La corriente profunda

Bajo las tres corrientes que predominan en el mundo –capitalismo en crisis, derecha extrema, izquierda errática–, otra, invisible, se ensancha y avanza por su propio cauce que no es prudente calificar como socialista, dado el desgaste de este denominativo que alarma a unos y alboroza a otros.
Silenciosa, no por su voluntad propia sino por el distanciamiento de la academia y del saber social estándar, esa corriente está integrada por seres que se levantan cada día temprano y, tras apresurados besos rutinarios a su cónyuge y a sus hijos, marchan a crear la riqueza que sostiene al mundo.
Multiforme, plurirracial, masculina y femenina, multifacética en sus labores, constituye la mayor comunidad del mundo: mil doscientos a mil cuatrocientos millones de miembros, más doscientos millones en inactividad forzosa y otros millones ocultos en las estadísticas oficiales, a quienes une la identidad de sus actividades, intereses, penas y alegrías.
Forman la clase social con mayor número de individuos y su fuerza de tromba se escucha aún levemente pero resonará atronadora en un tiempo todavía impredecible.
Es la clase trabajadora mundial. La clase que produce toda la riqueza que existe en la sociedad humana, aunque no sea la que más la disfruta.
Constituye un poder que todavía solamente se muestra en esa gran capacidad productiva, aunque adolece de dos debilidades fundamentales. Primera, la carencia de recursos económicos suficientes para mostrar toda su potencialidad, aunque cada día descubre fuentes nuevas de financiamiento para sus proyectos y sus anhelos de independencia.
La segunda es más significativa, pero igualmente poco a poco se ilumina y se fortalece: la conciencia de su poder real, su conciencia de clase.
No por un destino predeterminado ni por designación divina, como discuten algunos, sino por su rol fundamental en la actividad productiva, será tarde o temprano la clase dominante del mundo.
Pues sin ellos, sin los trabajadores, la sociedad humana no existiría. Y porque sus explotadores actuales, sin proponérselo sino por condiciones objetivas evidentes, la han preparado y capacitado para que termine tomando los comandos de la producción, y por esa vía, de la sociedad.
¿De dónde estas afirmaciones tan triunfalistas para unos y apocalípticas para otros?
De una realidad que todavía muchos se empeñan en ignorar. Del crecimiento y el fortalecimiento progresivo de las empresas de los trabajadores cada día en más países.
Ahí están, aumentan numéricamente y se desarrollan técnica y profesionalmente. Bajo diversas formas, dentro de distintos modelos, construyendo paso a paso su organización, sus campos de acción, las esferas productivas donde se desempeñan con éxito creciente, son cientos y pronto llegarán a ser miles y finalmente cientos de miles de empresas de propiedad absoluta y real de los trabajadores.
Es la cuarta corriente mundial, el mainstream profundo pero resplandeciente que avanza en el mundo de hoy hacia el de mañana.

Cumbayá, 22 de junio de 2016


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