Publicado en El Telégrafo, octubre 16 de 1015
Hablando
se entienden las personas, dice la expresión popular.
Hablando.
Conversando. Dialogando.
El
diálogo en vez de la guerra y de la violencia. El diálogo socrático, su origen
más remoto, ha evolucionado hasta convertirse en un conjunto de mecanismos
debidamente estructurados para lograr acuerdos que disuelvan el conflicto y
posibiliten la acción positiva, mutuamente favorable. La mediación, los
acompañamientos, los garantes, las instancias dirimentes son algunos de esos
mecanismos, armonizados hasta constituir un método eficiente para que los
propios dialogantes determinen los puntos que los enfrentan y los que los unen y,
en consecuencia, se pongan de acuerdo en cuestiones básicas.
Acuerdo:
la clave del diálogo. Llegar a acuerdos que permitan pasar del debate a la
acción a fin de alcanzar objetivos comunes.
El
diálogo no es discusión. En el diálogo se aprende a escuchar al otro y a
revisar nuestros propios puntos de vista. La discusión intenta imponer al otro
nuestra opinión, aunque no tengamos la razón. Ganarle al otro. Derrotarlo como
sea. La discusión es el preámbulo de la pelea, y en último término, de la
guerra.
Diálogo
es comunicación. No en cualquier forma, no la multitud de un estadio gritando
todos al mismo tiempo, sino planeada y dirigida para superar obstáculos y pasar
a la cooperación.
Vivimos
en la sociedad de la comunicación. La gran revolución de la modernidad fue la
revolución industrial. La de nuestra época es la revolución de las
comunicaciones.
La
expresión concreta de la comunicación social es el diálogo social. No son
palabras bonitas, es la realidad en que nos movemos y actuamos hoy. La
tendencia que toma fuerza es la de recurrir a la racionalidad del diálogo cada
día con más frecuencia y con mayor decisión. Diversos conflictos de distinta
especie se han solucionado o están en vía de solución mediante diálogos. El
largo enfrentamiento entre Cuba y Estados Unidos, el de Estados Unidos e Irán,
el de Rusia y EE.UU., el de Europa y Grecia, son ejemplos ilustrativos.
Desde
luego, están las fuerzas opuestas, las de la imposición y la guerra: la
irracionalidad de la guerra. Su táctica es el empecinamiento en aspectos que desvían,
entorpecen, enturbian el diálogo atizando resentimientos y odios. Son los enemigos
acérrimos del entendimiento, de la convivencia, de la paz: no convienen a sus
intereses. No son cualquier clase de enemigos. Poderosos partidarios de la
violencia, de la dominación, de la opresión. Cada vez más acorralados por la
fuerza de las nuevas realidades, mantienen el poder de la fuerza bruta, de las
armas. Ankara, el paramilitarismo colombiano y sus instigadores, la oposición
ecuatoriana y venezolana que reclaman diálogos para luego apelar a la violencia,
lo demuestran.
Aún
así, la guerra pierde partidarios, sólo es el recurso de los sectores más
atrasados y oscurantistas. Por encima de todos estos obstáculos, debemos
insistir en la iluminación del diálogo. Es, pese a todo, el mundo de hoy. Y el del mañana.
Alfonso Monsalve Ramírez
alfonsomonsalve.personal@gmail.com
Muchas veces no sabemos dialogar y tomamos todo personal, no se nos enseña a dialogar, en Colombia las personas no saben dialogar y son muy cerradas a sus creencias, no respentan el pensamiento de la otra persona. El dialogo es importante para llevar buenas relaciones sociales.
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