Aumenta el
optimismo acerca de la paz en Colombia y esto no puede traernos más que
alegría, no solo a los colombianos, sino al continente y al mundo. La mejor
actitud ahora es mirar al futuro antes que al pasado.
Sin embargo es
necesario poner sobre la mesa un tema que se ha esquivado. La responsabilidad
de los medios de comunicación privados en todo lo sucedido. Si se profundiza
este asunto, se llegará a una conclusión: esos medios son tan culpables de esta
tragedia como los propios combatientes, por su condición de agentes principales
de tanto odio y tanta intolerancia. La manera insidiosa y deformante como han
presentado las cosas durante todos estos años, es la causante de las actitudes
irracionales que hoy levantan el muro más difícil de derribar para llegar a la
paz.
No se trata de
simples errores de percepción o equivocaciones de tales medios. Son estrategias
claramente definidas para atizar un odio ciego contra uno de los contendientes:
contra las FARC. No es el caso de hacer apología alguna de esa organización
armada. Han cometido graves errores, deben purgarlos. Pero la función de los medios
de comunicación no puede ni debe ser la de envenenar los espíritus con
falsedades y montajes calculados para profundizar el abismo e imposibilitar la
reconciliación. Todo lo contrario, deberían ser los primeros en tender puentes
y propiciar la recomposición del tejido social, hoy severamente averiado.
Entonces estarían cumpliendo la función propia de la comunicación social.
Las estrategias de
comunicación seguidas por estos medios son bien identificables. En primer
lugar, mantener en primera línea de medios escritos y audiovisuales cualquier
mención diaria de las FARC, haya motivo o no para hacerlo. En segundo lugar,
desfigurar la imagen del guerrillero, un luchador social que, acertada o
equivocadamente, considera agotadas las vías pacíficas para alcanzar transformaciones
sociales profundas, pero no un monstruo delincuente. Tercera estrategia,
apuntalar esta imagen atribuyendo a los insurgentes los peores delitos aunque
los cometan otros actores, sin ninguna prueba ni intención de obtenerla ni de
presentarla. Por último, desacreditar, desautorizar o caricaturizar todo
intento de análisis serio de la situación, tachando de cómplices a quienes exploren
el camino de la reflexión y el entendimiento.
¿Podrán desdecirse
ahora esos medios y reconocer la culpabilidad que les corresponde? Si hoy
existe una férrea resistencia y hostilidad contra los diálogos de parte importante
de la población, los responsables son estos medios de comunicación: es lo que
han sembrado. Le apostaron imprudentemente a la derrota militar de los
rebeldes, nunca al diálogo.
En lo acordado
hasta aquí se menciona como culpables, aparte de los contendientes armados, a
los civiles que hayan contribuido directa o indirectamente a avivar el conflicto.
Esa lista la encabezan los medios de comunicación colombianos. Merecen sanción
equivalente.
Publicado en El
Telégrafo, 1 de octubre de 2015
alfonsomonsalve.personal@gmail.com
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