Editorial
Decisiones
Muy
molesto vimos el martes de esta semana al presidente de la República, Juan
Manuel Santos, por el escándalo de las presuntas interceptaciones a los
negociadores de guerrilla y Gobierno que tratan de pactar la paz en La Habana
que al parecer se planearon desde un remedo de restaurante en el barrio
Galerías de Bogotá. ¿Quién hizo la operación? Miembros de inteligencia militar,
todo indica.
Por: Elespectador.com 8 de febrero de 2014
Molesto,
visiblemente afectado, salió nuestro primer mandatario a decir que rodarían
cabezas y que investigaría a fondo para saber hasta dónde pudo llegar ese uso
ilícito de la inteligencia y, sobre todo, quién lo hizo. Y cabezas rodaron de
inmediato: fueron relevados el jefe de inteligencia del Ejército, Ricardo
Zúñiga, y el director de la Central de Inteligencia Técnica del Ejército
Nacional, Óscar Zuluaga. Sólida decisión.
Veinticuatro
horas después, sin embargo, el mismo presidente salió a decir que la fachada
operaba de forma absolutamente legal. ¿Y entonces, presidente, a qué parte de
sus palabras debemos darle buen crédito? ¿Ya no rodarán (más) cabezas? ¿No se
investigará a fondo? ¿No se encontrará al responsable? ¿Y qué decir a los
plenipotenciaros en La Habana, chuzados por miembros del propio establecimiento
que allá representan? ¿No pondrá esto en riesgo el proceso? ¿Era una operación
normal, como dijo el presidente, para enfrentar a enemigos del Estado? ¿Es
Humberto de la Calle enemigo del Estado? Oh, confusión.
Asombra,
ante hechos tan serios, esa actitud del Gobierno de andar dando brinquillos
indecisos frente a la opinión pública, como un niño que recibe un regaño. Hoy,
sí; mañana, no; pasado mañana, depende. Preocupa, también y sobremanera, que
eluda aclarar si sabía o no de las operaciones, tanto las que considera legales
como las que se presumen ilegales.
Cualquier
escenario es grave y la sociedad merece saberlo. Porque, si sabía, tendrá que
explicar, de entrada, la licitud de dichas interceptaciones: ¿quién las
autorizó? ¿Cumplieron con los principios bajo los cuales, según la Ley de
inteligencia y contrainteligencia que han citado, debe procederse? Y si no
sabía, peor: ¿quién, entonces, si no el presidente de la República, está
ordenando una acción de tal envergadura?
Las voces
suspicaces apuntan a militares fieles al expresidente Álvaro Uribe. ¿Y por qué
no? ¿No ha revelado él datos secretos de operaciones militares, con coordenadas
incluidas, o con posicionamiento de comandos del Ejército que han cesado al
fuego? ¿No fue un “soldado” de su partido el que dio al país, anticipadamente,
la información del primer acuerdo firmado entre las Farc y el Gobierno?
Más
claridad, por favor. Se nos anuncian investigaciones cuidadosas pero ya con las
contradictorias reacciones en cuestión de horas se intuye hacia dónde van
dirigidas. ¿Manzanas podridas? ¿Periodismo apresurado? ¿Historia conocida? Ya
en su momento se anunciaron investigaciones similares sobre la filtración de
las célebres coordenadas de los helicópteros y todavía estamos esperando claridades.
Si el ministro Pinzón no ha asumido el costo político de este escándalo con la
renuncia que varios sectores le han solicitado, confiamos en que sea porque
está decidido a jugarse su prestigio con resultados precisos y definitivos
sobre lo que ha venido sucediendo con el espionaje militar, sin pretender
defender lo indefensable. Y el señor presidente, mucho más allá de esos giros
intempestivos de los últimos días, debe tomar este toro por los cuernos si no
quiere que lo termine atropellando, a él, a su gobierno, a la paz por la que
dice estar jugado...
http://www.elespectador.com/opinion/editorial/decisiones-articulo-473716
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