LOCOMBIA: ¿Santa inquisición o Democracia terrorista?


¿Qué pasa en Locombia?
¡Dichosos locombianos, dichoso país, el más feliz del mundo! Aquí no han llegado los vientos tempestuosos que azotan al resto de Latinoamérica, donde las discusiones son para decidir entre diferentes formas de socialismo. No, aquí, en Locombia, son para elegir entre democracia o inquisición.
El debate se inicia todas las mañanas, a las seis en punto, hora de la campana que es la voz de Dios, hora del Angelus, Angelus domini nuntiabit Maria, y de la Santa Misa en el púlpito del Gran Capital, la pantalla donde se oficia el rito del primer sermón cotidiano, y del himno nacional, patriótico, nacionalista, ultra chauvinista, ¡Oh júbilo inmortal!
La civilizada polémica está perdiéndola, según parece, la Democracia, la liberal, la burguesa, la de las elecciones libres y el voto sagrado, y va ganándola la Inquisición, la de las grandes hogueras para quemar vivas, por terminante decisión del Gran Inquisidor y bajo la mirada emocionada, casi llorosa y siempre discreta del Gran Tartufo, a las brujas terroristas vestidas de civil.
¡Inquisición, Bendita Inquisición, Santa inquisición! Santa ira la del Gran Torquemada proclamando desde su Santo Púlpito su victoria sobre el último terrorista vestido de civil que tuvo la osadía, el inaudito descaro de pretender atentar contra el Santo Templo, contra la Libre Empresa y la Libre Competencia! ¡Oh iniquidad, oh perversión! ¡Oh pecado peor que todo pecado, recemos, recemos, recemos!
Los signos del fin del mundo y del Juicio Final están ahí: ¡ved, mirad, contemplad lo que está pasando: multitudes vociferantes invadiendo la Plaza de Bolívar de Bogotá, pidiendo democracia! ¡Es el fin de los tiempos! ¡Oremos, arrepintámonos de todos nuestros pecados, de nuestra debilidades, del horroroso error de votar por un guerrillero vestido de civil que, claro, osó despojar de sus millonarios contratos a los sempiternos empresarios privados entre los que el Gran Inquisidor ha escuchado algún apellido que despierta en él estremecimientos de veneración, de piadoso éxtasis!
Por fortuna, no todo está perdido. Ahí está el Gran Predicador, trepidante de santa preocupación, increpándonos a todos los felices locombianos desde el Gran Púlpito: ¿Que pasa en Locombia? ¿Qué sucede en este país donde no se debaten Grandes Ideas, en este reino de las Mayúsculas Intocables donde no se presentan soluciones? ¿Donde se pretende firmar un acuerdo de paz que amenaza con resultar triunfante…? Perdón, corrijo: ¿Que pasa con los diálogos de paz?
Y actuando en estricta coherencia nos lanza desde su pantalla, el Gran Púlpito del Gran Capital Financiero, la verdadera solución (él sí propone soluciones): ¡Nada de multitudinarias manifestaciones que mancillan (son pueblo, pueblo raso, sucio pueblo) la Plaza de Bolívar, nada de Marchas Patrióticas! ¡No!
¡Gran Peregrinación!
Encabezando, investido de sus ornamentos ceremoniales el Inquisidor Mayor, estremecido de Ira Santa, dirigiendo la Gran Cruzada en defensa de la Libre Empresa Capitalista, confesando paladinamente que ese es el terrible delito cometido por este guerrillero terrorista vestido de civil quien, por esas debilidades democráticas del pobre pueblo, el pueblo pobre, se ha tomado la alcaldía de la Gran Ciudad.
A continuación, llevada sobre los hombros de Valientes Sicarios, perdón, Templarios de la Sagrada Orden de los Encapuchados, la Gran Constitución, la Nueva Biblia donde, como se atrevió a decir uno de esos Terroristas Ideológicos (coautor nada menos que del manifiesto comunista), se proclama en el enunciado general la Libertad, y en el articulado particular la negación de la libertad. Más atrás, el Gran Presidente enarbolando un bello estandarte preciosamente bordado con la leyenda “ES LA LEY”. Y luego, respaldándolo con sus cascos y sus tanques y sus ultra modernos drones, el Gran Mariscal vestido de civil, modelo de lealtad, anunciando con trompetas triunfales la liquidación de cabecillas de terroristas, en indiscutible demostración de apoyo a esos diálogos con Luzbel, perdón, con los Malolientes Terroristas, que se realizan en La Habana.
Sigue en el fervoroso desfile un modesto destacamento del pueblo colombiano, feliz, feliz, feliz, arrastrando su pesada canasta familiar colmada de alimentos traídos desde el Gran País del Norte gracias al Gran TLC, pero feliz, feliz, feliz en su embrutecida felicidad alcohólica, ¡un aguardiente, por favor!
Más atrás, el Guerrillero Vestido de Civil ahora agobiado por las acusaciones de intentar limpiar a la Ciudad de todas estas basura medievales, arrastrando su cruz, esa maldita urna con los dos millones de votos que ahora deberán alimentar las hogueras de Libros Prohibidos encendidas por el Gran Inquisidor.
Tras él, la Pietá, no la de Miguel Ángel sino la insoportable mestiza cuyo solo nombre, Piedad, otra vez Piedad, saca de casillas al Gran Presidente como nadie más logra hacerlo porque le revuelve sus entrañas clasistas.
Cerrando el cortejo, el Gran Tartufo, discreto, siempre discreto, persignándose regocijadamente cada vez que recuerda las proezas de limpieza social de sus Cruzados, trinando de felicidad, su mano derecha enarbolando su lema triunfal, “¡Díganme Paramilitar!”, su mano izquierda puesta sobre su Gran Corazón palpitante de urabeña emoción, impartiendo bendiciones a diestra y siniestra (a derecha e izquierda), en el nombre del padre y de los hijos y del sabio espíritu contratista, Amen.
Entre tanto el Gran Predicador, modelo de amor a la verdad, a la objetividad, a la honestidad informativa, deja de contemplarse en su amada pantalla y, en celestial arrobamiento, entrecerrando los ojos, sueña con el asombroso espectáculo que, todo propositivo él, todo asertivo él, presenta desde su Púlpito como la Gran Solución: esta Santa Peregrinación al santuario de nuestra Libertad, el 20 de Julio.
Pero no a la casa del florero, no a la plaza de bolívar, sino a ese barrio del sur famoso no por su nombre, sino porque allí está el Gran Santuario donde se venera al primoroso muñequito de yeso calculadamente maquillado para exacerbar el sentimiento maternal de las mujeres más humildes, las más elementales.
¡Bendito Espectáculo, Maravilloso Espectáculo, Conmovedor Espectáculo esta Gran Peregrinación de todos los locombianos para pedirle al Divino Niño que nos haga el milagrito!
¡Así sea!


Enero de 2014

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