¿Partidarios del aborto? (II)

Variados, prudentes y sugestivos comentarios he recibido a raíz de mi nota “¿Partidarios del aborto?”, lo que me motiva a dedicarle al tema una segunda aproximación.
Lo primero que cabe anotar es que mis amigos se orientan, en términos generales, a expresar su posición frente al aborto. No era ese mi tema ni fue mi intención. Todo lo contrario, me niego a tomar una posición de Partidario/Opuesto frente a este delicado y complejo, complejísimo y gravísimo asunto. Y denuncio, en cambio, que ese impulso de aprobar o desaprobar, muy entendible (todos quisiéramos contribuir con nuestro grano de arena), es manipulado hábilmente –perversamente– por los medios mercantiles de comunicación. Su interés no es colaborar para encontrar soluciones adecuadas a la grave problemática social que los embarazos no deseados generan en todo el mundo. Su verdadero interés es sacar provecho económico y político. Económico, porque esa forma de plantear el tema –polarizándolo– les ayuda a ganar audiencia, aumentar las ventas de sus periódicos, programas radiales y televisivos, y en esa forma, atraer las pautas publicitarias que son su soporte fundamental. Y político, porque quien saldrá debilitado es “el poder”: el poder político, claro está, que es el que propone y toma medidas. Esos medios criticarán cualquier medida, sea la que sea, pues el poder que ellos defienden es otro, el poder económico. No les importa que esto no ayude ni un ápice a verdaderas soluciones.
Para ver nuestro tema en forma distinta, propongo un ejercicio: imaginemos que usted, generoso lector, es un padre o madre de familia. Su hija, que tiene entre 14 y 18 años, les llega con la noticia: está embarazada. ¿Qué se debe hacer? Inmediatamente puede crearse esta situación (imaginaria pero verosímil): usted tiene una posición totalmente contraria a la de su cónyuge. Uno de los dos dice que debe abortar, el otro se opondrá firmemente, abortar jamás, que tenga el hijo, que se case o lo que sea, pero aborto, ¡nunca! Y la niña, ¿qué dice? Nada: llora, llora y llora desconsoladamente. Ella no sabe qué hacer. Ella sólo sabe que ninguna de las soluciones que se proponen coinciden con los sueños y las ilusiones que se había hecho para su vida. ¿Qué hacer? ¿Quién debe imponer su voluntad a los otros?
Estamos de acuerdo en que no es fácil hallar una respuesta. Y al final, la decisión que se tome, no es la de dos de las tres personas, sino la de una de ellas. Alguna decisión hay que tomar…
Si a nivel individual, familiar, este dilema no puede solucionarse de manera simple, ¿qué decir cuando se trata de las 20 000 (veinte mil) niñas que hoy, en este día, están en la misma situación en todo el mundo? Y todavía más difícil: ¿qué debemos hacer si sabemos que de esas veinte mil niñas, casi nueve mil (8 767) están acudiendo hoy (365 en la próxima hora) a alguien que les va a practicar un aborto inseguro, es decir, sin condiciones mínimas de higiene, de conocimientos médicos, de responsabilidad?
¿Tomar una de estas dos decisiones: a), prohibir esos abortos; b), aprobarlos?
Queda a la vista el absurdo: ni una ni otra decisión es una solución. Entonces, ¿nos desentendemos del problema? ¿Simplemente cerramos los ojos para no ver a las 192 de esas niñas que morirá hoy, ocho en la próxima hora?
Seguramente una primera decisión para impedir estas muertes es la de ofrecerle a estas niñas la posibilidad de acudir a un aborto en condiciones sanitarias y médicas más seguras. Es una decisión de urgencia porque lo primero es eso, impedir que esas niñas mueran. Pero no es la solución al problema general. Que quede claro: el aborto legalizado no es la solución que todos quisiéramos para los embarazos no deseados. Es más bien una medida de emergencia para evitar la muerte de miles de mujeres, niñas y adultas, que sólo pueden acudir a esos otros abortos inseguros.
La solución, mejor, las soluciones, tenemos que seguir buscándolas, y entonces aparecerá en cada lugar, en cada caso, en cada país, en cada grupo social, una cantidad de obstáculos de toda clase: vean, lean, mediten el informe de la ONU sobre el asunto. Nos entenderemos un poco mejor: no es nada fácil el asunto.
Como uno de los condicionantes, uno solo –existen muchos más– está la segmentación social. Al respecto, y para poner fin a estas notas, reproduzco algo que escribí en mi reciente trabajo “¿Hasta dónde? Definiendo el rumbo del socialismo del siglo XXI” (publicado en este blog):
«Las condiciones materiales y sociales en que la mujer tiene que desempeñar las funciones de la maternidad condensan la división de la sociedad en clases antagónicas. Dependiendo de esas condiciones, la mujer de las clases dominantes tendrá todas las garantías y gozará de todos los cuidados para convertirse en madre cuando lo decida y como lo decida, y dispondrá de todos los recursos y aprobaciones para abortar cuando su embarazo sea involuntario o accidental.
No así la de las clases dominadas. Las condiciones de sus embarazos son radicalmente distintas, comenzando por la precariedad material y cultural, sin el acceso a una educación mínima y a facilidades de salubridad tanto para sus partos como para sus abortos. Son millones de mujeres jóvenes y pobres las que mueren en el mundo debido a esta situación. Esta es una de las causas sociales derivadas de la liberación femenina que ha tomado más fuerza y que a la vez encuentra mayor oposición de los sectores dominantes, cuyas muchachas pueden esconder sus abortos en largos e imaginarios “viajes al exterior” y otros ceremoniales de ocultación».

Alfonso Monsalve Ramírez
alfonso-monsalver@hotmail.com
Blog “Tardes con Alfonso” (www.tardesconalfonso.blogspot.com)


1 comentario:

  1. Muy acertada la mirada, definitivamente no es una cuestión que se pueda plantear tan en blanco y negro. Además, creo que lo importante es develar otras situaciones alrededor del tema que quedan sin discusión y que son parte en gran medida causantes de embarazos no deseados, específicamente en casos de abuso y violación (pero también en los otros casos). Por ejemplo es el concepto de masculinidad que maneja nuestra sociedad, en relación al "pode" que le otorgan a hombre para decidir sobre el cuerpo de las mujeres; también respecto a la carga sexista que tiene los contenidos comunicacionales y que son financiados por grandes, medianas o pequeñas firmas, de una variedad infinita de productos, pasando incluso por productos musicales, cinematográficos, impresos, etc.; se pueden incluir aspectos de poder económico, social y político que implica el derecho pleno de la mujeres a DECIDIR, lo que en el fondo hace temer a quienes mantienen estrecha mirada al respecto.

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