Madurez de Maduro

La primera imagen que proyectó el presidente Nicolás Maduro cuando tuvo que asumir el muy difícil rol de reemplazo de Hugo Chávez nos desconcertó bastante. Es cierto que los perfiles de todos estos líderes del movimiento latinoamericano iniciado con Chávez se apartan de las figuras enyesadas y estereotipadas a que nos tenían acostumbrados los mandatarios de la región. Un discurso coloquial, familiar, sin amaneramientos retóricos ni la mímica de cortesanos de opereta, sino desenvuelto, directo, burlón y en ocasiones hasta grosero, caracteriza a estos líderes.
Maduro inicialmente intentó crear el suyo con el famoso pajarito agorero como imagen característica, pero no logró hacerlo simpático a las clases medias “cultas”. La prensa capitalista agarró la ocasión para reclamar una presencia de estadista y otras “profundas” críticas, con la profundidad de un platón… en minúsculas.
A un año de su mandato las debilidades de su semiótica han desaparecido y hoy vemos a un Maduro maduro. El punto culminante de este cambio lo marca el manejo maestro dado a la difícil situación social y política que vivió Venezuela en los últimos meses. Originada en las dificultades económicas y de aprovisionamiento provocadas por sectores del empresariado, en clara imitación de lo que le hicieron a Allende, y en las provocaciones de sello fascista orientadas a causar la mayor cantidad de muertos para forzar una intervención extranjera, aplicando el modelo que se utilizó en Irak, en Libia, en Siria y que se está intentando en Ucrania, buscaba desembocar en la caída de Maduro.
El golpe certero fue dado con guante blanco: paz, diálogo, concertación. No simples llamados, no solamente discurso: Maduro impuso su tozudo llamado a la paz y al diálogo. Con insistencia tenaz y sin debilitar las medidas de fuerza a que le obligaron los opositores más desorbitados, superó la artificiosa crisis que, además, se dio –y aún se da– solamente en los titulares, las fotografías y los videos de los medios capitalistas, como lo atestiguaron fuentes alternativas[1].
Maduro va ganando la partida. Con acompañamiento internacional de todos los matices, desde Mercosur y el Alba, hasta el nuncio apostólico, monseñor Aldo Giordano, los cancilleres de Brasil, Luiz Figueiredo, de Colombia, María Ángela Holguín y de Ecuador, Ricardo Patiño, como “testigos de buena fe”, ha logrado acuerdos sustanciales entre el gobierno y los líderes de la oposición, y lo más importante, con el empresariado.
Creación de una Comisión de la Verdad, anuncios económicos formalizados por Maduro ante decenas de empresarios privados en la Conferencia Nacional por la Paz, acuerdos con Toyota, Chrysler y Mitsubishi, oferta de liquidación hasta del 30 por ciento de las divisas “pendientes” a sectores prioritarios, son algunas muestras de los logros en tres reuniones realizadas hasta la fecha.
Claro, estas noticias no las dan lo medios capitalistas. Hay que buscarlas en la red, donde no hay quien pueda impedir que se exprese la verdad. Adicionalmente, Maduro confirmó lo que ya se ha visto en Siria y tal vez en Ucrania. Vivimos una nueva época en la que sí es posible superar la violencia y la guerra mediante la paz y el diálogo. Son lecciones de madurez que nos ha dado Maduro.
 Alfonso Monsalve Ramírez
Abril 28, 2014



[1] El periodista de The Guardian, Max Weisbrot, por ejemplo: «La situación económica se estabiliza en el país, la inflación ha bajado y el dólar ha caído en el mercado informal  …qué poco de la vida cotidiana parecía estar afectado por las protestas, la normalidad que reina en la gran mayoría de la ciudad. También yo había sido engañado por la imaginería mediática…» http://www.cubainformacion.tv/index.php/objetivo-falsimedia/55541-periodista-britanico-reconoce-que-viajo-a-venezuela-enganado-por-los-medios-y-que-alli-hay-una-revuelta-de-ricos

Gabriel García Márquez: “El deber revolucionario de un escritor es escribir bien”

Comparto la publicación hecha por el diario ecuatoriano El Telégrafo de hoy martes 22 de abril, de la entrevista que hice a Gabriel García Márquez cuando se iniciaba el ascenso, como un cohete hacia el cenit de la fama, del nombre del escritor por la reciente publicación  seis meses antes– de Cien Años de Soledad. Dada mi escasa destreza para utilizar los recursos de estas tecnologías, no logro reproducir las dos páginas con su diagramación, el logotipo del diario y la foto de García Márquez. Reproduzco el texto como apareció en El Telégrafo e incluyo la dirección (¿URL?) de la publicación para quienes quieran ver la versión del diario para la Red.


Añado solo unos renglones que completan un poco el entorno en que se realizó la conversación. Eran los años 60, años de la Revolución Cubana y su omnipresente y vibrante influjo. En alguno de los incidentes propios de esos tiempos, Fidel Castro había replicado a algún crítico con estas palabras: “El deber de todo revolucionario es hacer la revolución”. Esa frase se la agitaba como tonante argumento universal en todos los corrillos políticos, sociales, intelectuales y artísticos. En estos últimos, para reclamar lo que se tipificó como “el compromiso político del intelectual”. En esa sobrecargada atmósfera, un amigo poeta y crítico literario, había publicado una semana antes su opinión sobre Cien Años, culpando al escritor de ligereza tergiversadora de la realidad por la forma como relataba la masacre que se perpetró en las bananeras de la costa caribe colombiana el 6 de diciembre de 1928 en represión de una huelga de trabajadores. La entrevista comenzó dura, rígida (yo apenas había sido presentado a Gabito para solicitarle la cita), y no lograba dinamizarla. Entonces le comenté el artículo recién publicado. Fue un recurso mágico. Gabito reaccionó como un toro en las banderillas y salió a flote toda su enérgica personalidad, como siempre que le hicieron esta clase de señalamientos, y así surgió la frase que sirvió de título a la publicación de la entrevista. Si se observa bien, no sólo en el título sino en todo el texto se palpará casi físicamente el aire que se respiraba en esos días en Latinoamérica y en todo el mundo.
Los dejo con la entrevista.


EL AUTOR DEFENDÍA LA POSTURA DE TRATAR A LOS HECHOS REALES DE LA MISMA FORMA EN QUE LO HACÍA LA TRADICIÓN DE AMÉRICA LATINA: A TRAVÉS DEL REALISMO MÁGICO

Gabriel García Márquez: “El deber revolucionario de un escritor es escribir bien” (GALERÍA)
Cien años de soledad apareció en las librerías en mayo de 1967.Para noviembre de ese mismo año, la novela ya iba por su tercera edición. En aquel entonces el periodista colombiano -ahora residente en Ecuador- Alfonso Mosalve Ramírez conversó con Gabo sobre todas las aristas que suponía el surgimiento de ese libro como estandarte de un movimiento que empezaba a hacerse sentir a lo largo de todo el mundo, lo que suponía que la literatura latinoamericana había llegado a su madurez. EL TELÉGRAFO reproduce esa entrevista publicada en la revista soviética Enfoque Internacional.

Descripción: abriel García Márquez en 1967 con un ejemplar de la primera edición de su novela más exitosa, Cien años de soledad, publicada en Buenos Aires por Editorial Sudamericana. Hasta la fecha se han vendido cerca de 40 millones de copias de esta obra. Foto: albaciudad.org

Por Alfonso Monsalve Ramírez*, especial para El Telégrafo

En mayo de 1967 apareció la primera edición de Cien años de soledad. En el noviembre siguiente, estaba en imprenta la cuarta edición de 20.000 ejemplares, como las 3 anteriores. En la patria del escritor ya no se consigue el libro. El escritor es Gabriel García Márquez, o simplemente Gabo, nacido en un pueblo de la Costa Atlántica, Aracataca, cuya transposición literaria lleva ya el nombre familiar a sus compatriotas de Macondo. De estatura más bien baja, trigueño y con un bigote caído sobre las comisuras de los labios, su aspecto recio hace pensar en el tipo medio del mexicano: además Gabo ha vivido bastante tiempo en México, ama aquel país, y en su acento hay huellas de esa influencia.
Pero a poco hablar, aparece íntegro el típico costeño colombiano, hablador, franco, directo en sus conceptos, y poniendo en toda expresión una gracia sincretizada del doble ancestro negro y español bajo el amodorrante sol del trópico. Por eso la entrevista, que había comenzado difícil, conceptuosa, cuando Gabo encontró el hilo de sus ideas, cuando comenzó a decir lo suyo, lo que siente que debe decir, se convirtió en un torrente de palabras, un alud que al final, cuando me despedí, me hizo sentir la clara impresión de tener que meter en cintura un río desbordado, y –¡qué lástima!– reflejando apenas opacamente la rica conversación con Gabo. He aquí la síntesis que, de todos modos, no mella sus opiniones-

La novela tiene su auge en vísperas de las grandes transformaciones
La novelística latinoamericana ha hecho su aparición con fuerza sorpresiva en el panorama de la literatura universal. Se ha dicho que el fenómeno señala el surgimiento del escritor latinoamericano. Pero Gabo lo interpreta en otra forma: “No hay un surgimiento de escritores, sino de lectores. Los novelistas, hoy tan solicitados y leídos, estamos trabajando desde hace 20 años, excepto en el caso de Mario Vargas Llosa”.
Ilustra esta opinión con datos: “Cortázar, por ejemplo, publicó la primera edición de Bestiario en 1951. La segunda edición apareció 14 años después, en 1965. La tercera también en 1965. Y la cuarta en 1966. En este momento la Editorial Sudamericana tiene vendidos un millón de libros de Cortázar. Otro dato significante: Esa editorial atraviesa actualmente una crisis de papel: antes nunca había tenido ese problema. En mi caso personal, he visto ahora la fecha de publicación de mis primeros cuentos: 1948. Y mientras El Coronel no tiene quien le escriba cuenta con 3 ediciones en 10 años, con un total de 40.000 ejemplares, Cien años de soledad lleva 4 ediciones en 6 meses, en total 80.000 ejemplares. Lo que quiero decir es que existíamos. Lo que ocurre ahora es que nos han descubierto”.
El fenómeno, ciertamente, es interesante y propone muchos interrogantes. García Márquez se los plantea él mismo y va encontrando lúcidas respuestas: “Tanto los escritores como los editores estamos desconcertados. ¿Qué pasa? Esta respuesta espectacular del lector latinoamericano obedece a varias causas. En primer lugar, está, quizás, la decadencia de la novela europea y norteamericana”.
La segunda causa me la expresa en forma de pregunta: “Además, ¿no crees tú que la novela siempre tiene un gran auge en los momentos de crisis social, en vísperas de las grandes transformaciones?”.

Me siento profundamente responsable
Esta insurgencia del lector suscita otras repercusiones. García Márquez es un escritor analítico y no se conforma con explicaciones fáciles. Sabe que la gloria que ahora le ha llegado no es solamente un galardón, sino también una exigencia por parte del ávido público americano. Dice: “Esta acogida de los lectores obliga al escritor a responsabilizarse. Personalmente me siento profundamente responsable. Contaré este caso: cuando apareció Cien años de soledad yo tenía lista para publicar otra novela, El otoño del patriarca. Ahora he decidido revisarla, trabajarla más aún, ya no me siento tan seguro, siento una gran responsabilidad. Ahora bien, no se trata de cambiar la novela que tenía escrita, no se trata de acomodarla al gusto del público. Yo sé muy bien a qué se debe el éxito de Cien años de soledad, y podría valerme de ciertos recursos técnicos para garantizar a El otoño del patriarca un éxito similar. Pero no lo voy a hacer. No voy a parodiarme”.

Experimentar, buscar, renovar
El monólogo se hilvana. Surge otro tema: “No se trata de aprovechar la experiencia adquirida, sino de experimentar”. Va apareciendo el credo estético de García Márquez: “Siempre estoy experimentando. Lo sabroso de la novela es eso, buscar, encontrar, renovar. Por eso mis teorías literarias cambian todos los días. No tengo una fórmula. El día que tenga una fórmula estoy acabado. Me contradigo. Quien no se contradice es dogmático, y ser dogmático es ser reaccionario. Yo no quiero ser reaccionario”.
Aspiro a que cada novela me coloque contra la pared
Gabo ilustra estas ideas con el itinerario de sus propias búsquedas: “Tres de mis libros,El Coronel no tiene quien le escriba, Los funerales de la mama grande y La mala hora, son en verdad un solo libro. Un mismo tema, unos mismos personajes, un mismo ambiente, que se repiten y se mezclan, como pedazos que tomo de aquí y coloco allá. Durante ese tiempo estaba experimentando, trataba de salir de la retórica latinoamericana. Disecar el lenguaje cada vez más, hacerlo más económico. Hasta que me encontré contra la pared. Los 3 libros pertenecen al realismo tradicional.La mala hora es el que refleja más directamente la realidad. Sin embargo, ha sido calificado como mi peor novela. Jorge Eliécer Ruiz me dijo: es un bache. Algún otro crítico dijo que era demasiado literaria y demasiado correcta para ser buena. La mala hora me colocó contra la pared. Pero sin La mala hora yo no hubiera podido escribir Cien años de soledad. Porque al quedar contra la pared tuve que romper la pared. En distinto sentido, Cien años de soledad me ha vuelto a dejar en la misma situación. Ángel Rama me comentó: ‘Raspaste el cajón, diste todo, ahora, ¿qué vas a escribir?’. Pues bien, tengo que romper de nuevo la pared. Aspiro a que cada novela me coloque contra la pared”.

Todo es real en Latinoamérica
A propósito de esto, le menciono que algunos críticos han dicho que en Cien años de soledad, García Márquez trata irresponsable y ligeramente el problema del realismo, y que la irrupción continua de la fantasía en la realidad, antes que elevar la realidad a un plano de evidencia, la desvirtúa. Gabo es enfático: “No me refiero a un acontecer histórico. Me interesa contar historias interesantes para el lector. Historias reales. No son, ciertamente, historias documentadas, pero son historias sacadas de mi experiencia vivida. Buscando me he dado cuenta de que la realidad en Latinoamérica, la realidad en que vivimos, en la que nos criamos, la que nos formó, se confunde diariamente con la fantasía”.

DESTACADO:
“Los informadores oficiales reducen los muertos a 26, yo los aumento a 3.000, a ver quién gana…”.

“La realidad en Latinoamérica, en la que vivimos, se confunde diariamente con la fantasía”.
Algunas anécdotas, muy bellas, explican esta afirmación. Escojo una: “En Cien años de soledad no hay un solo episodio fantástico. Es la realidad de todos los días. Por ejemplo, la ascensión de Remedios la bella en cuerpo y alma al cielo es un episodio histórico. Yo conocí en mi pueblo a una señora que tenía una nieta muy bonita. La muchacha huyó una noche con un agente viajero. Al día siguiente la señora explicaba la desaparición de su nieta diciendo que había ascendido en cuerpo y alma al cielo, que ella la había visto transfigurarse y llenarse de luz y elevarse a las nubes. Cuando la gente le expresaba su incredulidad ante hecho tan inaudito, ella replicaba: Si la Virgen María subió al cielo en cuerpo y alma, ¿por qué mi nieta no podía hacerlo?”.
“Esta forma de afrontar su problema –concluye Gabo– es parte de la realidad latinoamericana. Todo es real en Latinoamérica. Por eso no creo que en mi novela haya una mistificación perjudicial de la realidad. Otro caso: relato la masacre de las bananeras en una forma que puede llamarse falsa, superficial, irreal, sin documentos históricos. Todo lo que se quiera. Pero el hecho es que ahora hay en América 80 mil lectores que saben que en Colombia, en las bananeras, hubo una masacre. Antes no lo sabían. Yo describo la mecánica del hecho.
Y cuando alguien me decía que este libro era peligroso porque yo digo que hubo 3.000 muertos y que en realidad no hubo sino 26, le respondí: yo sé que hubo mucho más que 26, pero ustedes, los informadores oficiales, reducen la cifra a 26, yo la aumento a 3.000, a ver quién gana…”.
Gabo salta a la fantasía, a su realidad: “Hubo muchos más muertos que 26, pero la gente no lo cree. Sucede como con el General Aureliano Buendía, el protagonista de Cien años de soledad, que hizo 32 guerras civiles. Pero al final de la novela, cuando el último de  los Buendía lo cuenta, la gente no lo cree…”.

La gente quiere que el escritor sea líder
El tema lo apasiona: “En La mala hora precisamente quise hacer un realismo directo. Quise comprometerme con una realidad que me había impresionado mucho: la violencia. Yo no podía ser indiferente a esa realidad. Y resultó mi peor novela. Porque en ella caí en las fórmulas, caí en lo que ahora algunos me piden que haga…”
Intento comentar: “Algunos críticos hacen su crítica también a través de fórmulas…”, pero Gabo me interrumpe:
“Críticos no. Políticos. Hay gente que cree que los novelistas somos historiadores o políticos. Pero no nos pueden pedir que arreglemos todo. En mi viaje por Suramérica me di cuenta de que la gente, especialmente la juventud, busca un líder. Y cuando surge un escritor, le piden que sea líder. No. Nosotros contamos cuentos. Yo escribo ahora lo que me sale del alma, creo que eso hace más por cambiar la situación, hace más por el país. Tengo una ideología, y a través del lente de esa ideología veo todo y hago cuentos. Como le sucede a todo hombre y a todo libro. Caperucita Roja es un libro que tiene ideología. Eso es inevitable si se es sincero”.
Gabo resume su pensamiento: “Para decirlo de una vez, el deber revolucionario de un escritor es escribir bien”.

La literatura latinoamericana ha llegado a su madurez
¿Y los demás escritores latinoamericanos? ¿Los nuevos escritores? ¿Hay en ellos la misma visión ideológica de la realidad?
“Todos estamos en lo mismo. Contamos el mismo cuento, no hay 5 novelistas escribiendo 5 novelas, sino una sola novela en varios tonos, escribimos sobre la misma realidad y cada uno de nosotros muestra una parte de esa realidad”.
Sin embargo, es un hecho aceptado que los más jóvenes escritores latinoamericanos conforman, en términos generales, una tendencia homogénea, y que expresan el rompimiento con un realismo que ha sido calificado como costumbrista y precario. “No creo que haya un rompimiento –contradice Gabo–. Asturias y Gallegos son anteriores a nosotros, como lo son Flaubert y Amadís de Gaula. Lo que sucede es que Flaubert y Amadís de Gaula y Cervantes eran escritores maduros. Lo que hay en la novela latinoamericana no es un rompimiento sino una madurez.

El escritor debe ser rebelde siempre porque la sociedad es infinitamente perfectible
Gabo quiere, a raíz de estas consideraciones, decir algo especialmente a los jóvenes que aspiran a escribir: “Uno de los factores de esa madurez está en un hecho muy importante: por primera vez en Latinoamérica somos escritores profesionales. Cortázar fue el primero que nos dijo: Vamos a ser escritores, aunque tengamos que morirnos de hambre. Esta actitud termina por crear conciencia profesional”.
Al desenvolver su pensamiento encuentra otra inquietud: “También hemos reaccionado contra lo que podría llamarse el escritor mendicante. Antes los escritores querían ser una carga para la sociedad, que la sociedad los mantuviera, que los subvencionara. Pero cualquier subvención compromete al escritor. Y eso es válido para todo tipo de sociedad. Es terriblemente peligroso, y es algo que me inquieta. En este sentido me identifico totalmente con lo dicho por Vargas Llosa en su discurso en Caracas. Nunca he recibido una subvención, una beca, nada por el estilo. Cada centavo me lo gané con mi máquina de escribir. Ahora puedo vivir de lo que escribo, no porque escriba mejor ni distinto, sino porque he trabajado 20 años. El escritor debe mantenerse siempre independiente, debe ser siempre rebelde, en cualquier sociedad, porque la sociedad es infinitamente perfectible”.
* Entrevista realizada en noviembre de 1967 y publicada en diciembre en la revista soviética Enfoque Internacional de la Agencia de Prensa Novosti, Bogotá.


"Gabriel García Márquez, lecciones económicas"

Naturalmente estos días están llenos de ruido macondiano. Se puede oír, leer y ver de todo, con el predominio merecido del elogio, el arrobamiento, la exuberancia biográfica exacerbada como es corriente ante cualquier difunto y más si se trata de una personalidad tan centelleante como fue la de García Márquez. Escribir o siquiera citar o transcribir algo resulta sobrecarga vanamente redundante. Por esto llamó me sorprendió encontrar en El Blog Salmón, tribuna de rigurosa especialización en densos temas económicos llenos de cifras, cálculos, estadísticas y gráficos ilegibles para la inmensa mayoría de nosotros, legos lectores de esos enredos, la siguiente nota sobre Gabito. Sin más, la reproduzco respetando sus subrayados originales, para que cada lector la deguste a su antojo.

Gabriel García Márquez, lecciones económicas
Alejandro Nieto González
18 de abril de 2014

Ayer murió Gabriel García Márquez, premio nobel de Literatura en 1982 y uno de los más grandes autores hispanos de la historia (y quizá también universal). Sus novelas, como todas las que tratan las reacciones humanas a los acontecimientos, tratan sobre economía, y desde aquí quiero hacerle un pequeño homenaje.
Gabo, como le gustaba que le llamaran, empezó como periodista y su primera novela tiene una historia curiosa. Se publicó como fascículos en el periódico “El Espectador” de Bogotá en 1955. Esta publicación le hizo exiliarse de Colombia ya que generó mucha polémica y aunque no se publicó como libro hasta mucho después (1970) creo que sería injusto no respetar la fecha original de publicación.
¿De qué novela estoy hablando? De Relato de un naúfrago. Es una historia real, de ahí la polémica. Versa sobre la inverosímil historia de la supervivencia de Luis Alejandro Velasco, tripulante del buque militar A.R.C. Caldas, tras caer al mar y estar allí durante 10 días sin comida ni agua.
La versión oficial es que una tormenta le arrojó por la borda. La novela, en cambio, señala que el problema fue que la cubierta estaba llena de contrabando (el buque venía de repararse de EEUU) y se soltó, arrastrando al marinero por la borda.
En el plano personal tengo mucho cariño a esta novela. Fue la primera que leí de Gabo; el relato de 10 días en el mar no se hizo nada pesado, a pesar de lo monótono de la historia; y odio en general las novelas marítimas, pero esta me atrajo bastante. Pero vamos a valorarla económicamente.
Primero, esta novela indica cómo la corrupción puede acarrear graves problemas a la vida de mucha gente. En este caso fue una única persona, pero podría haberse hundido el buque. Segundo, también deja entrever (siento el spoiler) que el Gobierno no rescató a Alejandro aún pudiendo, ya que temían (con razón) que se descubriera la verdad. Es decir, los Estados ponen precio a la vida de las personas y esto no es aceptable cuando hay corrupción, pues los incentivos son perversos.
Y tercero, una prensa independiente es fundamental para combatir la corrupción y lograr que los Estados no sean disfuncionales. Esta prensa seguramente se lleve mal con el poder y eso es bueno. En la actualidad hago otra lectura: los medios de nueva generación, sin estrechos vínculos con el poder, son los que más libertad tienen. La prensa tradicional está ahogada de deuda y bajos ingresos, y no está cumpliendo con esta función.
Este ha sido mi pequeño homenaje a un gran escritor. Sé que muchos piensan en otras novelas cuando hablan de Gabo, y lo comparto: Cien años de soledad es una de las mejores novelas que he leído y creo que es imprescindible. Pero a veces hay que salirse de los libros tradicionales de un autor para comprender mejor su contexto.

http://www.elblogsalmon.com//criticas-y-recomendaciones/gabriel-garcia-marquez-lecciones-economicas?utm_source=NEWSLETTER&utm_medium=DAILYNEWSLETTER&utm_content=POST&utm_campaign=19_Apr_2014+El+Blog+Salm%C3%B3n&utm_term=CLICK+ON+CONTENT