Triunfó la mano tendida

En una reñida contienda electoral de dos vueltas, ganó el Ecuador más auténtico, el Ecuador de paz y de trabajo. En medio del estrépito y las estridencias mediáticas desatadas para sepultar la voz del pueblo, se elevó su tono más característico, más ecuatoriano, el de la convivencia pacífica.
Éste es el mensaje más profundo de la victoria del candidato de Alianza País, Lenín Moreno. Significativamente limitado a una silla de ruedas como si la historia hubiera escogido un símbolo de la moderación, de la sensatez y el juicio, para enfrentar la prepotencia más tiránica, más despótica y opresiva del mundo actual, la del capital financiero, bancario, en su expresión local de ambición y deshumanización, el poder del dinero elevado a valor superior de la existencia humana.
Sin embargo, y a pesar de su transparencia, no podemos perder de vista que estos triunfos por márgenes estrechos y que cada día son más frecuentes, dividen objetivamente a la naciones en dos mitades cuantitativamente muy aproximadas, como resultado de la democracia dominante, la de las cifras, no la de los principios ni de los valores éticos.
Polarización, signo de los tiempos que vive el mundo, cuando un sistema económico cada vez más deshumanizado y poderoso pero decadente, agonizante, quiere imponerse a la mayoría empobrecida y oprimida por medio de la fuerza, el poder del dinero y la violencia, incluso la guerra si lo cree necesario.
¿Cuál es el mensaje de esta realidad? La mitad de la población ve a la otra mitad como el enemigo. El ciudadano que está frente a mí y que votó por el candidato opuesto deja de ser el adversario que piensa distinto y pasa a ser mi enemigo: es un deber aplastarlo.
La diferencia la ilustra la contienda deportiva: en la cancha no se enfrentan dos enemigos, sino dos adversarios que tienen cada uno su planteamiento de juego. Finalizado el partido y definido un ganador, se tienden nuevamente la mano para saludarse como iguales: como amigos.
La mano tendida es la bandera de Lenín Moreno. Hay que levantarla. La mano tendida no significa desconocer el triunfo del ganador sino reconocer al otro como la persona humana semejante a nosotros, aunque tenga otras ideas, otras preferencias. Es la tolerancia, que es la aceptación de las diferencias y el regreso a la convivencia natural, comprensiva, pacífica.
Y es el diálogo. El intercambio civilizado de opiniones y de propuestas para encontrar senderos comunes por los que pueda continuar el avance, el progreso compartido, la superación de las injusticias en aras de la equidad y del bienestar común.
Es más fácil decirlo que practicarlo. Especialmente cuando los líderes de alguno de los grupos rivales (no las bases que son siempre las víctimas de la intolerancia) han elegido calculadamente la violencia y el odio porque saben que no tienen la razón, sino que necesitan imponerse mediante la arbitrariedad y el engaño. Pero también es cierto que en toda colectividad hay seres razonables. Siempre es posible encontrar al individuo, incluso al colectivo, que sabe escuchar y está dispuesto a buscar el camino común, civilizado, no violento. Se requiere esfuerzo y método. Hoy, en la era de la comunicación, el diálogo es una nueva ciencia social, humana y humanizadora. Debemos aprenderla y ejercerla.

Alfonso Monsalve Ramírez
Blog: tardesconalfonso.blogspot.com

  

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