejemplo, y en segundo lugar, como excepciones que confirman la regla general de la concentración capitalista, pues hace falta un análisis de los mecanismos de atesoramiento del capitalismo financiero afincado en esas regiones, así como su localización dentro de las coordenadas de la economía capitalista “globalizada”. A pesar de lo cual siguen presentándonosla como la solución para reformar definitivamente el capitalismo y transformarlo en capitalismo social, capitalismo compartido y otros laureles del mismo tronco. Ya los veremos cómo se agostan, se secan y caen.
La severidad impositiva a quienes termina engordando es a los paraísos fiscales, con sus secuelas lógicas de especulación, parasitismo, entrabamiento productivo y por último, comportamientos mafiosos, demostrados suficientemente en las investigaciones adelantadas por las autoridades estadounidenses contra Lehmann Brothers, Goldman & Sachs y demás capos financieros.

* Un excelente artículo crítico escrito por el autorizado analista David Harvey y titulado Consideraciones sobre El Capital de Piketty, que a la vez puntualiza los aportes valiosos (extraordinaria documentación estadística, por ejemplo) del libro de Piketty, puede leerse en el boletín electrónico Sin Permiso de mayo 25/2014. Ver:
http://www.sinpermiso.info/textos/index.php?id=6964
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Para leer el texto completo de Semana, ir a la siguiente dirección:

http://www.semana.com/economia/articulo/un-economista-frances-propone-una-revolucion-del-debate-economico/387983-3


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