En el fallecimiento de Fidel.



FIDELÍADA.
Poema épico.

CUARTA VELADA.
Canto XVII. No morirá Fiel.
(Fragmento)

 Más que nadie vive y vivirá por siempre
el hombre que ha vivido para él y para el otro
quien entendió la vida como dar vida a otros
dar la vida por dar vida al hermano a la hermana
al prójimo al semejante a los demás al pueblo
quien vivió por su pueblo con su pueblo para su pueblo
vivirá mientras viva su pueblo
vivirá mientras viva su patria
ese hombre no morirá jamás
no morirá ese hombre
no morirá Fidel

¡Alegría! ¡Alegría!
¡Compañeros, camaradas, amigos!
¡Cantemos una nueva canción a la vida!
¡Dejemos al pasado ensalzar el dolor y la tristeza!
¡Olvidemos los himnos a los dioses y a la muerte!
¡Nuestro héroe es el Hombre, nuestra triunfo es la Vida!
¡Nuestra alegría desciende del amor y el trabajo!
¡Cantamos al hombre y la mujer que se aman!
¡Ensalzamos a los hombres de todas las razas
que trabajan alegres, que crean con sus manos el mundo!
¡Alegría! ¡Alegría!
¡Nos embriagamos, sí, mas nuestro mejor vino
es aquel que celebra la cosecha, que baña nuestras manos
cuando al final del día entregamos el fruto recogido,
la cuna construida y el techo levantado
para albergar y abrigar y nutrir
y enseñar y hacer crecer
a nuestros hijos y a nuestros nietos,
para cubrir de ternura y gratitud a nuestros abuelos!
¡Alegría! ¡Alegría!
El Hombre que vive, lucha, crea, edifica,
este Hombre no morirá pues la muerte no existe
¿no lo cantó ya whitman? the smallest sprout shows there is really no death,
and if ever there was it led fordwar life, and does not wait at the end to arrest it,
and ceas’d the moment life appear’d
all goes onward and outward, nothing collapses,
and to die is different from what any one supposed, and luckier,
el brote más pequeño muestra que realmente no existe la muerte
y que si alguna vez existió impulsó la vida hacia adelante, y no espera a que termine para detenerla,
y cesó en el momento en que apareció la vida
todo crece y se expande, nada colapsa,
y morir es diferente de lo que cualquiera supuso, y más afortunado

Sólo existe la vida que germina y que crece,
Sólo florece la nueva flor, el fruto nuevo,
El retoño que vuelve a hacer verde la hoja
Roja la rosa, frondoso el árbol,
Feliz al hijo, indomable al joven,
Fuerte al adulto, sabio al anciano,
Sólo es cierta la vida, sólo es falsa la muerte,
No muere el Hombre que renace en el Hombre,
No muere el Héroe que engendra al nuevo Héroe,
Sólo es verdad la Vida que prolonga la Vida.
El Hombre vivirá aunque mueran los hombres,
No muere el Hombre que luchó por los hombres,
¡No morirá ese Hombre!
¡No morirá Fidel, Fidel fiel vivirá!
¡Alegría! ¡Alegría!


 Noviembre 26 de 2016

Los riesgos del triunfalismo

¡Donald Trump, presidente de Estados Unidos! ¡La noticia paradigmática del triunfalismo! ¿Quién no tuvo una despectiva sonrisa triunfalista cuando este grosero magnate presentó su candidatura a la primera posición política del mundo? ¿No parecía locura el atrevimiento de desafiar a una mujer de la más depurada élite social, cultural, económica y política, signada con el deslumbrante apellido Clinton?
En Colombia, el inusitado triunfo del NO en el plebiscito que el presidente Santos convocó para la refrendación de los Acuerdos de Paz con las FARC, le llevó a concluir que el principal error fue el cerrado triunfalismo de los partidarios del SÍ. En ningún momento contemplaron la posibilidad de una derrota que se equiparó a rechazar la paz inmediata y optar por la continuación del conflicto armado de más de cincuenta años.
En Venezuela, recordemos la elección de Nicolás Maduro para suceder a Hugo Chávez y el estrechísimo margen sobre una oposición que nadie esperaba tan amplia: típico triunfalismo. Resultado, la polarización del electorado que se afianzó con la victoria del antichavismo en la Asamblea y el corolario correspondiente: toda suerte de maromas políticas para legitimarse, tanto gobierno como oposición, con inminente amenaza de un triunfo de ésta.
La también sorpresiva derrota de Evo Morales en la última convocatoria a la voluntad popular para definir sobre su nueva reelección, ¿no fue también desprevenido triunfalismo?
Incluso en Ecuador, ¿no se perdieron en las últimas elecciones las alcaldías de las tres ciudades más importantes del país por un ingenuo triunfalismo, especialmente en Quito?
¿Caemos en el triunfalismo, lo estamos bordeando? Por definición, el triunfalismo es impredecible. ¿Quién puede diagnosticarlo? Sólo muestra sus fauces cuando ya tiene al derrotado sangrando entre sus garras.
Sólo existe una posibilidad de evadir estas sorpresas dolorosas: no ser triunfalistas jamás, así las apariencias pudieran justificarlo. Confiamos en la simpatía de un líder, en su carisma, en su palabra ilustrada, en sus cualidades comprobadas. Pero, ¿qué está sucediendo en realidad en las bases populares? Más aún ante un argumento que no se refuta con reflexiones racionales: la difícil situación económica mundial y local, así sean justas las explicaciones de los analistas. Nada impulsa al elector como llevar su mano al bolsillo y encontrar la realidad de la escasez cotidiana. Situación que, además, siempre será utilizada a fondo por una oposición sin escrúpulos a la hora de acumular votos.
La única medicina para prevenir el triunfalismo es el trabajo sin descanso entre las masas, hasta el minuto anterior al voto. Que no nos coja por sorpresa el desaliento de los electores. Para esto, trabajar muy duro en las bases, oír sus quejas, atender sus reclamos, aclarar sus dudas. Aún así, no asumir la seguridad del triunfo sino cuando hablen las cifras.

Alfonso Monsalve Ramírez
alfonsomonsalve.personal@gmail.com

Cumbayá, 15 de noviembre de 2016


Colombia: El escarpado camino de la paz

Finalmente en la voz de Rodrigo Londoño (Timochenko), su comandante máximo, las FARC reconocieron su error de utilizar el secuestro como medio de financiamiento de sus acciones y pidieron perdón “por todo el dolor que hayamos  podido causar en esta guerra”. Es lo que todo Colombia esperaba y por eso el monumental y aliviado aplauso con el que el país entero recibió este arrepentimiento.
Fue el primer gran error de la izquierda colombiana: adoptar la lucha armada como vía para arrebatarle el poder a quienes lo han ganado por la vía legítima de la democracia electoral, incluso aunque se tratara de un fraude, dice el Che Guevara en su obra “La guerra de guerrillas”, hace imposible tal camino.
El segundo error de trascendencia equivalente fue la toma del Palacio de Justicia por el M19 (1985). Pero este grupo lo comprendió pronto, llegó a su propio acuerdo de paz y hoy es un protagonista más de la política del país. Falta el Ejército de Liberación Nacional, tortuoso decano del guerrillerismo desatado por las imágenes de la entrada triunfal en La Habana de los héroes de la Sierra Maestra, en enero de 1959. Esa victoria cubana, en cambio, es ejemplo de una lucha totalmente legítima en la medida en que se trataba de derrocar a un usurpador, corrupto y asesino, el dictador Fulgencio Batista, y por eso contó en todo momento con el respaldo total de su pueblo.
Como en toda contienda entre dos adversarios –bien sea deportiva, fútbol o ajedrez, o social o política– el que se da cuenta del error del otro debe aprovecharlo a fondo. En Colombia fue igual. Pensar que un sector social pudiente y privilegiado no reaccionaría con todo su poder fue, cuando menos, torpeza gigantesca. Y en las circunstancias de este país, con más de un siglo de violencia entre campesinos sin tierra y grandes terratenientes, surgió el personaje adecuado, Álvaro Uribe Vélez, cuyo perfil perverso pero disfrazado de oveja la historia alineará –sin descontar los intereses geopolíticos detrás de él– con los ejemplares que representan las malformaciones psicológicas y culturales más tenebrosas: Torquemada, Hitler, Mussolini, Pinochet, Videla… Por último, la lucha guerrillera es, por definición, propia de sectores agrarios. La población urbana no se identifica con ella y Colombia fue siempre un país de ciudades.
Se desbordó entonces de enfrentamiento político e ideológico, a orgía de monstruosidades, paramilitarismo, masacres, destrucción, despojos, desplazamientos masivos, falsos positivos, madres descuartizadas frente a sus hijos, padres cuyas cabezas rodaron en terroríficos partidos de fútbol, cuerpos destrozados con motosierras por militares ebrios de sangre y alcohol, en fin, se llegó a la total degradación del conflicto en uno de los países con mayor narcotráfico (cuya incidencia real no es posible medir y tal vez nunca lo sea) y anegó regiones enteras en un fangal sin fondo.
La insoportable situación parecía interminable pero tenía que terminar. No hay mal que dure cien años, y así fue. Con valor y decisión que nadie puede desconocer por encima de cualquier otra consideración, el presidente Juan Manuel Santos se irguió frente al pais y convocó de cara al mundo los Diálogos por la Paz, que acaban de culminar en La Habana con los acuerdos para poner fin al conflicto y terminar la guerra.
Este fue el paso que presenciamos el 26 de septiembre en Cartagena. Se silenciaron los fusiles, se elevaron las voces por la paz y la reconciliación: se pidió perdón a las víctimas. El sol de la esperanza volvió a iluminar el horizonte.
Lo que sigue no es todavía la paz. Es el primer paso para alcanzarla. No será fácil ni rápido. El camino de la paz en Colombia será largo y escarpado. Por eso mismo urge comenzar ya, ahora mismo, a construir la paz dándole el apoyo del segundo esfuerzo indispensable, con un rotundo ¡SÍ! en el plebiscito que reabre las puertas del futuro para los colombianos.

alfonsomonsalve.personal@gmail.com

Cumbayá, septiembre 27 de 2016


Guaridas fiscales, paraísos financieros

Bastante tinta ha corrido desde la publicación de los “Panama papers”. Aún así, no se toca el fondo del tema. Las guaridas (havens), no paraísos (heavens) fiscales, son la visualización más concreta del problema central de la economía actual, la concentración de la riqueza que ahoga al mundo: 21 millones de millones de dólares escondidos por 91.000 personas / 200 millones de desempleados sustraídos de la producción y el consumo.
Si es legal o no, si es legítimo o ilegítimo sacar subrepticiamente esa riqueza de los países que la producen, no es lo relevante. Lo significante es que tal riqueza está siendo carcomida velozmente por la polilla de la improductividad. Como dirían quienes creen en pajaritos de oro, Dios no castiga ni con palo ni con rejo, Él sabe cómo hace sus cosas.
En rigor, esta riqueza no es de quienes la encaletan en guaridas ocultas. Pertenece a quienes la producen, a los trabajadores: para eso trabajan, para vivir y para mejorar cada día sus condiciones de vida. Es el sentido del trabajo humano, único que crea riqueza real. En términos de los economistas, valor real. No hay otra forma: lo demás es riqueza ficticia, especulación financiera, malabarismos con símbolos estampados en papeles que no representan más valor del que crea el trabajo. Si esa riqueza no regresa a la producción, pronto la devora su inactividad productiva. Se desinflará como una burbuja, otra figura eufemística con la que se disfraza esta realidad.
Los mil quinientos millones de trabajadores del mundo no producen para que 91 mil personas que no trabajan derrochen el producto de sus esfuerzos. Pero las cosas se han organizado de tal modo en la sociedad humana que los ociosos ostentan el derecho espurio de apropiarse de lo que producen los que sí trabajan. Este mecanismo, sinembargo, conduce por su propio funcionamiento a su autodestrucción. Cuando cae Lehmann Brothers, cuando una quita destruye la guarida fiscal de Chipre o cualquier otra, lo que desaparece es el falso valor que representaban toneladas de papeles sin respaldo real. No, no desaparecen: se transforman en otros papeles: acciones, títulos, productos financieros. Hasta que un día, ¡crack!, pierden su valor. Caen las bolsas, quiebran los bancos. Se desencadena una situación como la actual, que se ha querido solucionar emitiendo sin escrúpulos más y más papeles falsos, billetes o “productos financieros” vacíos de valor, a la espera de que, sometiendo a la más despiadada austeridad a los trabajadores y a sus familias, vuelvan a rellenarlos de valor. Producir solo para rellenar las arcas vacías de la banca mundial. Y una vez creada esa riqueza, sacarla rápidamente del lugar donde se produce para sepultarla de nuevo en guaridas: volver a sembrar ficciones, paraísos financieros, no producción.
Sólo que la realidad se está encargando de destaparles el juego a estos piratas modernos. Juego sucio que sólo desaparecerá cuando la riqueza real esté en manos de quienes la crean: los trabajadores de todo el mundo.

Publicado en El Telégrafo, 9 de agosto de 2016
alfonsomonsalve.personal@gmail.com


La corriente profunda

Bajo las tres corrientes que predominan en el mundo –capitalismo en crisis, derecha extrema, izquierda errática–, otra, invisible, se ensancha y avanza por su propio cauce que no es prudente calificar como socialista, dado el desgaste de este denominativo que alarma a unos y alboroza a otros.
Silenciosa, no por su voluntad propia sino por el distanciamiento de la academia y del saber social estándar, esa corriente está integrada por seres que se levantan cada día temprano y, tras apresurados besos rutinarios a su cónyuge y a sus hijos, marchan a crear la riqueza que sostiene al mundo.
Multiforme, plurirracial, masculina y femenina, multifacética en sus labores, constituye la mayor comunidad del mundo: mil doscientos a mil cuatrocientos millones de miembros, más doscientos millones en inactividad forzosa y otros millones ocultos en las estadísticas oficiales, a quienes une la identidad de sus actividades, intereses, penas y alegrías.
Forman la clase social con mayor número de individuos y su fuerza de tromba se escucha aún levemente pero resonará atronadora en un tiempo todavía impredecible.
Es la clase trabajadora mundial. La clase que produce toda la riqueza que existe en la sociedad humana, aunque no sea la que más la disfruta.
Constituye un poder que todavía solamente se muestra en esa gran capacidad productiva, aunque adolece de dos debilidades fundamentales. Primera, la carencia de recursos económicos suficientes para mostrar toda su potencialidad, aunque cada día descubre fuentes nuevas de financiamiento para sus proyectos y sus anhelos de independencia.
La segunda es más significativa, pero igualmente poco a poco se ilumina y se fortalece: la conciencia de su poder real, su conciencia de clase.
No por un destino predeterminado ni por designación divina, como discuten algunos, sino por su rol fundamental en la actividad productiva, será tarde o temprano la clase dominante del mundo.
Pues sin ellos, sin los trabajadores, la sociedad humana no existiría. Y porque sus explotadores actuales, sin proponérselo sino por condiciones objetivas evidentes, la han preparado y capacitado para que termine tomando los comandos de la producción, y por esa vía, de la sociedad.
¿De dónde estas afirmaciones tan triunfalistas para unos y apocalípticas para otros?
De una realidad que todavía muchos se empeñan en ignorar. Del crecimiento y el fortalecimiento progresivo de las empresas de los trabajadores cada día en más países.
Ahí están, aumentan numéricamente y se desarrollan técnica y profesionalmente. Bajo diversas formas, dentro de distintos modelos, construyendo paso a paso su organización, sus campos de acción, las esferas productivas donde se desempeñan con éxito creciente, son cientos y pronto llegarán a ser miles y finalmente cientos de miles de empresas de propiedad absoluta y real de los trabajadores.
Es la cuarta corriente mundial, el mainstream profundo pero resplandeciente que avanza en el mundo de hoy hacia el de mañana.

Cumbayá, 22 de junio de 2016


Hillary, Trump, Sanders

Los tres representantes de la política estadounidense que compiten por la presidencia del país más emblemático del capitalismo son a la vez expresiones de las corrientes que predominan en el mundo actual.
Hillary Clinton, casi segura ganadora de esta carrera –todavía queda una delgada pestaña de duda a favor de Sanders, remember Obama– es la portaestandarte del gran capital que, por el enorme poder adquirido mediante la concentración abrumadora de la riqueza, insiste en someter la economía y la política mundiales a sus intereses e imperativos mediante la diplomacia imperialista y la fuerza militar.
Culta, inteligente, audaz, gran luchadora contra los sectores más retadatarios de su país, orientada hacia soluciones de beneficiencia para los grupos débiles, la niñez, la mujer, los discriminados por el racismo y los prejuicios sexuales, su exitosa trayectoria política se apoya en una visión hegemónica teñida de belicismo y de un sesgo de fundamentalismo religioso muy personal, que quiere resolver los grandes conflictos internacionales sometiendo a todos los países al desgastado modelo estadounidense, el otrora pomposo american way of life.
Representa la corriente principal del capitalismo mundial, su mainstream.
En la orilla opuesta, Donald Trump, acabado exponente de una extrema derecha pro facista, hace deliberada ostentación de simplismo y ordinariez como estrategia para aglutinar a grandes masas retrasadas política, cultural y socialmente, removiendo sus peores rencores y apetitos primarios. Prevalido de su inmensa fortuna amasada en negocios que no constituyen ningún progreso económico sino mera explotación de las más baratas apetencias de esos sectores sociales, erige como modelo su propia avidez de dinero y más dinero atropellando los valores éticos que haya que atropellar.
Expresa la ola de una derecha impredecible que crece en todo el mundo ante la ausencia de soluciones reales a los males acumulados por el capitalismo en su crisis general.
Bernie Sanders, el profeta visionario que clama por rectificaciones profundas, enarbolando inusitadamente las banderas socialistas, valiente propulsor de propuestas de cambio más coherentes a favor de los sectores populares y de una clase media en franco proceso de proletarización, crítico firme de las desastrosas aventuras bélicas en que gobiernos anteriores han involucrado a su país, es también claro representante de una izquierda que enciende imprecisas esperanzas por todo el mundo.
Representa a esta izquierda en su clamor contra la extrema desigualdad global y contra las graves amenazas que se ciernen sobre el destino de nuestra especie, pero al mismo tiempo estancada en propuestas de retoques fiscales, maromas monetaristas y voluntarismos idealistas fracasados históricamente, empantanada en prejuicos académicos heredados de las soluciones de fondo que prometió e incumplió el socialismo por errores de base, y que le impiden definir un norte claro a las luchas desesperadas que libran los pueblos del mundo.

Publicado en El Telégrafo, 16 de junio de 2016