Aislar a Israel, impulsar el diálogo

Con el pretexto del asesinato de tres jóvenes israelitas en territorio palestino, el gobierno de Israel lanzó a comienzos de julio la ofensiva más descomunal que hayamos visto hasta ahora contra los habitantes de la Franja de Gaza, sin discriminar población civil, mujeres, niños, culpables o inocentes, sino con el objetivo confeso de arrasar de una vez por todas con la nación palestina.
Pretendiendo doblegar la resistencia heroica de este pequeño conglomerado humano y forzar la aceptación de la comunidad internacional, el gobierno Israelí logró exactamente lo contrario. Odio a “los judíos”, así, en general, sin diferenciar tampoco ni aceptar matices: odio a Israel es lo que se ha expresado a lo largo y ancho del mapamundi, en tanto que la agresión genocida ha sido condenada como deber ser, enérgicamente, y rechazada sin más consideraciones.
Esto, sin embargo, no debe interpretarse como un apoyo a Hamás. Lo que este movimiento representa es el ciego fanatismo ideológico y religioso islámico. Ocultar la parte de culpabilidad que le corresponde no puede confundirse con firmeza ideológica ni con fidelidad política a la causa palestina. Sin aprobar el cinismo sin límites de Netanyahu que señala a Hamás como único culpable de las más de 250 muertes y de tanta ruina y destrucción causadas, la responsabilidad de las dos partes se reparte proporcionalmente.
Estas posiciones conciliatorias no son aceptables para muchos. Nos hemos educado en una concepción errónea que confunde entereza moral, ideológica y política, con intransigencia y con intolerancia. Según esta pedagogía, debemos definirnos inequívocamente, sí, sí o no, no: como Cristo nos enseñó. El que no está conmigo está contra mí. Al tibio Dios lo arroja de su boca. En consecuencia, toda conciliación es entreguismo y debilidad ética.
Nada más equivocado que esta inflexibilidad, raíz de todos los fundamentalismos, los fanatismos, la intolerancia y, en último término, de las guerras. El equilibrio, la justeza nunca está en los extremos. Si yo me sitúo en una posición inmodificable, no necesariamente estoy siendo firme. Es más probable que caiga en la obnubilación y la incomprensión de la realidad.
El justo medio entre el blanco y el negro no es el gris: es la diversidad de la visión multicolor. El equilibrio entre la vida y la muerte no es una paralizante inactividad para eludir el riesgo, sino ejercer a plenitud la aventura de la acción. Entre el amor y el odio hay muchos matices sentimentales pero si aspiramos a no cegarnos por la pasión el punto de acuerdo no es la indiferencia sino la comprensión.
La conflictividad humana completamente natural no se resuelve apegándose a uno de los extremos sino dando pasos paulatinos de acercamiento al contrario: esto es el diálogo que hace posibe encontrar un espacio común para la interacción creadora, productiva, constructiva, para la cooperación.
Vivimos, se ha dicho, en la sociedad de la comunicación, cuyo motor es el diálogo, el intercambio inteligente de puntos de vista distintos. No son pocas las voces que en esta ocasión han reclamando el diálogo civilizado, propiciador de la paz. Destaco una, la del maestro director de orquesta Daniel Barenboim, de estirpe judía. Con la moderación que lo caracteriza, con la serenidad de la sabiduría que otorga la experiencia, ha condenado tanto la salvaje agresión israelita como el desenfreno ciego de Hamás, y ha propuesto como sustituto el diálogo. No lo hace solamente por convicción académica ni por prédica doctrinaria, sino porque él lo ha practicado prudente y exitosamente entre los miembros de su Orquesta: es preciosa su narración de algunos casos en que sus músicos, entre quienes hay radicales diferencias de nacionalidades, de credos y de convicciones ideológicas, han tenido que decidir si aceptaban tocar sus instrumentos lado al lado con el adversario. Los conflictos se han resuelto como debía ser, dialogando hasta llegar a la acción común, madura y solidaria.
Valioso y fecundo mensaje para tantos casos que vivimos hoy en donde el conflicto violento y el enfrentamiento irreductible debe sustituirse por el diálogo racional y civilizado. Es lo que vive Colombia, con los diálogos para poner fin a medio siglo de barbarie, de intolerancia y de la polarización resultante que parecería imposible de superar.
No es así. Llegaremos a comprender que el diálogo no es fácil, pero es la única posibilidad que nos queda. Aceptaremos finalmente la realidad elemental de que, lógicamente, no se dialoga entre amigos sino entre adversarios que se han mirado siempre desde el odio, la irracionalidad, la intransigencia y el apasionamiento ciego. Y que ahora tienen que tenderse la mano. No, no es un diálogo fácil. Todo lo contrario, empedrado por dificultades, la menor de las cuales no es el interés que tienen algunos de los agentes del conflicto en que este no termine y deliberadamente sabotean las negociaciones.
También aquí es indispensable entender que no se dialoga para validar los procedimientos del adversario, sino para abandonarlos, ambos. Ni la equivocada vía escogida por las FARC sustituyendo el apoyo popular por el chantaje del secuestro y todas sus secuelas, ni la condenable respuesta del Estado involucrándose en el sicariato, el paramilitarismo y el fundamentalismo inquisitorial con todo sus horrores.
Volviendo al caso Israel – Gaza, el diálogo también necesita acciones que lo impulsen: de hecho se han acordado treguas que se violan. Hay que presionar el diálogo sin hacerle el juego a la violencia, sino mediante movilizaciones masivas pero pacíficas, cívicas y civilizadas.
Un paso necesario es aislar al agresor, a Israel.
Dejar de comprar sus productos y sus marcas; ya se ha logrado algo en este terreno.
Dejar de hablar y de escuchar a israelitas o judíos, sin discriminar si es inocente o culpable, como lo ha hecho Israel.
Dejar de leer, ver y escuchar medios de comunicación partidarios de Israel.
Dejar de asistir a establecimientos comerciales, tiendas, restaurantes, sitios de esparcimiento de israelitas.
Aislar a Israel, sin ninguna forma de violencia, para presionar el diálogo y para imponer la paz en el Medio Oriente.
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Para complementar: Pedir la revocatoria del Premio Nobel de Paz al Presidente Barack Obama…

Cumbayá, agosto 7 de 2014


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