Han transcurrido casi
dos semanas desde las elecciones del 23 de febrero en Ecuador, en las que
Alianza País, el movimiento que lidera la Revolución Ciudadana y gobierna
actualmente al país, sufrió algunos reveses significativos, acerca de los
cuales se han escuchado críticas, análisis y pronunciamientos importantes y
valiosos[1]. Me refiero a los que
provienen de la misma ala de izquierda, los del otro lado son simples alardes gratuitamente
triunfalistas y malintencionados que no merecen la menor pérdida de tiempo, y
no por sectarismo, sino por concreción: puede que algún analista de la derecha
o sus afines se haya esforzado por aportar algo realmente constructivo (por
ejemplo, el ex alcalde de Quito Roque Sevilla en entrevista en Radio Visión),
pero es mi elección centrarme en lo que ha sido mi enfoque acerca de estos
procesos latinoamericanos que se englobaron originalmente bajo la etiqueta de
Socialismo del siglo 21, pero que cada vez se delimitan mejor dentro de un
horizonte meramente reformista del capitalismo.
Ese enfoque se centra en
lo que he categorizado como nuevo modelo económico, explicando los alcances que
doy al concepto de modelo: un esquema
similar a un mapa de la realidad, concebido para definir un aspecto
fundamental: en dónde está el norte de esa esquematización cartográfica. Es
decir, que nos indique hacia dónde se dirige todo el movimiento social en este
momento histórico, basándome en un análisis tan ceñido a los datos que nos
ofrece la realidad como me ha sido posible y que condensé en mi texto “¿Hacia dónde? Definiendo el rumbo del
socialismo del siglo 21”[2].
Ciertamente, difiero del
concepto de modelo adoptado por la econometría que predomina en los trabajos de
la academia, que reduce el alcance del significado de modelo, por ejemplo, al
neo liberalismo o al Estado del bienestar, como me lo señala un querido e intelectualmente
bien estructurado profesor que leyó mi trabajo y lo glosó generosamente. A lo
cual anoto que tanto estos “modelos” como otras propuestas económicas “nuevas” no
son más que expresiones que acomodan el modelo general del capitalismo a las
condiciones de una situación particular. Pero siguen siendo formas del modelo
capitalista.
El neo liberalismo es sólo la expresión de la drástica reducción de la
plusvalía y, por tanto, de la tasa de ganancia de la empresa capitalista a
donde había llegado la crisis general del capitalismo hacia el tercer cuarto
del siglo 20, que halló como salida reducir hasta extremos insoportables y
perversos la ya precaria participación del trabajo en la distribución del
ingreso. Pero sigue siendo el mismo capitalismo. El Estado del bienestar intentó responder a la agudización de los
conflictos sociales en la última posguerra con los llamativos retoques keynesianos.
Pero sigue siendo el mismo capitalismo.
Lo que sucede es que yo
me limito al modelo de empresa productiva:
analizo el ciclo productivo de la empresa de propiedad de los capitalistas y,
una vez localizados en él los dos elementos que lo distorsionan como modelo social, la explotación y la
concentración de la riqueza (aunque lo hacen el más eficiente como modelo productivo), propongo el modelo
de la empresa de propiedad de los trabajadores, que elimina esos dos elementos.
Esto significa ir de una
vez a la base, a los fundamentos, a la estructura de la propiedad de los medios
de producción que determina todo lo que sobre esa base estructural se edifica,
la formación económico social
resultante.
Éste ha sido y sigue
siendo el tema en el que he concentrado mis observaciones, mi análisis y mi
propuesta central. Desde luego, hay mil otros aspectos diversos que se deben
estudiar, desentrañar, denunciar, revolucionar. Esos los dejo a especialistas
en teoría política, económica, sociológica, histórica, etc.
No ha caído en saco roto
mi propuesta. Descubro que en las formulaciones de la Economía Popular y
Solidaria (en la Ley ecuatoriana que la proclama y en el Reglamento que la
concreta) se ha acogido el modelo que propongo[3]. Esto me basta, aunque
encuentre aspectos de detalle que faltan o se desvían, pero el estudio serio
terminará por develarlos y la práctica por imponerlos. El hecho es que ya
existe concretamente la oferta de apoyar a los trabajadores que decidan crear sus
propias empresas. Ahora lo que corresponde es poner manos a la obra en lo que
se ha aprobado sobre el papel.
A esto quiero dedicar dos
últimos trabajos sobre el asunto, en mi convencimiento de que apuntan a los
fundamental: la sustitución del modelo estructural capitalista, la empresa
privada de los inversionistas capitalistas, por el modelo estructural
socialista, la empresa privada de los trabajadores. Y de que, si no se llega a
esta transformación estructural, los movimientos progresistas (aunque sólo
reformistas hasta ahora) que han germinado en Latinoamérica (también me
concentro en estos) continuarán experimentado sobresaltos como los de las
elecciones del 14 abril de 2013 en Venezuela y las del 23 de febrero de 2014 en
Ecuador.
Que han sido mucho más
que simples sustos. Son señales que alertan sobre la extrema vulnerabilidad de
estos procesos, en medida fundamental por la nebulosa indefinición de los objetivos
que persiguen.
Por el contrario,
entender dónde está el norte, la meta histórica determinante (no sólo los objetivos programáticos
inmediatos de cada periodo presidencial) para reorientar sobre carriles
sólidos y estables todos los heroicos esfuerzos que se están haciendo en estos
países, clarificará la conciencia social, política y económica de las clases
populares, trabajadoras, productivas, de estas sociedades, cohesionándolas y
fortaleciéndolas, robusteciendo los procesos.
Ayudará a ver con mayor
exactitud quienes son, no sólo los adversarios, sino los aliados posibles. La
crisis profunda que sufre el capitalismo en su etapa actual, la del capitalismo
financiero poderoso y especulador, amplía el espectro incluyendo no solamente a
sectores amplios de las clases medias (profesionales, técnicos de las más
avanzadas tecnologías, pequeños y medianos empresarios –PYME–, etc.) sino
incluso de la burguesía capitalista vinculada a la producción real y, por eso
mismo, entrabada y paralizada por las desastrosas y delictivas maniobras del
capital financiero desbocado, parasitario, corrompido hasta la médula e improductivo,
que ha llevado al mundo al estado de conflictividad generalizada que hoy se
expresa hasta en los relevantes escenarios cinematográficos, como la entrega de
los Óscares, que este año se convirtió en tribuna de denuncias: basta ver Escándalo Americano, El Club de Compradores de Dallas (donde
hasta se olfatea la salida en el “emprendimiento” de una víctima desesperada) y
sobre todo El Lobo de Wall Street del
muy lúcido (¿excluido por eso de los premios?) Martin Scorsese.
En síntesis, aumenta, sigue aumentando el
gran torrente anticapitalista. Por eso mismo es inaplazable definir sus metas,
su horizonte. Inaplazable: cada día
que pasa sin precisar qué es lo que se intenta alcanzar, sólo sirve al
debilitamiento de este formidable impulso que se desató en el continente latinoamericano
y que, en cambio, ha comenzado a resquebrajarse inocultablemente. Esto sucede
cuando otro fenómeno está en desarrollo: el aumento de las señales evidentes de
cuáles son las verdaderas soluciones. Señales que no solamente asoman en este
continente, sino en el viejo continente europeo lo mismo que en los decadentes
Estados Unidos, cada vez más enredados en la maraña de la especulación y de la improductividad
y de la corrupción, de una crisis que no tiene solución real sino en una verdadera
revolución profunda.
Cumbayá, marzo 6 de 2014
[1] Recomiendo especialmente
el de la Dra. Soledad Paz, “Memento mori”,
escrito el 25 de febrero y publicado en Facebook por Alexis Ponce el 27 del
mismo mes.
[3] En abril de 2009 envié
al presidente Rafael Correa copia del primer manuscrito de mi trabajo, bajo el
título de La empresa privada de los
trabajadores, que, una vez finalizado, se publicó en 2012 como Trabajadores Empresarios. No estoy
seguro de que él lo haya conocido, pero sí funcionarios muy cercanos a él.
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